El tiempo perdido
ALGUNOS DE LOS PRESENTES en la presentación
del Informe económico del presidente
del Gobierno comentaron al salir: lástima de
tiempo perdido. Percibían que estaban de
acuerdo con la dirección de la política económica
por primera vez en muchos meses,
pero también que ya no habría posibilidad
de aplicarla. El tempo político y los mercados
de deuda no le concederán otra oportunidad.
A pesar de estas limitaciones, es positivo
el nuevo intento de llegar a un pacto de
Estado sobre las reformas que necesita la
economía española para recuperar la competitividad
perdida. Es lo que demanda la
sociedad civil y sus diferentes representaciones
desde hace al menos dos años, y a lo
que nuestros representantes han hecho oídos
Todos saldrían ganando con un pacto en el que participasen Zapatero, Rajoy, Toxo, Méndez y Rossell. Daría fortaleza
sordos por pura estrategia partidista. Se
trata de evitar otra frustración como la que
supusieron los olvidados Pactos de Zurbano
el pasado marzo, que parieron un ratón.
Para que este pacto tenga sentido debe
contemplar dos condiciones: que sea transversal
(que participen las distintas Administraciones
del Estado, las principales fuerzas
políticas y los agentes económicos y sociales)
y que duremás de lo que resta de legislatura
(por ejemplo, los cinco años que citó
Zapatero como periodo para volver a la creación
de empleo), de modo que, gobierne
quien gobierne, haya continuidad en la política
económica y no tenga la oposición enervante
de quien esté enfrente.
Si uno de los problemas más notables
que padecemos es la incertidumbre —de
los ciudadanos, de los inversores, etcétera—
además de cumplir los compromisos adquiridos
en materia de déficit público y de las
reformas en marcha (la más urgente es la
del sistema financiero, para limitar la vulnerabilidad
de bancos y cajas), es imprescindible
un acuerdo demodernización entre fuerzas
políticas diversas, lo que conllevaría que
todas ellas deberían ceder en sus posiciones
de principio y consensuar las dosis de austeridad
compartida en las que coincidan. La
fotografía de Zapatero, Rajoy, Toxo,Méndez
y Rosell, entre otros, no sería una trampa
propagandística, sino el símbolo de una fortaleza
de la economía española que aún no
se ha manifestado a pesar de las enormes
dificultades por las que transita el país.
Todos saldrían ganando: el Gobierno, un
balón de oxígeno a corto plazo; los sindicatos,
salir de una dinámica infernal que les
conduciría a convocar otra huelga a sabiendas
de que podría tenermenos seguimiento
que la anterior; la patronal, legitimar la estrategia
y la imagen de su nuevo presidente,
después de tanto desgaste como interlocutor
eficaz. Y el PP, obtener la seguridad de
que podrá gobernar con los apoyos suficientes
y que la coyuntura que le tocará administrar
no será tan catastrófica como la de ahora,
y ello a sabiendas de que por mucho
fuelle que adquiera el Ejecutivo actual no
será suficiente para cambiar la tendencia
que indican las encuestas. Además, daría
por fin la imagen de partido de Estado que
pone por delante los intereses generales que
los particulares.
¡Qué cuento de hadas!
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