El Ejército tunecino rechaza una incursión de las tropas de Gadafi
Los soldados libios acosan a los rebeldes más alla de la frontera
Muamar el Gadafi se mueve a las mil maravillas en el caos, y las intenciones de sus actos son a menudo indescifrables, al menos a corto plazo. ¿Por qué invadir Túnez, aunque fuera brevemente, si este país es la salida natural para los enviados del Gobierno de Gadafi al extranjero? Es un misterio. Nadie se atrevía en Bengasi, más allá de las habituales alusiones a la psicopatía del dictador libio, a explicar por qué se aventuró ayer a una incursión armada en territorio de Túnez, en flagrante violación de su soberanía. Había habido en jornadas precedentes alguna pequeña escaramuza en suelo tunecino, pero por primera vez el conflicto salpicó a un segundo país cuando los soldados libios cruzaron la frontera en persecución de grupos de sublevados que se hicieron con el control del cruce hace ocho días, bombardearon la pequeña ciudad de Dehiba y se enfrentaron a tiros con los militares tunecinos.
Túnez advierte a Trípoli que no tolerará nuevas agresiones
Los insurgentes libios son obligados a desarmarse si atraviesan el puesto camino de Túnez y desde allí no lanzan ataques contra el Ejército, pero para los rebeldes es vital mantener en su poder el cruce de Dehiba porque ello permite el suministro de alimentos a las cercadas ciudades del interior montañoso de Libia. Los uniformados libios fueron expulsados ayer por sus iguales tunecinos y varios cayeron muertos o heridos; los insurrectos se apoderaron del puesto, y el Gobierno de Túnez convocó al embajador de Trípoli para advertirle de que no tolerarán nuevas agresiones. Reuters informó de que una niña resultó herida, varias casas dañadas por los proyectiles y que Túnez cerró el cruce fronterizo. Miles de libios que esperaban cobijarse en el país vecino se quedaron varados en su país. Quizá este era el resultado que buscaba el sátrapa, cerrar la escapatoria a los civiles.
A pocos cientos de kilómetros de la capital, la región poblada por bereberes aledaña a Dehiba y Wazin, el pueblo libio próximo al linde, es un frente de batalla cada día más activo. Las ciudades de Zintan, Nalut, Kalaa y Yafran han sido sometidas durante semanas al martirio de la artillería, que ha provocado una fuga masiva de sus habitantes, sobre todo mujeres y niños. Más de 30.000 se han refugiado en Túnez.
Gadafi ya advirtió al inicio de la guerra, que se prolonga más de dos meses, que morirá matando. Y el autodenominado "rey de reyes" no hace remilgos a recurso alguno para mantenerse en el trono después de 41 años. Son continuas las denuncias de los rebeldes libios sobre la implicación de mercenarios extranjeros en la guerra, y en el frente se muestran con frecuencia pasaportes de países africanos en posesión de uniformados a las órdenes de Gadafi caídos en la lucha o detenidos. Y aseguran también que Argelia trasladó en marzo a cientos de soldados para combatir junto a las tropas del dictador, que ayer, según la OTAN, estaban minando el terreno en las cercanías del puerto de Misrata para impedir el desembarco de ayuda humanitaria. Diplomáticos en Naciones Unidas se hacían eco también de lo que cuentan lugareños en las orientales Ajdabiya y Brega: la violación de mujeres y niñas como método para aterrorizar a la población.
Sin apenas combates en las ciudades costeras del este de Libia desde hace dos semanas, las brigadas de Gadafi bombardean desde el jueves Kufra, ciudad del desierto no lejos de Egipto y Sudán. La zona es crucial para los rebeldes por la cercanía de grandes pozos petrolíferos y oleoductos que enlazan con Tobruk, la terminal petrolera por la que el Consejo Nacional -Gobierno de los alzados en armas- pretende reanudar la exportación de petróleo.
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