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Columna
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Independentismo en la intimidad

Francesc Valls

Hubo un tiempo en que los presidentes del Gobierno central hablaban catalán en la intimidad. Ahora es el centro-derecha catalán el que vive ese momento íntimo. Algunos de sus más destacados exponentes votan independencia, pero de forma púdica, sin exhibicionismos. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, depositó su sufragio por anticipado en la consulta independentista que hoy culmina en Barcelona. Ha votado a favor de cortar amarras con España, pero lejos de las Cámaras, de forma discreta. Las grandes convicciones se llevan en el corazón. De ese noble órgano ha salido también el voto de Pilar Fernández Bozal, la consejera de Justicia del Gobierno de Mas, que acudió a votar a la fundación Catdem, vinculada a Convergència. Ahí, donde se gestó la Casa Gran del Catalanisme, Fernández Bozal depositó su papeleta, cuyo sentido no desveló.

Mas en la intimidad vota por la independencia, pero el miércoles la frenará en el Parlament

El caso de la consejera de Justicia no encajaría en la taxonomía que Miguel Maura, ministro del Gobierno provisional republicano, estableció cuando recibía en su despacho candidatos, generalmente recomendados, a gobernadores civiles. Don Miguel sostenía que había republicanos uterinos y republicanos de placenta. Los primeros lo eran desde el momento de su nacimiento, los segundos, fruto de generaciones de amantes de la libertad. La consejera, a juzgar por las opiniones que vertió contra las consultas independentistas siendo abogada del Estado, ha llegado a su convencimiento nacionalista de forma tan adulta y madura como rápida.

Fernández Bozal confesó a este diario que su tradición catalanista encuentra acomodo en la Casa Gran de Artur Mas, o sea que bebe de las fuentes del nacionalismo recién horadadas. Mientras el ahora presidente del Gobierno catalán ponía los fundamentos de ese gran edificio, la actual consejera -entonces encarnada en rigorista abogada del Estado- sostenía que la consulta independentista de octubre de 2009 en Arenys de Munt ponía en peligro la estabilidad "social y política" de España. Y que por ese motivo no había que ceder dependencias municipales a los separatistas. Citando jurisprudencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Fernández Bozal abundaba en su tesis y traía a colación la condena a un municipio por dejar un salón de la casa consistorial para instalar la capilla ardiente de un etarra. Con ese razonamiento a nadie le hubiera extrañado que el PP la hubiese fichado. Pero no fue así.

Ha pasado mucha agua por debajo de los puentes. Tanta que Fernández Bozal ha visto la luz y ha votado en la antes denostada consulta. En qué sentido es un misterio. Artur Mas, en cambio, ha querido dejar claro su voto afirmativo a la independencia, pero lo ha desvinculado de su condición de presidente: como si estuviéramos reeditando la tesis medieval de Kantorowicz sobre el doble cuerpo del rey: la naturaleza humana falible frente al aura divina del poder. En cambio, Josep Antoni Duran Lleida, mucho menos dado a requiebros sacros, ha dicho que él no va a votar porque no es independentista, sino confederalista. A la hora de la verdad todos estos matices poco importan. Se trata de un voto instrumental con el que CiU perfecciona el cultivo de su doble alma: la del horizonte de Cataluña como nación plena y la del posibilismo actual. Cuando el próximo miércoles se someta la independencia al parecer del Parlament toda Convergència i Unió, previsiblemente, se abstendrá con el argumento de que no está en su programa y además podría dividir a la sociedad catalana, aún no madura para este paso. Los votos de PP y PSC servirán para derrotar la iniciativa partidaria de cortar amarras con España. Entonces los votos de los democristianos de Unió contrarios a la consulta de hoy y los de los convergentes favorables se unirán. Se rechazará la independencia por la que el presidente Mas ha votado en la intimidad. Y es que, como bien decía Jordi Pujol, el nacionalismo de CiU es un tren y cada uno se apea en la estación que quiere. Se podrá poner mayor énfasis en el furgón de cola o en la máquina, pero a la hora de votar en serio las bromas quedarán para la intimidad.

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