La criminalización de lo público
No hacía falta esperar a los 100 días, o a los 200, para descubrir la ruta que iba a seguir el "gobierno de los mejores" para enderezar el rumbo que, por lo que cuentan consejeros y asesores, tutólogos y tertulianos, nos llevaba directamente a las escarpadas costas helénicas. Muchas decisiones y gestos ya se intuían de hace tiempo; otros se han concretado en pocos días. Pero lo mejor está por venir. Tienen entre 8 y 12 años (no es previsible que pierdan su hegemonía política y cultural a corto plazo) para dejar el país y esta sociedad como nuevos y, lo más importante, enterrar en el basurero de la historia la obra y la memoria de los terribles tripartitos que asolaron estas tierras entre los años (de infausta memoria) 2003 y 2010, como si una reedición siniestra del Front d'Esquerres de 1936 nos hubiera gobernado (es un decir) legislatura y media y ahora hubiese de aplicarse cirugía mayor.
Las universidades privadas actúan ya como 'lobbies' y proveedores de políticos e 'intelectuales' para el Gobierno de CiU
Visto con la perspectiva de los meses, se detecta en el "gobierno de los mejores" una primera diferencia con relación a los 23 años de pujolismo que es crucial para entender el presente y el futuro: no solamente ha reconquistado la hegemonía política, sino que también ha logrado (con la inestimable ayuda de medios de comunicación, tertulianos y tutólogos de todo tipo y condición) la hegemonía intelectual-mediática.
En esta conquista de la hegemonía político-intelectual-cultural hay un segundo dato interesante: hace unos meses, el periódico Ara calculaba en un centenar las personas que, día sí, día también, sientan cátedra, adoctrinan y riñen en todo tipo de tertulias audiovisuales. A ellas habría que añadir las columnas de opinión en la prensa generalista, la comarcal, la más especializada... ¡Un centenar de personas, en un país de siete millones, que saben de todo, opinan de todo, adoctrinan y pontifican de todo!
Con esta unanimidad intelectual a sus espaldas, el "gobierno de los mejores" ha colocado lo público en el punto de mira. En Educación, la consejera dio pasos inquietantes. Ya ha segregado el sistema general entre público y concertado privado. Difícilmente, partiendo de esta estructura y de la querencia del conservadurismo catalán por la escuela concertada privada, hay que esperar un trato equitativo. Sí, tener un concierto con colegios religiosos que segregan por sexos es un escándalo heredado, pero no hará esfuerzo esta consejera para corregirlo. Después vino lo del uniforme, mucho más serio de lo que pensamos (solo lean ciertos periódicos para ver los partidarios que tiene la ocurrencia); si nos distraemos, se llegará hasta proponer una indumentaria única para la universidad (pública, por supuesto).
Las amenazas sobre los recortes económicos en las universidades públicas, sumadas al desprecio tradicional que el mundo convergente unionista, político e intelectual ha sentido y siente por ellas, tendrá un efecto catastrófico: a medio y a largo plazo, la universidad pública irá siendo progresivamente laminada, mientras veremos crecer universidades privadas que, ya hoy, actúan como lobbies y proveedores de políticos, profesionales e intelectuales para el proyecto gobernante. Corren y correrán muy malos tiempos para el sistema público universitario catalán. La falta de inversión en investigación (sobre todo en el delicado campo de las ciencias sociales y humanidades) provocará unos efectos perversos perfectamente previsibles: lo que se pierda y se deje de hacer en los próximos años difícilmente será recuperable en el futuro.
El consejero de Empleo, insigne profesor de ESADE, sermoneó sobre la crisis: hay que levantarse pronto y trabajar mucho. Se supone que el consejo advertencia iba para funcionarios, sindicalistas y otros parásitos del sistema. Que el sistema público pide correcciones y reformas es algo sabido y asumido; de ahí al paternalismo displicente hay un largo trecho que ciertos responsables públicos no deberían andar.
Esto y más nos espera en los próximos 8 o 12 años. No nos hagamos ilusiones con el "gobierno de los mejores", como tampoco con la hipotética renovación y el salto cualitativo de la oposición de izquierdas (PSC e ICV). A los ciudadanos de a pie solo nos queda trabajar en silencio, honradamente, desde los ámbitos públicos y privados, para aquellas gentes a quien el progreso del país le importe de verdad.
Francesc Vilanova es profesor de Historia Contemporánea de la UAB.
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