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ÍDOLOS DE LA CUEVA
Columna
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El primer superventas

Manuel Rodríguez Rivero

Casi todo lo que importa lo dijeron entre Cervantes y Shakespeare, pero todo estaba ya dicho en la Biblia. Este originalísimo libro de libros, cuyo canon varía según las diferentes confesiones que lo utilizan como suprema referencia, continúa manteniéndose como primer best seller de la humanidad. Traducido en su totalidad a 400 lenguas y dialectos, y parcialmente a más de mil, este texto inclasificable de entre 700.000 y 800.000 palabras (algo más de la mitad de En busca del tiempo perdido) ha sido a lo largo de los siglos a la vez oráculo ("palabra de Dios"), inspiración espiritual, vademécum de leyes y usos religiosos y civiles, enciclopedia de la sabiduría universal, consuelo de afligidos y causa o pretexto de matanzas y destrucciones. La Biblia ha unido, pero también ha separado. Y lo sigue haciendo: ahí tienen, en el país más poderoso, la disputa entre creacionistas y evolucionistas, en la que una de las partes utiliza el Génesis como mazo de juez.

Publicada en todos los soportes de lo escrito, del papiro al libro electrónico, la Biblia jamás ha dejado de editarse y de venderse

La Biblia es también industria y negocio. Cada año se fabrican millares de ejemplares y grandes cantidades de productos vinculados o relacionados con ella. Publicada en casi todos los soportes en que se ha plasmado lo escrito -del papiro al e-book-, jamás ha dejado de editarse y, por tanto, de venderse. No existe un cómputo aproximado de los ejemplares puestos en circulación, ni siquiera si contamos desde mediados del siglo XV, cuando Gutenberg imprimió en Maguncia la primera Biblia compuesta con caracteres móviles en impecables columnas de 42 líneas. Pero podemos conjeturar la enormidad de la cifra con algunos datos contrastados, como los 87 millones distribuidos por la American Bible Society (fundada en 1816) en su primer siglo de existencia, o los 46 millones publicados en China por la fundación Amity Printing solo en los últimos 20 años. La Biblia es un best seller global, el más global de todos; y, desde luego, el más vivo: lleva casi tres milenios en catálogo.

Pero, además de lo anterior y del valor religioso que le atribuyen los creyentes en el Dios que inspira sus textos, la Biblia no ha cesado de crear e irradiar cultura. Por ejemplo, fijando, normalizando y difundiendo las lenguas nacionales con tanta eficacia como más tarde lo harían la radio y la televisión. Algo particularmente importante en el mundo anglófono, donde la versión de The Bible of King James, de la que este año se conmemora con gran pompa su IV centenario, ha constituido durante mucho tiempo la norma lingüística; o, en el ámbito hispánico, donde, a partir de la Biblia Alfonsina (1280), no han cesado de sucederse excelentes versiones que, siglo a siglo, reflejaban las vicisitudes y mudanzas del español. De entre todas, mi preferida es la del humanista Casiodoro de la Reina (la llamada Biblia del Oso; Basilea, 1569), que suelo leer en la versión revisada por el también "hereje" Cipriano de Valera, y de la que sigue sorprendiéndome su castellano a la vez solemne y popular, vibrante de voluntad comunicativa.

Por último, la Biblia constituye una fuente inagotable de historias, narraciones y motivos que han servido como inspiración a grandes artistas y escritores de todas las épocas. Y eso a pesar de que entre los católicos, y a partir de la Reforma, la jerarquía eclesiástica no ha alentado particularmente su lectura directa (al menos la de los libros veterotestamentarios), algo considerado más propio del libre examen protestante. Y, sin embargo, es también por esa cualidad de acumulación de sabiduría y de historias inmortales por las que este libro forma parte esencial del legado de la cultura universal, más allá de su condición de icono sagrado. En mi mesa de noche siempre tengo la versión Reina-Valera junto a una edición de Las mil y una noches. No tienen mucho que ver, pero a menudo sus historias se entrelazan en mis sueños.

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