La OTAN lanza sobre Trípoli el mayor ataque desde su intervención en Libia
Los rebeldes abrirán una oficina de representación permanente en Washington
Bombas contra Trípoli y diplomacia en Bengasi. Mientras la OTAN estrecha el cerco militar al coronel Muamar el Gadafi, los países aliados envían a sus más altos funcionarios al feudo de la rebelión. Ayer, la coalición internacional lanzó el ataque más intenso contra la capital libia desde el comienzo de su intervención, hace dos meses. Y Bengasi recibió la visita de Jeffrey Feltman, vicesecretario de Estado de EE UU para Oriente Próximo, dos días después del viaje de Catherine Ashton, jefa de la diplomacia europea. Queda por ver si esta escalada militar y política logra desbloquear un conflicto enquistado.
Pasaba la una de la madrugada del martes cuando el cielo de Trípoli se llenó de luces rojizas, y los vuelos rasantes y las explosiones atronadoras aterrorizaron a una población castigada desde hace semanas por la escasez de alimentos y combustible. En media hora, los aviones de la OTAN alcanzaron una veintena de objetivos en las proximidades de Bab al Aziziya, el cuartel de Gadafi. Entre ellos, un depósito de vehículos militares. El régimen aportó su versión: se trataba de una zona de viviendas de la Guardia Popular, fuerza auxiliar del Ejército, y habían muerto tres civiles.
El cuartel general de Gadafi es el blanco primordial de los bombardeos
Algunos expertos opinan que acabar con el coronel no es un plan realista
Bab al Aziziya, con sus edificios y sus redes de túneles y búnkeres, es el blanco primordial de los bombardeos aliados, que han ido ampliando los objetivos a centros de "comando y control" y de telecomunicaciones. En casi 3.000 ataques, la OTAN ha mermado en un 50% la capacidad militar de Gadafi, que acostumbra a esconder su artillería y sus tanques en instalaciones civiles. Para minimizar riesgos, Francia y Reino Unido han decidido incorporar helicópteros de combate, mucho más precisos y versátiles en áreas urbanas. Según el diario Le Figaro, París ha enviado ya 12 de esas aeronaves a bordo del buque de guerra Tonnerre.
La escalada militar contra las fuerzas gadafistas alivia la impaciencia de los rebeldes, que acusaban a la OTAN de haber relajado la presión militar cuando Estados Unidos le transfirió el mando de la operación, el pasado 31 de marzo. "No hay balas mágicas ni soluciones mágicas contra Gadafi", respondió ayer en Bengasi el vicesecretario de Estado para Oriente Próximo. Washington, añadió Jeffrey Feltman, sigue siendo un socio clave de la coalición, en recursos y medios.
EE UU ha aportado a Bengasi 53,5 millones de dólares para ayuda humanitaria y otros 25 millones para equipamiento militar "no letal" -desde uniformes hasta equipos de visión nocturna-. Además, el Congreso estudia una propuesta para descongelar los fondos del Estado libio.
Feltman anunció que el Consejo Nacional de Transición tendrá una oficina de representación permanente en Washington, y restó importancia al hecho de que Washington no reconozca oficialmente a la autoridad rebelde como Gobierno legítimo de los libios. "Lo importante es que tenemos representantes en Bengasi, y no en Trípoli. Y que estamos tratando con grupos que consideramos legítimos y creíbles". Al atacar a su pueblo, añadió, Gadafi ha perdido su legitimidad y tiene que marcharse.
Ahí está el punto clave del estancamiento. Nadie duda de que el régimen está acabado, pero los rebeldes exigen la salida del dictador como condición previa al alto el fuego que demanda Trípoli. Algunos expertos consideran que esta posición bloquea cualquier posible negociación, y que esperar a que Gadafi sea eliminado en un bombardeo o por su propia gente, tal y como se plantean las potencias aliadas, no deja de ser un deseo más que una estrategia realista. En un reciente informe, el centro de estudios International Crisis Group advertía de que la actual situación de parálisis puede concluir en la partición de Libia.
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