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Una feria de arte en la encrucijada

Arco se encara con su porvenir

El optimismo reina en el arranque del treinta aniversario de una cita obligada a redefinirse - Las primeras ventas animan a las galerías en una hora incierta

Más o menos a las dos de la tarde, cuando los nubarrones que se cernían sobre el cielo de Madrid se fueron momentáneamente por donde habían venido, la tensión se desdibujó de las caras de los galeristas (197, venidos de 26 países) de Arco y la cerveza, de una de las firmas colaboradoras de la cita con el arte contemporáneo, comenzó a correr en la zona VIP. La edición del 30º aniversario , la de la urgente redefinición, la de la renovación o la muerte, había echado a andar después de todo... ¡y se cerraban tratos! Hasta cabría decir que a un ritmo como de otra época, distinta de estos tiempos inciertos, en los espacios habituales, Helga de Alvear, Soledad Lorenzo o Espacio Mínimo.

La propuesta global tenía un aire más contenido, acorde con los tiempos
¡Se cerraban tratos!, y hasta cabría decir que a un ritmo de otra época
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Los coleccionistas, esas figuras que en capítulos anteriores parecieron cosa de un pasado mítico, se paseaban hechos carne por los pasillos sin moqueta (sencillo acierto de la nueva directiva), que se antojaban amplios, amplísimos gracias a la drástica reducción de convocados y del espacio expositivo (dos pabellones, y mejor organizados).

Tras una alocución del representante de Ifema Luis Eduardo Cortés (poco memorable, de no ser por el surrealismo de haber sido pronunciada solo en inglés), Carlos Urroz, nuevo director de la feria aunque viejo conocido de ella (ejerció de segundo con Rosina Gómez Baeza) demostró en qué había concentrado los esfuerzos del trabajo de su equipo: en la internacionalización de la feria. Así venía a demostrarlo tanto la interesante sección Opening, de nuevas y jóvenes galerías europeas dispuestas con las liturgias de un kunsthalle, como la presencia de leyendas del coleccionismo, como Anita Zabludowicz.

Menos pedigrí, pero una abultada chequera tienen los Abramovich, Roman y Daria Zhukova, su novia aficionada al arte contemporáneo y directora del centro The Garage en Moscú (representado en la arrinconada y modesta zona institucional de Arco). La pareja es, sin duda, la gran esperada de esta edición consagrada sin demasiado lustre, cierto es, a Rusia (que ha enviado una discreta legación de ocho galerías). "Si viniera", explicó Urroz, nervioso y sonriente, "no nos enteraríamos antes porque viene en su avión privado... Sería muy interesante para los galeristas".

Mientras el mundo espera el advenimiento del dueño del Chelsea, una de las coleccionistas más madrugadoras (con permiso del matrimonio Elena y Norman Foster) fue Carmen Cervera. Tras anunciar con desparpajo que el ministerio de Cultura ha pedido a sus abogados que pospongan seis semanas más la fecha para negociar el futuro del préstamo gratuito de la colección Carmen Thyssen (esto es, hasta mediados de abril), la baronesa hizo partícipe a la prensa de sus tempranas adquisiciones: Espejos y neón de Ivan Navarro en la Galería Distrito 4 y una obra de Juan Genovés en la Galería Marlborough.

Fue precisamente allí donde se produjo una de las irónicas y tozudas paradojas de treinta años de arte contemporáneo en España -los mismos que se celebran en esta edición con exposiciones de fotografías de Luis Pérez Mínguez o un recorrido por las mejores adquisiciones del comité de compras de la feria-: la obra que más tumultos ocasionó durante la mañana fue uno de esos obsesivos lienzos de Antonio López (Vista desde Torres Blancas), que además lucía el honor de ser con sus 2,5 millones de euros "la más cara de la feria", según un primer y apresurado sondeo. "Si al final resulta que lo que sigue gustando es eso", se lamentaba el director de un museo. "Y eso que estos dos días son los de los profesionales".

Cerca de allí, más exquisitos fervores despertaba el pintor alemán Neo Rauch. Traído por la galería Eigen, de Leipzig (primera vez en Arco), la única que le representa, a última hora de la mañana solo quedaba un solitario óleo de los suyos por colocar (a 680.000 euros). Pero incluso para los que levantaban el labio superior en señal de hastío ante la idea de una sucesión de los cotizadísimos rauchs ("es taaaan 2005") había mucho por descubrir en la sección Opening ("la más interesante para los comisarios", según Urroz) y en algunas aportaciones de Solo Projects (es conocida la mecánica: un galerista se concentra en la propuesta un solo artista). En un conjunto en el que, alguien lo hizo notar, no había mujeres, destacaban las piezas de Marc Miralda o los delicados mundos de Carlos Garaicoa.

