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Reportaje:Primer plano

El próximo presidente del BCE será...

La renuncia de Weber abre un baile de candidatos con marcado acento político

Alicia González

El pasado 24 de noviembre, el todavía presidente del Bundesbank, Axel Weber, se reunía en París con un grupo de empresarios, políticos y altos cargos de la Administración francesa. Y lo hacía en la residencia del embajador alemán, el impresionante palacio Beauharnais construido en 1713, en pleno apogeo del estilo imperio y situado en el número 78 de la calle de Lille, a pocos pasos del Museo D'Orsay. El encuentro se desarrolló con unas palabras iniciales de Weber en defensa del euro y de la alianza franco-alemana seguidas de una cena debate que, según las crónicas periodísticas, se prolongó hasta bien entrada la noche. Weber ya había hecho viajes similares a otras capitales europeas, en una campaña cada vez más evidente de promoción de su candidatura a la presidencia del Banco Central Europeo (BCE). Como apuntó Les Echos, una clara operación de seducción.

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Lo que las crónicas de ese día no contaron, aunque no tardó en filtrarse a círculos políticos y financieros, es que Weber había solicitado para ese viaje una entrevista con el presidente de la República, Nicolas Sarkozy, en un intento de limar las manifiestas reticencias que el dirigente francés había expresado hacia su candidatura y sus posiciones de extrema ortodoxia en el banco central. Nada como un encuentro cara a cara, pensó Weber, para suavizar esas diferencias. Pero Sarkozy se negó a recibirlo. Quería dejar claro su rechazo a la candidatura del alemán. No olvidaba, como otros responsables europeos, que Weber se opuso a la compra de deuda pública por parte del BCE en plena crisis de la deuda soberana y que, además, rompió el secreto de las votaciones del Consejo al hacer pública su discrepancia.

La negativa de Sarkozy fue un duro golpe para Weber. No en vano, el banquero alemán ha justificado su abandono de la carrera para presidir el BCE por la "falta de apoyo" de varios líderes europeos a su visión de la política monetaria [ver páginas 6 y 7].

La noticia pareció pillar con el pie cambiado a la canciller, Angela Merkel, que queda en una posición bastante incómoda después de la defensa numantina de su candidato. De hecho, fuentes diplomáticas cuentan que cuando se le propuso que ofreciera un candidato alternativo a Weber, la respuesta del Gobierno alemán fue inamovible: "Solo hay un alemán en consideración para el cargo. Y ese es Axel Weber". Una apuesta muy fuerte que ayuda a entender su cese fulminante al frente del Bundesbank -un año antes de terminar su mandato- una vez que hizo público su abandono en la contienda por el BCE.

La idoneidad de Weber para el cargo podía ser más o menos discutida, pero sin duda era el candidato al frente de todas las quinielas para suceder a Trichet. Así que su renuncia ha abierto una seria fractura dentro y fuera de Alemania y el baile de candidatos no se ha hecho esperar. Los equilibrios geográficos, la nacionalidad de los contendientes y la capacidad de forjar alianzas por los distintos líderes europeos pueden demostrarse tanto o más importantes que el currículo del candidato elegido. Lo que no es un buen augurio para la moneda única.

"El papel que ha desempeñado Trichet en esta crisis ha sido decisivo. Por distintos motivos, el margen de actuación de los políticos nacionales estaba muy constreñido y con una Comisión [Europea] tan debilitada, solo él ha defendido indiscutiblemente el interés general de la eurozona. Así que no sirve cualquiera para sustituirle y no va a ser fácil encontrar a alguien que esté a su altura", dice un reconocido analista de la realidad comunitaria.

Precisamente, la importancia de la "única institución verdaderamente federal" descarta que la negociación sobre su futuro presidente forme parte de un paquete más amplio, que pudiera incluir apoyos al pacto de competitividad propuesto por Francia y Alemania o al aumento del presupuesto destinado al fondo de rescate, sostienen fuentes diplomáticas. De hecho, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaüble, ha asegurado que las discusiones sobre la presidencia del BCE no arrancarán hasta después del Consejo Europeo de finales de marzo. Otras cancillerías no ven el inicio de los primeros contactos hasta junio.

Lo cierto es que el Banco Central Europeo es, desde su nacimiento, una institución de marcado acento alemán. No solo porque su sede esté en Fráncfort, sino porque sus estatutos son prácticamente una copia de los principios que rigen el Bundesbank y el mandato único de su política monetaria es controlar la inflación, fiel reflejo de los fantasmas históricos de Alemania tras la hiperinflación del periodo de entreguerras. "El enfoque alemán de la política monetaria europea ha sido un pilar fundamental [del BCE] desde el primer día y ha demostrado ser un importante factor para reforzar la credibilidad del banco durante los recientes acontecimientos. Eso procede de la propia estructura de gestión de la entidad, y no solo por quién la dirija", defiende desde París Natacha Valla, economista para Europa de Goldman Sachs. Así que, a su juicio, "aunque sea algo muy simbólico, que Alemania se haga o no con la presidencia no cambiará en lo fundamental el equilibrio de poderes en el seno del banco y del propio eurosistema en su conjunto".

