Los viejos de Internet, los nuevos del periodismo
Una compañía que hace menos de 10 años estaba valorada en más de 230.000 millones de dólares (170.000 millones de euros), que tuvo la osadía de zamparse a la todopoderosa Time Warner, que representó desde su fundación la visión del Internet cerrado y de pago, busca hoy su futuro comprando periodismo.
Pero no cualquier periodismo, ni a cualquier precio. Compra marca, pero una marca casi unipersonal y con tan solo cinco años de vida. Pero no compra el lastre de una superestructura ineficaz. Compra contenidos y talento periodístico. Pero no las maneras de comunicarse con la audiencia de los medios tradicionales. Compra lectores y usuarios, pero no al precio que otrora se estilaba en las operaciones entre grupos editoriales que fundamentaban sus ingresos en las ediciones impresas.
AOL compra talento, pero no solo. También compra estrategia
Arianna Huffington, cargada de contactos y de instinto, ha logrado aupar su medio al tercer puesto entre los sitios de información más seguidos en el mundo. Se puede no estar de acuerdo con sus estrategias de agregación. Se puede criticar su diseño. Se puede polemizar sobre la estructura y la calidad de la información. Pero la realidad es tozuda y el éxito en seguimiento e influencia, indiscutible. Y es ahora, con The Huffington Post mirando de tú a tú a The New York Times, robándole lectores y en cualquier momento periodistas, cuando AOL, una "vieja" empresa de la nueva economía, que ve desangrarse sus cuentas año a año, intenta reverdecer sus mejores tiempos comprando talento periodístico, pero no solo, también compra estrategia.
AOL ya apuntó maneras en sus adquisiciones más recientes. TechCrunch y Engadget, blogs especializados en tecnología, aportaban un acercamiento a comunidades de intereses muy activas y muy receptivas. Y a unas estructuras de costes de fabricación de la información extraordinariamente competitivas. Ahora remata la jugada comprando The Huffington Post y poniendo al frente de las decisiones editoriales de todo AOL a Huffington, su fundadora.
Y lo hace en un momento especialmente angustioso y a la vez excitante para la prensa y para los periodistas. Con todas las grandes compañías tradicionales de comunicación buscando caminos para reinventarse, para seguir siendo protagonistas en estos nuevos tiempos en los que la tecnología parece dominarlo todo. Cuando Rupert Murdoch, otro de los grandes protagonistas del momento, batalla por poner precio de portada a sus sitios de Internet y experimenta con nuevas cabeceras para nuevos soportes, parece que los estrategas de AOL apuestan por otras soluciones. Más abiertas, más participativas, más innovadoras en el uso intensivo de la tecnología, menos nostálgicas de un pasado de control casi oligopólico de la información que ya nunca volverá.
Y sí, una empresa de Internet -aunque sea de las viejas- busca su salvación en el periodismo -del nuevo, por supuesto-. Es una buena noticia para nuestro oficio, pero solo para los que sepan interpretarla desde la humildad de los nuevos tiempos y sepan escuchar lo que el actual ecosistema de la información nos grita todo el rato: el buen periodista, el buen periodismo, tiene que demostrar su utilidad y su relevancia y su compromiso con las audiencias de manera permanente para poder sobrevivir.
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