"Dijeron que yo nunca había parido allí"
"El mes que viene cumplirá 33 años. No me dio tiempo a ponerle nombre, pero quería llamarla Desiré". Dolores Chumillas tenía 30 cuando dio a luz en la clínica San Francisco Javier de Bilbao en 1978. "Me quedé embarazada y mi madre me obligó a casarme con el padre. Yo era muy ignorante, muy ingenua. No había estudiado. Sé leer, pero apenas escribir. Nunca había salido de mi pueblo, Alcantarilla (Murcia)".
Obligada por sus padres, se casa con su novio y se traslada a Bilbao por el trabajo de él. Pero pronto empiezan los problemas. "Mi marido bebía mucho, tenía muchísimos celos". Un día rompe a llorar en la iglesia. "El cura de la parroquia, Francisco, me habló de una señora que tenía un piso de acogida y me podía ayudar", explica por teléfono desde su casa en Alcantarilla.
Embarazada de un mes, Dolores deja a su marido y se va a aquella casa. "Había 20 mujeres embarazadas, madres solteras. La mayoría eran gente bien así que yo me convertí en la fregona de todas: todos los días hacía las camas y la comida para todas. Lo pasé muy mal. Aquella mujer tenía varios pisos así en Bilbao. Era muy poderosa. Tenía una foto con el Papa en casa".
"El parto fue muy complicado. No volví a tener más hijos. Pero la niña nació hermosa, tres kilos ochocientos gramos. Una monja le hizo una foto y me la dio. Es la única que tengo de ella".
Dolores ya no volvió a ver a su hija. Luego tuvo información de que la habían vendido por 200.000 pesetas. A ella le habían hecho pagar 12.000 por el parto. "A los dos días de dar a luz me echaron de la clínica. Una monja me dijo que era mejor que la niña se quedara. Entonces no entendí que me la estaban quitando, no se me pasó por la cabeza. Cuando volví a por ella, me dijeron que yo nunca había dado a luz allí, que mi nombre no estaba por ningún sitio. Una de las embarazadas que había en el piso me llamó y me dijo que a mi hija la habían vendido por 200.000 pesetas. No le pregunté cómo lo sabía. No le pregunté nada porque me quedé hecha polvo".
Su familia no quiso ayudarla. Dolores contrató detectives privados. Tras haberse gastado más de 6.000 euros -en sobornos para las monjas y la gente que podía saber dónde estaba, le decían- ni una pista. Hoy está muy enferma. "Quiero verla antes de morir. Contarle mi historia. Decirle que yo no la vendí ni la abandoné".
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