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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Demasiada osadía ecológica

Javier Ocaña

Lo mejor que se puede decir de ¿Para qué sirve un oso? es que no se parece a nada, que es única en su especie en un cine español habitualmente lastrado por el mal de la repetición.

Dos hermanos enamorados de la naturaleza, un zoólogo fracasado y un biólogo de prestigio internacional, acaban en un bosque asturiano abocados a los ecosistemas sentimentales amorosos y consanguíneos, mientras el cambio climático destierra de la faz de la Tierra a los osos del lugar. Un contraste entre inteligencia científica y torpeza sentimental que, de recordar a algo, solo lo haría a un par de maravillosas comedias locas de nada menos que Howard Hawks, La fiera de mi niña (1938) y Bola de fuego (1941), con las que se vincula además en parte de sus esencias: lucha de sexos, trama insólita y elementos de slapstick (aquí hay caídas variadas y hasta un hachazo sin consecuencias en plena frente). Eso sí, expuesta la sacrílega comparación, dediquemos el segundo párrafo a refutar la idea.

¿PARA QUÉ SIRVE UN OSO?

Dirección: Tom Fernández.

Intérpretes: Javier Cámara, Gonzalo de Castro, Jesse Johnson, Oona Chaplin, Emma Suárez.

Género: comedia. España, 2011.

Duración: 100 minutos.

¿Imaginan 'La fiera de mi niña' con un texto a favor de los leopardos?

A ¿Para qué sirve un oso?, segundo largo de Tom Fernández, le falta volverse zumbada del todo. Porque, dentro de su inusual adscripción, la película acaba respondiendo a las más fútiles convenciones del costumbrismo más amable. Y aunque la química entre Gonzalo de Castro y Javier Cámara la sostenga un tanto en diversos pasajes, el toque de vulgar teleserie para toda la familia hunde el proyecto. Como si el ala ecologista del departamento de guiones de Médico de familia hubiese ideado una película durante un fin de semana lisérgico de excursión campestre. La genética narrativa, siempre dispuesta a enturbiar los ataques de libertad.

De este modo, el director de La torre de Suso, película de debut a la que este crítico acusó hace dos años de "broma epidérmica envuelta en chistes de cuadrilla", pero que no funcionó nada mal en taquilla (1,6 millones de euros de recaudación), dirige su producto hacia el lugar más alejado del que una screwball comedy clásica pueda estar: el rincón donde habitan la benevolencia, la reivindicación sociopolítica y el ecologismo. Un desenlace en el que no podía faltar el texto recordatorio de la cantidad de osos que han desaparecido en los bosques asturianos. ¿Se imaginan La fiera de mi niña con un texto reivindicativo sobre el peligro de extinción de los leopardos? Pues eso.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.
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