Pero no cabe duda de que Alemania ha perdido muchas opciones tras la marcha de Weber, aunque el Gobierno ha expresado su voluntad en que haya algún alemán en la puja final. Pese a esas declaraciones, Alemania "sigue sin un candidato creíble", responde a golpe de correo electrónico Peter Westaway, economista jefe de Nomura. Jürgen Stark, miembro del comité ejecutivo del BCE y economista jefe de la entidad, tendría una posición idónea para ocupar el cargo. Representa la ortodoxia monetaria más estricta, conoce la entidad y su ascenso permitiría dar entrada en el sanctasanctórum del banco a un representante de Francia, que quedará sin un nacional en el banco cuando termine el mandato de Trichet. Pero si una de las principales misiones del banquero central es comunicar bien su política y sus objetivos, entonces Stark "quedaría descartado de inmediato, aunque ha mejorado en estos años", dice alguien que le conoce. Stark, además, concluye su mandato en el banco dentro de tres años y habría que hacer una interpretación muy laxa de las normas de la entidad para que pudiera estar los ocho años como presidente que fija el reglamento. Uno de los alemanes más elogiados es Klaus Regling, presidente del fondo de rescate europeo, que tiene inmejorables referencias académicas pero carece del pedigrí del club de banqueros centrales. El último en incorporarse a la quiniela es el futuro presidente del Bundesbank, el hasta ahora asesor de Merkel Jens Weidmann. Demasiado cerca del poder político como para poder enarbolar la independencia que se le supone al BCE -una pega que se puede aplicar al Bundesbank-.

Con ese nombramiento, "parece claro que Berlín renuncia a que haya un alemán al frente del BCE", concluye Erik Nielsen, economista jefe de Goldman Sachs para Europa. Al menos, en esta ocasión.

"Dada su experiencia profesional, su gran reputación internacional y sus excelentes contactos políticos", justifican Julian Callow y Frank Engels, de Barclays Capital, "creemos que el nombramiento de Weidmann para la presidencia del Bundesbank reduce las posibilidades de que el Gobierno alemán presione en favor de su candidatura para suceder a Trichet en otoño. Es más probable que el Gobierno alemán quiera construir una candidatura más sólida ante el siguiente relevo en la presidencia del BCE, para 2019". Fuentes diplomáticas consultadas avalan esta tesis.

Hoy en día, "solo Mario Draghi es un candidato a la altura del legado de Trichet", apunta desde Bruselas un académico. El gobernador del Banco de Italia y presidente del Consejo de Estabilidad Financiera es el favorito de analistas y casas de apuestas. Su voluntad de asumir el reto ha quedado clara. Poco después de la renuncia de Weber, Draghi concedía una entrevista al Frankfurter Allgemeine Zeitung -el periódico de obligada lectura para los conservadores germanos- donde ensalzaba las virtudes del modelo alemán y ratificaba su compromiso con la austeridad fiscal y la lucha contra la inflación. "Deberíamos seguir todos el modelo alemán", declaraba. Pero es difícil luchar contra una desconfianza largamente asentada, como reflejaba el populista diario Bild, que, junto a una foto del italiano, titulaba: "Mamma mia. ¡Por favor, no este italiano!".

Draghi cuenta con "una sólida experiencia económica, una destreza diplomática reconocida y un profundo conocimiento de los mercados financieros, así como muchas de las cualidades personales de Trichet", explica Westaway. Su paso por Goldman Sachs y el polémico papel jugado por el banco estadounidense en la crisis financiera y en la gestión de la deuda griega claramente no le ayudan. Pero, sobre todo, es que el escenario se había diseñado para que fuera un alemán quien estuviera al timón del BCE. El vicepresidente del banco, Vitor Constanzio, es portugués, y la nueva autoridad bancaria europea está dirigida por otro italiano, Andrea Enria. Alemania no va a ceder la política monetaria y financiera de la eurozona a los países del Sur.

"Quien dirija el BCE debe ser un alemán. No necesariamente de pasaporte sino en el sentido de que debe ser alguien que cuente con el beneplácito de Berlín. Es una regla no escrita que funciona", alegan fuentes diplomáticas.

En esa órbita se situarían Erkki Liikanen, gobernador del Banco de Finlandia, y Nout Wellink, del banco central de Holanda. El hecho de que el predecesor de Trichet y primer presidente del BCE, Wim Duisenberg, fuera holandés descarta casi automáticamente a este último. "Liikanen goza de amplia experiencia y contactos en el mundo de la política y de las finanzas -fue ministro de Economía de su país y comisario-, pero la máxima autoridad comunitaria en materia económica, Olli Rehn, también es finlandés, con lo que sus posibilidades disminuyen seriamente", apuntan fuentes de la capital europea. Lo mismo sucede con el luxemburgués Yves Mersch, que comparte la nacionalidad de Míster Euro, el primer ministro Jean-Claude Juncker.

Alguna posibilidad más tendría Athanisos Orphanides, el gobernador del banco de Chipre, con un imponente currículo académico y gran experiencia en la Reserva Federal. Su mayor debilidad es la falta de peso político de su país y su origen demasiado periférico para el gusto alemán.

Trichet permanecerá en su cargo hasta el 31 de octubre y ocho meses es demasiado tiempo como para apostar por un candidato claro. Pero como señala una fuente comunitaria, "llama la atención que haya tan pocos candidatos potenciales, entre 17 bancos centrales, y que no haya realmente un sustituto entre ellos".

El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, en septiembre pasado.
El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, en septiembre pasado.AFP

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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