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Reportaje:

Objetivo: Acabar con 'baccharis'

Un proyecto trabaja para erradicar de los estuarios vascos esta planta invasora - Los prados de siega, el junco o el carrizo no han aguantado su embate

Las expediciones de indianos que, a comienzos del siglo XX, retornaron de América a España trajeron sus alforjas repletas de obsequios y recuerdos de un continente distinto. Entre las botellas de ron apiladas se hacinaban cientos de semillas de palmeras, pero también de plantas absolutamente desconocidas para los europeos por aquel entonces. Una de ellas fue la denominada como baccharis halimifolia, que hoy, más de un siglo después, asola a la vegetación de los estuarios vascos.

Los indianos situaron, de vuelta a casa, las nuevas plantas en sus jardines, muchos de los cuales se hallaban en las cercanías de los ríos. Baccharis halimifolia debía habituarse a un nuevo hábitat, pero eso nunca fue difícil para ella, puesto que es una de las plantas invasoras por excelencia. Capaz de producir casi dos millones de semillas por planta, que tienen un alcance de 15 kilómetros, baccharis halimifolia fue llegando a los estuarios vascos por las semillas que los ríos arrastraban. Allí, con el paso de los años, fue atrincherándose y acabando paulatinamente con las especies que un día le fueron desconocidas.

Las zonas afectadas son espacios modificados antes por el ser humano
Limpiar cada hectárea invadida cuesta más de 8.000 euros

Hasta que la consejería de Medio Ambiente decidió rebelarse. Durante la segunda mitad de la década de los 90, hubo algunas misiones no exitosas para eliminar a baccharis halimifolia. Sin embargo, el cometido adquirió relevancia real en 2005, cuando se hizo un mapa detalle de los estuarios vascos. Desde ese momento, el camino estuvo más despejado. En 2007 y 2008 hubo campañas más a fondo, lo que sirvió para comprender que la tarea era necesaria, pero cara.

Por ello, Medio Ambiente se acogió al proyecto europeo LIFE, que cofinancia al 50% la lucha por limpiar los estuarios de Urdaibai, Lea y Txingudi y que ha comenzado a funcionar, tras varios problemas logísticos, este año. Mediante esta iniciativa, que incluye también acciones de sensibilización y divulgación, se pretende recuperar 314 hectáreas de estos parajes. Sacar a baccharis halimifolia de cada hectárea cuesta unos 8.000 euros, aproximadamente. Por tanto, únicamente la tarea de erradicación tiene ya un coste de 240.000 euros.

Esta planta invasora ha derrocado prácticamente por completo a los padros de siega, a los bosques aluviales y al junco y al carrizo, todas ellas plantas autóctonas que no han sido capaces de soportar el embate de baccharis halimifolia. La variación en la flora de los estuarios lleva inexorablemente al deterioro de la fauna.

Así, las aves que migran a España y moran en los carrizales de Urdaibai, Lea o Txingudi, como el carricerín cejudo, la garza imperial, la garceta común, el águila pescadora, la espátula común o el avetoro común, pierden su refugio. Hasta el momento, el ejército avícola no ha disminuido. Sin embargo, en sólo diez años podría mermar severamente.

Baccharis halimifolia crece generalmente en zonas medias y altas de marismas y en espacios de los estuarios relativamente aislados de la circulación del agua salada. Igualmente, la planta resiste casi sin ningún problema la inundación, a menos que ésta sea muy fuerte o se produzca de manera continuada. De esta manera, el trabajo es aún más difícil.

En 2011, el proyecto LIFE espera librar a casi 150 hectáreas de la planta invasora. Sin duda, las marismas de Urdaibai, espacio clave en la ruta de migración de muchas especies de pájaros, son el punto del litoral vasco en el que baccharis halimifolia ha establecido su campamento, que se extiende sobre una superficie mayor a 290 hectáreas.

Las islas del Bidasoa y el estuario del Lea, en menor medida, también se han visto afectadas por la planta. Incluso, Medio Ambiente ha detectado focos en los desagües situados a la entrada de los arroyos de Jaizkibel, aunque aún no demasiado desarrollados. En todos los casos, los ámbitos afectados son fundamentalmente áreas que han sido previamente modificadas por el ser humano, como rellenos o márgenes de canales. Baccharis halimifolia ha contado, por tanto, de una inestimable ayuda.

Derrota de antemano

Acabar con baccharis halimifolia, extendida desde la Bretaña francesa hasta Asturias, es prácticamente imposible. Su sencilla reproducción, a la que ha contribuido disponer de todo un siglo de impunidad para afianzarse en los estuarios vascos, hace que la lucha contra ella deba limitarse a minimizar su incidencia.

De hecho, el trabajo de erradicación de baccharis halimifolia es realmente complicado. Las plantas pueden llegar a medir casi cinco metros de altura y disponen de unas raíces muy largas, como todas las especies invasoras. Cuanto más dañina es la planta para el ecosistema, más mecanismos desarrolla para sobrevivir. En este sentido, pese a que los trabajadores arranquen la planta de un terreno, sobre éste quedan semillas, con lo que los operarios deben volver nuevamente sobre este espacio.

Por otro lado, la tarea de eliminación de las plantas invasoras, que desempeñan empresas forestales o de jardinería, sólo se puede desarrollar, por condiciones climatológicas, entre marzo y septiembre. Además, si llueve, no es posible trabajar, como consecuencia de la inundación de los estuarios, y no todas las zonas de estos parajes son accesibles. Baccharis halimifolia ha conquistado el terreno en un siglo fuera de su casa.

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