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Sexo, suicidio y Cámara de Oro en Cannes

Llega la película mexicana 'Año bisiesto', un implacable drama con desamor

Gregorio Belinchón

En Cannes, si en una película hay sexo, muerte, silencios y un plano final a negro rematado con el estallido sonoro de un disparo, el éxito está asegurado. Año bisiesto tiene casi todos esos ingredientes -casi todos, que su director quiso huir de uno-, y por ello obtuvo la Cámara de Oro en el pasado certamen de Cannes. Está dirigida por un australiano, Michael Rowe (la multiculturalidad también se valora en los festivales), que hace años acabó en México huyendo de una vida acomodaticia en Melbourne. Allí, había logrado un nombre como poeta y dramaturgo. Le ofrecieron series de tele, obras de encargo. "Huí de aquella posible prostitución", dice.

Su Año bisiesto (que se estrenó ayer en España), una dura historia con poco amor y mucho sexo marcada por una cuenta atrás tétrica en un calendario y protagonizada por una joven periodista free lance que no sale de su apartamento. El espacio, minúsculo, ayuda a que Rowe se marque una elegía al plano fijo: "La ventaja de tener una película estática es que te obliga a que tu vista no se distraiga". Otra característica de Rowe: su detallismo. "Soy muy minucioso. Comencé escribiendo guiones y me frustró que nadie quisiera ni dirigirlos ni producirlos. He visto a muchos dirigiendo y pensé que no era tan difícil. Efectivamente, no lo ha sido. Todas las miradas, las pausas, los gestos... Todo estaba en el guion. Es que cada una de mis comas enlaza con una idea fundamental".

"La comunicación electrónica, si es la única, te vacía el alma"
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Rowe lleva 16 de sus 40 años en México, y por eso puede construir una teoría antropológica de su país de adopción: "A priori la gente cree que México es machista. Eso es quedarse en la superficie. En realidad, todo macho golpeador y maltratador agacha la cabeza y obedece a su madre y a la Virgen de Guadalupe. Punto. Y las riendas en Año bisiesto las lleva la chica, aunque creas que los momentos sexuales mande él".

Incomunicación. Otro leivmotiv que puntúa en una película festivalera: "Ella es periodista, vive rodeada de artilugios electrónicos, y no comunica. No hay intercambio vivo de información humana que sea significativo para el alma. Es una trampa que pienses que tus 1.000 amigos en Facebook son amistades reales a las que contarles tus problemas". Cierto, nunca se han usado tanto las letras... para tan poco. "Se diluye lo que tienes que decir. Y esa comunicación electrónica, si es la única, te vacía el alma. Es carente de afecto".

Rowe reconoce la huella que le dejó en la infancia sus lecturas de tragedias griegas: "Fueron pocos libros, pero me marcaron profundamente. No tanto, eso sí, como Ken Loach". De vuelta a los problemas más banales, el cineasta agradece a su actriz, Mónica del Carmen, su impresionante salto al vacío: "Le consultó a su madre y ella le dijo: 'Has hecho demasiado e ido demasiado lejos como para tenerle miedo al qué dirán en Miahuatlán [su pueblo natal, en Oaxaca]. Y si vas a hacerlo, haz-lo con todo lo de la ley, sin miedo'. El discurso le impresionó". El público mexicano en provincias -"México DF está tomado por las multinacionales, nos retiraron la película pronto"- y diversos festivales han premiado el riesgo de Del Carmen. Ese respaldo y Cannes han impulsado la carrera de Rowe. "Tengo ya dinero para la segunda película. Ahora bien, para la tercera...".

La actriz Mónica del Carmen, en un fotograma de <i>Año bisiesto.</i>
La actriz Mónica del Carmen, en un fotograma de Año bisiesto.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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