El porvenir del pasado
A Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, no se le conocía aún, o no se le conocía con la suficiente determinación, ese afán tan propio de los estadistas de dejar la impronta de su mandato. A algunos de sus predecesores la vanidad de la duración los llevó a construir diversas obras simbólicas (y, en algunos casos, faraónicas): Georges Pompidou mandó levantar el Pompidou, como escaparate de la máxima modernidad; el Musée d'Orsay surgió de una iniciativa de Valéry Giscard d'Estaing; Jacques Chirac se inclinó por lo exótico, e hizo el Museo Antropológico del Quai Branly, y François Mitterrand los batió a todos por goleada: la Ópera de la Bastilla, la Pirámide del Louvre, la nueva Biblioteca Nacional y el Instituto del Mundo Árabe forman parte, entre otros edificios, de su legado. Sarkozy va definiendo cada vez con mayor precisión su plan: una Casa de la Historia de Francia, que anunció ya en enero de 2009 y que deberá estar lista en 2015. Se ubicará en el distrito de Le Marais, donde ahora están los Archivos Nacionales. Su idea de glorificar el pasado complementa ahora su vocación de vivir un presente sofisticado e intenso: no había cumplido 10 meses en la presidencia cuando se casó con una joven (y hermosa) modelo y cantante, Carla Bruni.
Sarkozy siempre quiere estar a la altura. Para conseguirlo a veces ha necesitado utilizar una banqueta para llegar a un micrófono o para igualar la estatura de sus colegas. Y desde que entró al Elíseo otro de sus empeños ha sido el de devolver a Francia a la altura: a la altura del mito, a la altura de sus grandes gestas, a la altura de aquellos tiempos en que París era la indiscutible capital del mundo.
Que vaya a conseguirlo con un museo dedicado a la historia está por ver. El ímpetu que ha puesto estos días para liderar la intervención occidental en Libia (y estar a la altura de la vocación democrática de los árabes) será el mismo que ponga
en este proyecto. Para muchos, sin embargo, tanta exaltación de las raíces y tanta palabrería sobre la identidad nacional tienen poco que ver con un genuino interés por el pasado y mucho de cálculo para el presente (ante el ascenso de la extrema derecha): ganar las próximas elecciones.
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