Wikipedia o el saber de pasar el rato
Es chocante. Cuando parecen más ignorantes los alumnos y las escuelas se hallan en franco descrédito, la gente no cesa de querer saber. ¿Una consecuencia de que institucionalmente no les enseñaron nada? Puede ser. El hecho clamoroso es que jamás habían logrado más éxito las obras orientadas a suplir las lagunas históricas, matemáticas o filosóficas, y los libros con aportaciones para completar el conocimiento sobre los egipcios, los romanos o los hombres de las cavernas se convierten en best sellers junto a los opúsculos sobre Sócrates, Platón, la ética o el hedonismo, las matemáticas o el misterio de los números.
De esta popular demanda de saber no es una consecuencia sino su colofón la Wikipedia y los diversos sitios en la Red donde se responde a las preguntas de las masas tenidas por ignorantes, suspendidas en el colegio, expulsadas de los institutos, fatalmente maleducadas.
Hoy, desordenadamente, el saber es una divertida y multitudinaria manera de gozar, jugar, amar...
Este mismo periódico informaba ayer (Miguel Ángel Méndez desde San Francisco) del éxito de Ask.com que suda tinta china para responder incesantemente a las cuestiones de casi 100 millones de usuarios. La gente, como decía el programa de Mercedes Milá, quiere saber y quienes saben, con o sin título, desean enseñar.
Las contestaciones automáticas de Ask.com comprenden el 60% de su oferta, el resto provienen de las respuestas que procura la gente alrededor. La gente o el coro colectivo que, congregados como aficionados, hacen de la sabiduría una provisión sabrosa, divertida y oportuna.
Nunca antes hubo en el mundo una enciclopedia tan vasta como Wikipedia, fundada en 2001 por Jimmy Wales y Karry Sanger, dos tipos norteamericanos de los supuestamente simplones e ignorantes. Antes de Wikipedia el primer puesto enciclopédico fue obra de los chinos (efectivamente), que bajo la dinastía del emperador Ming Cheng Zu, en el siglo XV, redactaron el Yongle Dadien -Gran Colección de la era Yongle-. En torno a 1408, 2.100 redactores llegaron a concluir un monstruo omnívoro del saber total, según contaba Paolo Fabri, hace unos dos años en Revista de Occidente.
Esta obra china contaba con 11.000 volúmenes que comprendían 22.817 capítulos, cada uno correspondiente a un ideograma, clasificado a su vez por claves. La disposición era fonética, no sistemática. Es decir (por decir algo): las entradas estaban dispuestas de acuerdo a las 76 sílabas finales. Este mamotreto gigantesco a cuyo lado la Enciclopedia Británica, el Larousse o la Encyclopédie son meros libros de bolsillos terminó en cenizas, como tantas obras chinas, durante la loca y pintoresca guerra de los boxers. Pero los chinos son así para casi todo: inventan la pólvora y la gastan en fuegos artificiales, inventan el papel y lo dedican a los retretes, introducen el timón y no son capaces -en el pasado- de salir bogando del siglo XVIII.
Hoy China es ya otra cosa. Otra cosa aprendida del saber occidental y, probablemente, de obras mundializadas tan democráticamente como la Wikipedia, un monumento del conocimiento que no brota del sabio excepcional, sino de millones de sabihondos, una realización universal que no sigue el rigor de la universidad ni la severa fiabilidad de sus tremendos postulados.
En Wikipedia conviven la verdad con la falsedad, la certeza con el desatino, el grupo de los "inclusionistas" partidarios del todo vale y el de los "tachadores", enemigos de la lasitud. En Wikipedia la enciclopedia se abandona -como Fabri apuntaba- el prurito de la enciclo-pedia (el ciclo del saber) para inaugurar la Espiropedia. Una espiral del conocimiento que se vuelve sobre sí, habla contra sí y contra otros, se muestra a favor o en contra de esto o de aquello, exalta el saber horizontal sobre el saber piramidal, allana el conocimiento.
Los chinos, los egipcios, los griegos vivían el gran pathos de la sabiduría. Hoy, desordenadamente, patológicamente, el saber es ya una divertida y multitudinaria manera de gozar, jugar, amar y pasar el rato.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.