Sí quedó la sensación tras una primera toma de contacto que esta vez las piezas exageradas y tendentes al escándalo se han quedado en casa. La propuesta global tenía en definitiva un aire más contenido, acorde con los tiempos.

Acaso a esa impresión de contención contribuyó definitivamente algo tan sencillo como el suelo, que lucía industrial ("berlinés", en la jerga del arte). Un acierto, aunque no todos estuvieran de acuerdo. Como la neoyorquina Edward Tyler Nahem Gallery, que para desplegar su epatante oferta (Lichtenstein, Kusama, Ruscha, Saura...) enmoquetó los metros cuadrados que había alquilado.

El director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, (izquierda) ante una obra de Enrique Marty.
El director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, (izquierda) ante una obra de Enrique Marty.BERNARDO PÉREZ

Mapa para un recorrido por los hitos de la feria

- Una artista. Dora García llega cambiada a esta edición de Arco. Llamada a ocupar el pabellón español en la próxima bienal de Venecia, se puede contemplar su obra en Juana de Aizpuru. Presenta un gran panel que habla de la identidad, la intimidad, de la locura y la adicción. Sobre una vitrina, tacos de folios se amontonan con textos llenos de sentencias sobre el significado del arte. En medio de la sala, un árbol que habla del pulso que la vida mantiene frente a los elementos: 70.000 euros

- El vídeo. Es de la suiza Pipilotti Rist (Suiza) y uno de los pocos de relieve en una cita que no presta la atención de otras ediciones al medio. Está en la galería Luis Adelantado (Valencia). Lo protagoniza una vagina en movimiento durante 20 minutos. Ayer se había vendido ya una copia por 70.000 euros. En esta galería está también otra de las piezas estrella de la feria, por cruda: la escultura de una mujer joven y la firman Iris van Dongen y Kimberly Clark.

- Una galería emergente. Oliver Koerner von Gustorf (Berlín) visita Arco dentro de la sección Opening, que ha diseñado la comisaria Maribel López. En uno de los cuadros de Nikolaus Utermöhlen se ve a un joven contemplando su propio sexo; en otro, un hombre desnudo con el rostro cubierto exhibe también sus órganos genitales. Músico y abanderado del movimiento gay, su temprana muerte, a los 37 años, a consecuencia del sida, le convirtió en un artista de culto.

- Compradora / vendedora. Pocas cosas escapan en Arco a la influencia de Helga de Alvear. La galerista, que el pasado año no acudió a la feria de arte, rebosaba ayer satisfacción. "Esta feria está pensada en los artistas. Se ve muy bien lo que queremos exponer. ¿Que si venderemos? Yo misma he vendido ocho obras y he comprado otras tantas". Porque sí, De Alvear, además de galerista es una de las más importantes coleccionistas de la feria (y de Europa). Además, forma parte del comité de esta edición y ha sido reclamo de algunos de sus invitados ilustres.

- El grupo escultórico. Enrique Marty es un clásico de las propuestas de Espacio Mínimo y de Arco. Sus figuras hiperrealistas retratan esta vez a los filósofos Friedrich Nietzsche y Michel Foucault "en el infierno".

- La visita rusa. Entre la escasa y no demasiado brillante aportación rusa a la feria (es el país invitado) destaca la galería Marina Gisish, de San Petersburgo. Allí se acumulaban ayer los puntos rojos que adornaban una obra de Marina Alexeeva, unas cajas en las que vídeo y holograma se funden para contar historias inquietantes de personajes misteriosos en escenarios tenebrosos. Cada copia, 6.000 euros.

- 'Photo oportunity'. Una de las piezas más retratadas de la feria fue ayer la que el dúo de artistas cubanos Los Carpinteros han creado para el espacio de EL PAÍS. Se trata de una oficina que vuela por los aires o pende de infinidad hilos, según se mire, que se fijan a una estructura colocada en el techo a gran altura.

- La fotografía. La trae la siempre exquisita galería bonaerense Jorge Mara. Es la serie de fotomontajes que la artista Grete Stern, hija de la explosión creativa y vanguardista de la Bauhaus, creó en los treinta para la sección de la popular revista femenina Idilio. Ilustraban los sueños que enviaban las lectoras para una sección titulada: "El psicoanálisis les ayudará".

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