Galcerán toma Madrid antes de conquistar París

Hay autores a los que un éxito temprano les pesa como una losa el resto de su vida. No hay más que recordar cómo Antonio Buero Vallejo se mostraba un tanto harto de Historia de una escalera, su primer gran triunfo, porque sostenía que impedía que crecieran otras comedias suyas. No es el caso de Jordi Galcerán (Barcelona, 1964). Está encantado con El método Grönholm, exitosa obra que tras una fructífera vida escénica en España y después de ser llevada al cine, aún continúa arrasando. Y el autor espera que ocurra lo mismo en París, donde se estrena el 1 de febrero en el Teatro Tristan Bernard.

La cosa es así de sencilla para este autor: El método... le permite olvidarse de problemas económicos y dedicarse a la escritura. "Un fenómeno así sé que ocurre una vez en la vida", dice. Pero la primera comedia con la que él se sintió satisfecho y fue consciente de que eso era lo que quería hacer, no fue su afamado texto, sino Fuga, pieza escrita en los años noventa, que contó con algún montaje en catalán y que ahora se estrena en castellano de la mano de un ambicioso montaje de Trasgo Producciones. La andadura de este montaje se inició ayer en el Teatro Alcázar de Madrid. Coincide con una nueva puesta en escena de Palabras encadenadas, obra de la que también hay versión cinematográfica. Es Teatro La Ruta quien trae la obra, también ayer, a otro escenario madrileño, el Nuevo Teatro Alcalá. Es lo que tiene estar de moda. Y Galcerán lo está.

A priori se puede pensar que Fuga es una reflexión más sobre la corrupción en el mundo de la política. Pues no. Aunque arranque contando la historia de un ministro del Gobierno que acaba de dimitir por un escándalo de corrupción. Un constructor que contrataba su ministerio le ha reformado el chalé gratis, lo que ha echado al traste su carrera política. Y privada. Su mujer le ha abandonado por el periodista que destapó el caso. Está realmente hundido.

"No hay que olvidar que las comedias tienen que salir del dolor, lo cómico y lo trágico son dos sensaciones muy cercanas; como dice Woody Allen la comedia es tragedia más tiempo", dice el autor catalán.

Fuga es solo una comedia de timadores. "Muy de género, el político surgió porque cuando escribía el texto hubo un caso similar y le puse de incauto al que timan, solo era un elemento útil para meterlo en mi enredo", explica el dramaturgo.

Los personajes han caído en manos de un buen puñado de actores; algo que, según Galcerán, es fundamental: "En esta obra tienen que convencer al público de situaciones que están en el límite". Son Amparo Larrañaga, José Luis Gil, Kira Miró, Francesc Albiol y Mauro Muñiz de Urquiza, quienes han sido dirigidos no solo por la británica afincada en España Tamzin Townsend, sino también por el grupo Yllana, que les ha echado una mano en lo que a dirección gestual se refiere.

Todos se enredan en una complicada trama: "Me apetecía mucho una comedia de timadores a la anglosajona, y en este caso el timo es tan disparatado que el público no se puede salir de la historia, el reto es que los actores sepan enganchar y conseguir que sea creíble todo, como en la mayoría de mis comedias", argumenta el autor, consciente del riesgo: "Estoy jugando al límite y a veces pienso que si hago un giro más no se lo creerán". Galcerán hace suya la máxima de David Mamet: "La preocupación del autor debe ser que el espectador esté pendiente de qué va a pasar luego". "Si consigo eso", dice, "es que hablo de un tema que importa y que la historia engancha".