La nacionalidad no debería importar
Les propongo que hagan una pequeña encuesta entre sus amigos economistas. ¿En qué Estado de la Unión nació el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke? Apuesto a que muy pocos saben que el prestigioso académico es originario de Augusta, Georgia. Esta constatación puede ayudar a poner en perspectiva el debate sobre la sustitución de Jean Claude Trichet al frente del BCE, una vez que el principal candidato, el alemán Axel Weber, ha anunciado que se retira de la carrera. El que las posibilidades de los candidatos se evalúen en función de si procede de un país grande o pequeño, del Norte o mediterráneo, es muy revelador de los problemas que aquejan a la eurozona.
La nacionalidad no debería importar, y es preocupante que la renuncia de un solo hombre desencadene una crisis de este calibre. Pero lo cierto es que los equilibrios nacionales en el BCE han sido siempre una fuente de dolores de cabeza para el Consejo Europeo. Recuérdese el compromiso salomónico que acompañó al nombramiento del holandés Wim Duisenberg como primer presidente de la entidad o las luchas entre países grandes y pequeños por el reparto de los puestos en la Comisión Ejecutiva.
¿Alguien sabe en qué Estado de la Unión nació el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke?
Si el consenso es en torno al mejor candidato, la eurozona habrá reforzado su credibilidad
¿Realmente tiene el presidente del BCE un papel tan decisivo en la formulación de la política monetaria? Sobre el papel, el Consejo del BCE es una institución con un funcionamiento colegiado, donde las decisiones se toman en general por consenso. Los equilibrios regionales ya se tienen en cuenta en su composición, donde participan los gobernadores de los bancos centrales. El papel del presidente es, qué duda cabe, muy importante para construir ese consenso, así como para ejercer el necesario liderazgo dentro de la institución y, sobre todo, en la política de comunicación del BCE. A diferencia de la Reserva Federal, cuya comunicación descansa en la redacción calculada de sus comunicados (que ha dado lugar a toda una profesión de hermeneutas, los Fedwatchers), en el BCE tienen mucha más importancia las ruedas de prensa mensuales, en las que Trichet ha sido un maestro, sobre todo en el arte de no decir lo que no debe decirse.
El próximo presidente del BCE deberá afrontar decisiones muy difíciles en los próximos tiempos -lo que quizá ha sido un factor en la renuncia de Weber- y, sobre todo, deberá transmitirlas adecuadamente: el fin de la política de adjudicación plena de liquidez; las más que probables subidas de tipos de interés; la implementación del paquete de reforma financiera internacional, así como de la nueva arquitectura de la supervisión financiera en Europa; la resolución de las crisis bancarias pendientes; la reforma del Tratado; el diseño de los paquetes de rescate, y la reacción ante posibles reestructuraciones de deuda en algunos países de la eurozona. Hace falta una persona con experiencia, diplomática, flexible, que se identifique plenamente con los objetivos de la institución (sobre todo, con su independencia) y que sea un excelente comunicador.
Alemania no debería obsesionarse con la idea de un presidente alemán. La filosofía alemana impregna la institución, en sus estatutos, en sus políticas e incluso en su plantilla, especialmente en los puestos clave que preparan las decisiones de política monetaria. Lo cierto es que, con la renuncia de Weber y la designación de Jens Weidmann como presidente del Bundesbank, da la impresión de que Alemania renuncia a presentar un candidato. Si se descarta un alemán, la carrera se presenta sumamente abierta.
Mario Draghi es ciertamente el candidato más cualificado. Su experiencia en Goldman Sachs debería jugar a su favor, no en su contra, porque ahora más que nunca se necesitan banqueros centrales que conozcan desde dentro la toma de decisiones de los mercados financieros. Si finalmente se le descarta por ser sureño sería una mala noticia para Europa.
Los dos gobernadores de países pequeños que aparecen en las quinielas -Liikanen y Mersch- son personas cualificadas, pero no especialmente buenos comunicadores. Klaus Regling, el alemán que parece que sigue en la carrera, carece de experiencia como banquero central (y esto debería ser un requisito imprescindible en un momento tan complicado como el actual). ¿Y un candidato francés? Christine Lagarde sería una candidata excelente, de la que lo mejor que se puede decir es que, en su caso, no es necesario apelar a consideraciones de género, pero tampoco tiene experiencia en banca central. Christian Noyer, el gobernador del Banco de Francia, es uno de los arquitectos de la institución, de la que fue vicepresidente de 1998 a 2002.
Si los líderes europeos son capaces de llegar a un consenso en torno al mejor candidato -y no a uno de los cambalaches habituales en Bruselas, como ocurrió en el nombramiento del presidente del Consejo Europeo y la Alta Representante para Asuntos Exteriores, hace poco más de un año-, la eurozona habrá dado un paso importante para reforzar su credibilidad.
Santiago Fernández de Lis es socio de Analistas Financieros Internacionales (Afi).
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