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Columna
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Dame otra puñalada y sálvate

La esquela es el último coletazo del apellido, y por lo que dicen los partes médicos y las noticias, ha estado muy cerca de darlo Milagros Hernández, la concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Madrid que hace unos días fue apuñalada por su hijo, en su casa de Puente de Vallecas, y que ahora se recupera de esas cuchilladas, que fueron tan terribles que a ella le debieron de parecer pocas: creo que hubiese preferido que le dieran más, con tal de que lo hiciera otra persona. Aunque, de hecho, así fue, porque en realidad ese hombre no es él, sino lo que han hecho de él las drogas en las que está atrapado.

La única forma de resucitar es no haber muerto del todo, y Milagros lo ha hecho, está aquí otra vez para desandar el infierno de su hijo hasta el lugar en el que empezó a intentar dar caza a lo inalcanzable sin comprender que huir al sitio equivocado es seguir estando preso. Ahora ya lo sabrá, y también que las famosas puertas de la percepción daban a un cementerio; que los paraísos siempre son artificiales y por dentro están vacíos, y sus luces te llevan a la oscuridad. "Cómo se enfrió la alegría / cuando supe que al circo / le suministraba el serrín para las pistas / la mayor fábrica de ataúdes de la ciudad", dice el poeta Vladimir Holan. El hijo de Milagros ya habrá descubierto eso y que el problema del más allá es que existe solo para los vivos.

Será difícil que se atrevan a legalizar las drogas mientras ilegalizan el tabaco

¿Y los demás? ¿Habrán sacado alguna lección de este drama familiar, esta versión suburbial del Edipo de Sófocles? Juan Urbano y yo no hemos aprendido nada, pero hemos recordado lo que pensábamos de esta historia desde antes de que ocurriera: la única solución al problema de las drogas es que sean legalizadas. Será difícil que eso ocurra en este momento en el que las prohibiciones se multiplican, porque cómo se van a atrever a legalizar la heroína mientras ilegalizan el tabaco. Y sin embargo es tan sencillo comprender que en cuanto le tacháramos la palabra negocio a las drogas sus siniestros hipermercados se vendrían abajo. Para eso, los políticos primero tendrían que cambiar de mirada, empezar a ver enfermos donde ven pecadores y darse cuenta de que esa gente no necesita que los persigan sino que los ayuden. Lo digo ahora, en el peor momento posible, cuando a las heridas que tiene Milagros en la piel les queda mucho para convertirse en cicatrices, porque a veces hay algo bueno en el fondo de los pozos: la posibilidad de tomar impulso para empezar a salir de ellos.

Estoy seguro de que Milagros Hernández, la concejal de Izquierda Unida a quien tanto quieren en su barrio por el modo en que siempre ha ayudado a los menos favorecidos, estará absolutamente de acuerdo conmigo aunque, para hacerlo, tenga que saltar por encima de tus heridas.

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