La vivienda soñada de Tomás Alía
Una mañana de hace un par de meses, Tomás Alía escuchó atentamente la propuesta de El País Semanal. Acababa de quitarse el casco de obra, y esa "segunda cabeza" del arquitecto de interiores reposaba sobre una esquina de la enorme mesa que preside su despacho en el barrio de las Cortes de Madrid. Bajo las formas suaves, redondeadas y femeninas de una lámpara Ilumisa, diseño suyo, Alía contó a una velocidad vertiginosa que venía de visitar uno de sus proyectos en una conocida urbanización del norte de la ciudad, de casa de una empresaria española, "una de las dos que son hermanas", esbozó sin más. Luego tomó papel y bolígrafo y comenzó, como suele hacer, su entrevista.
La labor del interiorista, o al menos la de este interiorista, se parece mucho a la de un detective. "Hemos de interpretar los sueños de una persona. Descifrar su modo de vida". Pregunta a pregunta, fue llegando al núcleo del asunto: se trataba de diseñar cuatro estancias de una vivienda de "clase media", de unos 80 metros cuadrados, para una familia "joven" y "urbanita", una pareja con su hijo, donde el mobiliario sería de bajo coste. Una propuesta para lectores de esta revista. Anotó las premisas y puso en marcha su estudio para abordar el folio en blanco, instante al que llamó "el momento reto".
El diseñador parte de una máxima: "Las estancias son neutras. Es el mobiliario el que define el espacio"
Tomás Alía suele vestir sobrio: camisa blanca, chaqueta y pantalón oscuros. Luego remata su silueta con un toque llamativo, un fular o una bufanda de tonos intensos. Sus diseños se le asemejan bastante. Uno de sus colaboradores más cercanos cuenta que siempre parte de una máxima: "Las cajas, las estancias, son neutras. Es el mobiliario el que define el espacio, con pocas cosas y grandes, sacadas de escala".
Cuando un par de meses después recibimos la llamada para conocer la propuesta que recorre estas páginas, el casco volvía a reposar en la misma esquina de la mesa y era esta vez el productor de Lady Gaga quien se había interesado por los diseños de uno de los interioristas más reputados de España, premio Nacional de Arquitectura de Interiores (2000), y mejor interiorista de la revista Architectural Digest (2007). "El momento reto", según explicó en este segundo encuentro, comenzó con un espacio vacío y diáfano que trasformaría en un salón comedor. Bajo la lámpara de formas femeninas proyectó los resultados y narró el proceso creativo.
Más que hablar, Alía fue ametrallando las palabras, con descripciones precisas y detalladas y una veintena de adjetivos por minuto, como si trazara con ellas un cuadro impresionista. Un ejemplo: "En el salón comedor, el elemento dominante es esta lengua hecha en líneas continuas, con degradado de colores: morados malvas y lavandas, que lo que hacen es ordenarme el espacio. Arrancan desde detrás del sofá, continúan por el suelo y vuelven por toda la longitud del espacio hasta refundirse con la zona del comedor. Tenemos un elemento envolvente que nos acoge, nos recibe y domina el espacio".
Si uno se fija, intuye en esa "lengua de color" un fular o una bufanda colorida en un espacio más bien sobrio. Él defiende este minimalismo, "que no escasismo": "Yo diseño en clave contemporánea. Octavio Paz decía que nadie es lo suficientemente contemporáneo hasta que no se reconcilia con su pasado. Yo he hecho justo lo contrario".
Tomás Alía nació en los sesenta en un pueblo toledano llamado Lagartera, donde habitó una casa familiar "abigarrada, barroca, excesiva". La "obsesión con lo estético" que lo atacó de niño tuvo mucho que ver con su madre. Sus primeros recuerdos la ven a ella componiendo bordados. Luego llegaron los internados de curas, y allí, cuenta, se volvió un revolucionario: "Cambiaba la disposición de las literas. Me gustaba provocar y variar".
Esas literas siguen en su imaginario, solo que ahora no cambia su disposición, sino la estructura: un andamio de obra, a la vez cama y mesa de estudio, una respuesta "versátil", otra de sus obsesiones. Así, la estantería de esta vivienda low cost imaginaria era "versátil", igual que el sofá y la lámpara del salón y los sillones y la mesilla del dormitorio principal. Todos cumplían varias funciones, se podían desplegar o recoger, según el uso y laspersonas. Alía dio su primer gran salto a la fama diseñando locales públicos, como el Larios Café y el MOMA 56, en Madrid, y quizá por eso entiende los lugares privados como un "espacio social". Vistoso. Abierto a visitas.
En el caso que nos atañe, explicó, había querido resolver esta vivienda imaginaria de manera "muy racional, ordenada, minimal, simple". Trazó espacios vacíos y, a partir de ahí, fue añadiendo mobiliario de diseño exclusivo. "Pero, sobre todo", enfatizó, "lo que fue decisivo es que esta exclusividad no afectase a los costes". Vanguardia para todos los bolsillos, con un punto próximo al "háztelo tu mismo" y mucho material reciclado.
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