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Cumbre del G-8

Sarkozy: "Que Gadafi se vaya y luego ya veremos adónde"

El líder francés alaba la candidatura de Lagarde al Fondo

Antonio Jiménez Barca

Nicolas Sarkozy entró sonriente ayer en una sala de prensa a rebosar e informó en siete minutos de los temas tratados en la primera jornada del G-8, celebrada ayer en la ciudad balnearia de Deauville, bajo la presidencia francesa: "Hemos hablado de Libia, de Egipto, de Túnez, de cómo reducir los desequilibrios económicos mundiales, de la marcha a la que se reconstruye Japón, de la seguridad en la energía nuclear y de su futura reglamentación, de Chernóbil y de qué normas deben regir Internet…". Luego, algo más despacio, precisó algunos de estos asuntos, sobre todo el de Libia: "Los que estamos sobre el terreno podemos decir que la oposición a Gadafi avanza. Y a Gadafi hay que decirle que se vaya, que deje el poder ya, ya veremos luego dónde, en qué dirección, con qué billete o en qué avión, si se va al exilio o no. Ese no es nuestro problema".

El presidente confía en poder remontar en los sondeos este año
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Sarkozy, aún hundido en los sondeos, presidente de turno del G-8 y del G-20, confía en este año de anfitrión y protagonista de grandes citas internacionales para remontar o, al menos, sacudirse cierta pelambre doméstica y ganar altura presidencial de cara a las elecciones del año que viene. Juega, además, con una baza inesperada: la detención en Nueva York de Dominique Strauss-Kahn, el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional, acusado de intento de violación y quien hace dos semanas, cuando aún era el socialista francés con más posibilidades de desbancar a Sarkozy en la presidencia de la República, tenía previsto venir, como presidente del FMI, a Deauville. La prensa francesa especulaba desde mucho antes de su detención con el encuentro de los dos políticos franceses de mayor estatura internacional, posibles rivales en las elecciones de 2012, flanqueados por los otros líderes del mundo. Pero la meteórica carbonización política de DSK ha dejado solo a Sarkozy en el centro del foco. Y ayer lo aprovechó recibiendo a los más poderosos del mundo con una sonrisa en la boca, acompañado de su mujer, Carla Bruni, embarazada del primer hijo de ambos.

Sarkozy sigue sin referirse a lo que en Francia se denomina ya el caso DSK. Su estrategia —extendida a todo el Gobierno francés— consiste en guardar silencio, alejarse de la tormenta del Partido Socialista francés, que se ha quedado descabezado de manera traumática, y proseguir su agenda como si nada hubiera pasado.

Ayer, con todo, deslizó una frase con cierta maldad, que se podía entender como una pulla hacia el político que hasta hace diez días le hacía sombra en este tipo de cumbres. A la pregunta de un periodista de si la candidata francesa para sustituir a DSK al frente del FMI, Christine Lagarde, no encierra riesgos debido a que hay una demanda contra ella en un juzgado por abuso de autoridad, Sarkozy respondió: "La ventaja de Lagarde es que tiene una personalidad previsible".

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Mientras, la hermosa ciudad normanda de Deauville, famosa por sus viejos casinos y sus playas, se encuentra tomada por un ejército de 12.000 policías apostados en las esquinas y en los cruces de carreteras, ayudados por una treintena de helicópteros y una batería antimisiles, entre otras medidas de seguridad. Hay, además, 7.000 personas movilizadas para que la reunión en la cumbre de estos ocho presidentes se desarrolle como está previsto.

Marcha contra el G-8 en Caen, a 50 kilómetors de Deauville.
Marcha contra el G-8 en Caen, a 50 kilómetors de Deauville.A. JOCARD (AFP)

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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