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OPINIÓN
Columna
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El tiempo perdido

Joaquín Estefanía

ALGUNOS DE LOS PRESENTES en la presentación

del Informe económico del presidente

del Gobierno comentaron al salir: lástima de

tiempo perdido. Percibían que estaban de

acuerdo con la dirección de la política económica

por primera vez en muchos meses,

pero también que ya no habría posibilidad

de aplicarla. El tempo político y los mercados

de deuda no le concederán otra oportunidad.

A pesar de estas limitaciones, es positivo

el nuevo intento de llegar a un pacto de

Estado sobre las reformas que necesita la

economía española para recuperar la competitividad

perdida. Es lo que demanda la

sociedad civil y sus diferentes representaciones

desde hace al menos dos años, y a lo

que nuestros representantes han hecho oídos

Todos saldrían ganando con un pacto en el que participasen Zapatero, Rajoy, Toxo, Méndez y Rossell. Daría fortaleza

sordos por pura estrategia partidista. Se

trata de evitar otra frustración como la que

supusieron los olvidados Pactos de Zurbano

el pasado marzo, que parieron un ratón.

Para que este pacto tenga sentido debe

contemplar dos condiciones: que sea transversal

(que participen las distintas Administraciones

del Estado, las principales fuerzas

políticas y los agentes económicos y sociales)

y que duremás de lo que resta de legislatura

(por ejemplo, los cinco años que citó

Zapatero como periodo para volver a la creación

de empleo), de modo que, gobierne

quien gobierne, haya continuidad en la política

económica y no tenga la oposición enervante

de quien esté enfrente.

Si uno de los problemas más notables

que padecemos es la incertidumbre —de

los ciudadanos, de los inversores, etcétera—

además de cumplir los compromisos adquiridos

en materia de déficit público y de las

reformas en marcha (la más urgente es la

del sistema financiero, para limitar la vulnerabilidad

de bancos y cajas), es imprescindible

un acuerdo demodernización entre fuerzas

políticas diversas, lo que conllevaría que

todas ellas deberían ceder en sus posiciones

de principio y consensuar las dosis de austeridad

compartida en las que coincidan. La

fotografía de Zapatero, Rajoy, Toxo,Méndez

y Rosell, entre otros, no sería una trampa

propagandística, sino el símbolo de una fortaleza

de la economía española que aún no

se ha manifestado a pesar de las enormes

dificultades por las que transita el país.

Todos saldrían ganando: el Gobierno, un

balón de oxígeno a corto plazo; los sindicatos,

salir de una dinámica infernal que les

conduciría a convocar otra huelga a sabiendas

de que podría tenermenos seguimiento

que la anterior; la patronal, legitimar la estrategia

y la imagen de su nuevo presidente,

después de tanto desgaste como interlocutor

eficaz. Y el PP, obtener la seguridad de

que podrá gobernar con los apoyos suficientes

y que la coyuntura que le tocará administrar

no será tan catastrófica como la de ahora,

y ello a sabiendas de que por mucho

fuelle que adquiera el Ejecutivo actual no

será suficiente para cambiar la tendencia

que indican las encuestas. Además, daría

por fin la imagen de partido de Estado que

pone por delante los intereses generales que

los particulares.

¡Qué cuento de hadas!

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