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OPINION
Columna
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Violencia y crisis

Joaquín Estefanía

A partir de julio de 2007, cuando se multiplicaron los problemas financieros e inmobiliarios que tuvieron su epicentro en Estados Unidos, hubo un debate sobre si el efecto contagio de la crisis iba a llegar o no a los países emergentes. Se puso de moda entonces el término "desacoplamiento" (que no está en el Diccionario de la RAE) para indicar que aquellas dificultades del centro no iban a llegar a la periferia.

Fue una ensoñación. La crisis afectó también a los emergentes, pero ahora vemos que con mucha menos profundidad y duración. Por ejemplo, América Latina (AL). La región decayó como media en su crecimiento, en 2009, un 1,9% pero ha renacido espectacularmente en el año que ahora termina: en 2010, el PIB regional aumentará un 6% (lo que significa un incremento de la renta per cápita del 4,8%), con países como Paraguay (9,7%), Uruguay (9%), Perú (8,6%) o Argentina (8,4%) con crecimientos chinos. Lula deja Brasil, la gran potencia emergente de la zona, creciendo a un ritmo del 7,7%, mientras que México y Chile lo harán al 5,3%. Las dos grandes excepciones son la desgraciada Haití (-7%) y Venezuela (-1,6%).

La crisis remite en América Latina. Allí, la principal inquietud es la delincuencia, no las dificultades económicas

Las perspectivas para 2011 son un poco más modestas (previsión de crecimiento del 4,2%, y de un 3% de la renta per cápita). ¿Por qué? Por la incertidumbre exterior, sobre todo la europea, y por una de esas paradojas que se producen en la economía: la entrada de un gran flujo de capitales en la región y la consiguiente apreciación de sus monedas. En el Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, que publica la CEPAL, se explica este fenómeno: a corto plazo una mayor entrada de capitales podría repercutir negativamente sobre las cuentas externas, pero no sería un peligro para el crecimiento. Sin embargo, la historia de la región indica que los efectos pueden ser peligrosos en el largo plazo: la elevada liquidez mundial presionaría a la baja los tipos de cambio real y al alza los precios de los productos básicos, lo que puede generar un deterioro de las cuentas externas e incentivar una excesiva especialización en la producción y exportación de bienes primarios. "Con esto, la región sería más vulnerable a los choques provenientes del exterior".

Casi coincidiendo con ese informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) aparece el Latinobarómetro que mide las tendencias de fondo de la zona. A la pregunta de cuál se considera el problema más importante, los sondeados responden mayoritariamente que la delincuencia y la seguridad pública. Y a continuación, y pese a la mejoría citada, los capítulos relacionados con la economía: un 19% entiende que el paro; un 12%, los problemas económico/financieros, y un 7% contesta que la pobreza. Es muy notable la percepción del problema de la delincuencia y la violencia, que aumenta de modo sostenido año tras año, y que ha devenido en fundamental para la calidad de la democracia de la región.

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