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"Barcelona és dona"

Barcelona necesita un buen golpe de timón -y no precisamente el de Artur Mas- si no quiere perder el rumbo y ahogarse en el éxito del turismo de masas. La falta de política cultural de estos últimos años no ha hecho más que desvirtuar el modelo Barcelona que creó Pasqual Maragall al mando de un buen equipo y descerebrar la ciudad hasta decir basta.

La ciudad pide cambios y el PSC se ha propuesto debatir entre dos modos de enfocar el tema. Pero la federación socialista de Barcelona y su capitán Jordi Hereu no han hecho autocrítica de su gestión, que sigue siendo un sobresalto continuo. El último disparate es la concesión del premio de Arquitectura y Urbanismo Ciutat de Barcelona al director de obras de la Sagrada Familia por el eco mediático que ha conseguido.

800 años después del primer Consejo de Ciento, ni una sola mujer ha dirigido el Ayuntamiento de Barcelona

Hacía tiempo que no se oía mayor dislate que dar un premio a una obra que se ha saltado las leyes democráticas, hecha sin licencia y sin control de materiales y planos: a la buena de Dios, como si la Iglesia volviera a recuperar sus antiguas maneras de hacer. Y en un momento crucial en que están cerrando los buenos despachos de arquitectura y que está lleno el campo de jóvenes propuestas de arquitectos mucho más edificantes y válidas para los tiempos que corren. Con este premio se proclama el fin de la Barcelona que se había erigido en vanguardia de la Arquitectura. Ahora lo que se premia son los ecos mediáticos.

Jordi Hereu es un pusilánime que se ha rendido al poder: al de la Iglesia (visita del Papa y presencia constante en actos religiosos); al del dinero, dando licencias a constructores infames que no respetan el espacio público (La Rotonda, el Palau de la Música) ni la obra de arte (el entorno de Casa Batlló). Hereu se ha rendido ante la corrupción en Ciutat Vella, sacrificando a una concejal de primera categoría como Itziar González. Ha claudicado, finalmente, ante los caprichos de los vecinos (las pajarerías de La Rambla o los jardincillos descuidados frente a los huertos urbanos) y ha vendido la ciudad al turismo de ocasión en detrimento del ciudadano de a pie. Todo esto sin olvidar el estrepitoso fracaso de la reforma de la Diagonal.

Ahora, frente a la modorra y los desatinos, vuelve la ilusión con Montserrat Tura. Ella mide bien sus pasos, su tiempo político y, de momento, se dedica a hablar de sí misma y de sus logros con pudor y elegancia. Ha dejado una buena imagen allá donde ha mandado: es trabajadora, inasequible al desaliento, buena gestora y sobre todo buena compañera, fuerte y tierna, firme y valiente, independiente y rebelde.

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Pura y dura es la Tura. Viene de un ambiente donde la figura familiar de su tío, Jordi Solé Tura -el preclaro, padre de la Constitución, adalid de las libertades en su lucha contra la dictadura y víctima del nacionalismo- fue un punto de referencia constante. Luchadora y resistente contra el franquismo, miembro del núcleo duro del PSC y siempre fiel a la figura de Pasqual Maragall, Tura prioriza sus ideas frente a las de su partido. Tiene convicciones laicas y madera de líder. Escuchar, contrastar, compartir y comunicar: la doctora Montserrat Tura lo tiene claro: su patria es el socialismo y su adversario el nacionalismo.

Conviene recordar también que 800 años más tarde de que se convocara el primer Consejo de Ciento, ni una sola mujer ha estado al mando del Ayuntamiento de Barcelona.

María del Mar Arnús es historiadora del Arte

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