El paso firme de la Historia.
En la antigüedad se derrocaba a los tiranos pegándoles un tiro. Ahora el tiro te lo tienes que dar tú y lo más que consigues es que el tirano cambie de país llevándose una tonelada y media de oro. Tal es lo que ocurrió en Túnez, donde el suicidio de un ciudadano acabó en pocos días con el régimen de Ben Ali, que ahora se toca la barriga en un emirato árabe donde ha recibido asilo, increíblemente, de carácter político. El suicida es la momia yacente de la foto, todavía con vida, a la que el tirano tuvo el estómago de visitar para comprobar los desperfectos. El tirano es el señor de la izquierda unos días antes de largarse con todo el producto interior bruto de su país a lugares más templados. Mientras el uno se iba a la otra vida con el cuerpo hecho un cristo, el otro se largaba a Arabia Saudí con los riñones forrados. Parece que hay un consenso ecuménico según el cual resulta más civilizado que el oprimido acabe consigo mismo en vez de acabar con el opresor.
Bueno, ya sabemos cuánta gente tiene que arder a lo bonzo en Túnez para que ocurra algo. Ahora, dada la situación de indefensión general de los pobres de la Tierra, convendría calcular cuántos ciudadanos han de arder, no sé, en Marruecos, cuántos en Argelia, cuántos en Rusia, pero también cuántos en España, Francia o Luxemburgo. Ahí tenemos la demostración de que la historia se dirige con paso firme hacia ningún sitio. Esta foto en la que el quemado ha de soportar antes de morir la visita del dueño de la gasolina es una lección impagable de zoología. No se pierdan la actitud reverencial del cuerpo médico.
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