Duraderos escudos de cristal
Símbolos monárquicos, republicanos y franquistas conviven en el Museo Geominero
El vidriero lo ha prometido: "Esta es la joya escondida de las vidrieras madrileñas". Aun así, la sala central del Museo Geominero impresiona. "Te lo dije", sonríe Jaime Pacheco bajo el inmenso techo de cristal coloreado. Diecinueve metros más abajo un grupo de escolares adolescentes flirtea perezosamente entre 250 vitrinas repletas de fósiles y minerales. Van en vaqueros, pero la elegante sala pide corsés y chisteras, sombrillas y bastones. La escena parece sacada de La edad de la inocencia, aunque la inocencia ahora lleve piercings.
Jaime Pacheco es vidriero desde los 17 años. La empresa de la que es socio, Vitralia, ha restaurado piezas en el Ministerio del Interior y el palacio del Defensor del Pueblo. Este museo está entre sus trabajos favoritos. En su cámara de fotos muestra cómo limpió la vidriera central haciendo equilibrismos sobre el techo de cristal con una aspiradora. Otras hubo que retirarlas por piezas para restaurarlas. ¿Se sigue trabajando igual que cuando empezó en el oficio? "Se sigue trabajando igual... ¡que en el siglo XIII!", ríe, aunque luego especifica que ahora los hornos son eléctricos y que para diseñar se usa el ordenador.
Las vidrieras del Geominero son de la elegante casa Maumejean, y se nota. "Son excepcionales, aunque para un lego, incluso una vidriera mala te anima una estancia llenándola de luz y color". Aquí el "el dibujo es de gran calidad y el emplomado es excelente", pero además las vidrieras ofrecen un escaparate simbólico de la España del siglo XX. La obra se alargó durante más de dos décadas, entre 1921 y los años cuarenta. Y todas las épocas dejaron su colorista sello en el edificio.
En la sala central adorna el techo un escudo real de Alfonso XIII, que inauguró la institución. Sin embargo, sobre la escalera de mármol de la entrada, otra inmensa vidriera vertical de los años treinta muestra un escudo de España con una muralla donde normalmente hay una corona, porque los cristales fueron instalados durante la II República. "No sé cómo sobrevivió al franquismo", dice Pacheco, que en los años ochenta se hartó de retirar vidrieras con escudos del régimen en edificios oficiales. Escudos con el águila de San Juan y el yugo y las flechas, iguales al de piedra que adorna la fachada del Museo, lo último que se construyó. Fue colocado cuando acabaron las obras del edificio en plena posguerra. "Ya no debía quedar sitio para ponerlo en una vidriera", comenta Pacheco. Los tres escudos conviven desde entonces con otros de Madrid y de las distintas provincias donde había jefaturas de minas. Sin embargo, el más repetido (está dibujado incluso en la mini-vidriera que adorna la puerta del pequeño ascensor) es el escudo del Cuerpo de Ingenieros de Minas: un mazo y un martillo cruzados por el mango. "Para ser vidriero hay que saber heráldica, imaginería religiosa, protocolo, historia... son muchas horas de biblioteca", dice Pacheco mientras relata la historia de los tres escudos, contradictorios vecinos en la misma casa.
"Lo que estropea las vidrieras es el tiempo y el clima, pero para ser de cristal, aguantan siglos", dice el vidriero. "Su mayor enemigo es la acción mecánica... Nadie las salva de una pedrada". Milagrosamente estos dibujos de vidrio han sobrevivido más allá de sus símbolos, como reliquias en cristal y piedra de lo que cambia la historia.
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