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Reus y Tarragona se enfrentan ahora por lograr una tienda de la sueca Ikea

Ambas ciudades se conjuran para arrebatar a la otra el almacén

Los muebles que decoran la vida han reavivado la histórica rivalidad entre Tarragona y Reus. La planta que la multinacional sueca Ikea planea abrir antes de 2015 en un punto por determinar entre las dos grandes ciudades ha abierto un duro frente entre los dos ayuntamientos. Tradicionalmente enfrentados por el reparto de infraestructuras y servicios, Tarragona se ha volcado en disputar la supremacía de Reus en el terreno comercial. Un ámbito que pretende conquistar a golpe de multinacionales y grandes superficies.

Siguiendo la estela de El Corte Inglés, inaugurado en Tarragona en octubre, el alcalde socialista Josep Félix Ballesteros ha hecho público esta semana que Ikea se inclina por instalarse en esta ciudad. La preferencia, confirmada por la empresa, ha disparado una tanda de contraofertas por parte de Reus. La batalla por atraer la compañía, que ambas poblaciones mantenían discretamente desde 2007, ha salido al primer plano político.

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"Ikea vendrá a Tarragona", desveló satisfecho Ballesteros el lunes tras sacar pecho sobre la fortaleza comercial de su ciudad. "No renunciaremos a Ikea porque no hay nada firmado. La oferta de Reus es mejor y seguiremos trabajando y confiando en nuestras gestiones", respondió días después su homólogo reusense, el también socialista Lluís Miquel Pérez. Reus pretende ahora darle la vuelta a un acuerdo verbal de la multinacional con Tarragona que tiene flecos pendientes. La empresa, ahora cortejada por dos alcaldes que compiten por seducirla, se deja querer. "Nuestra primera opción es Tarragona pero no hay nada cerrado, no podemos descartar otras posibilidades", señalan fuentes de la compañía.

La decisión empresarial tendrá efectos colaterales. "Renunciar a Ikea es imposible: llevamos años trabajando en la creación de un polígono comercial que debía estar liderado por esta empresa", explica un concejal reusense que pide el anonimato. "Después tenemos la vieja rivalidad con Tarragona. Arrebatarle un caramelo así a la capital daría nueva moral a los reusenses. Perderlo sería hundirse un poco más", admite. En Reus, de hecho, algunas lonas que publicitan El Corte Inglés de Tarragona provocan cierto rechazo entre los vecinos. "Son una provocación, nos recuerda que Tarragona cree que tiene el liderazgo comercial", resume Javier Mercader, presidente de una entidad cívica reusense.

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Tarragona plantea la lucha en términos similares. "Los beneficios económicos y empresariales para la ciudad serían enormes", insiste Ballesteros. "Tras inaugurar El Corte Inglés, cerrar la presencia de Ikea, también sería un golpe definitivo. El fin del mito de la potencia comercial de Reus", corrobora optimista otro edil de Tarragona. En juego están los intereses materiales -una inversión de 60 millones de euros y la creación de 400 puestos de trabajo directos- y algo más: "Ya no vendrán los de Reus a regodearse de que no merecemos ser la capital", ilustra Jorge Fernández, presidente de la agrupación vecinal de un barrio periférico de Tarragona. "Vendrán, pero a comprar muebles".

La vieja rivalidad también parece calar en la política municipal. La pelea entre consistorios se ha superpuesto a cualquier inclinación ideológica y el conflicto se aborda con cierto aire de asunto de Estado. Ambos alcaldes, líderes del PSC en sus ciudades, cuentan con el aliento de las principales formaciones políticas de su ciudad.

"La peculiaridad histórica coloca todo el arco político de un ayuntamiento enfrentado al otro, sin fisuras de ningún tipo", explica Lluís Maldà, politólogo tarraconense. CiU, líder de la oposición en ambos consistorios, apoya a su rival político en cada municipio. "Felicitamos al alcalde por buscar inversiones importantes para la ciudad", admite Victoria Forns, portavoz convergente de Tarragona. "Debemos unir esfuerzos para que Ikea venga a Reus", contrapone su homólogo reusense, Carles Pellicer.

Maldà destaca que la polémica se ha caldeado con las elecciones municipales del próximo mayo ya a la vista. "Cerrar el compromiso de la multinacional en víspera electoral puede suponer un espaldarazo importante". Lo habitual, señala, sería que cada oposición buscara distanciarse a su manera en un asunto que tendrá repercusión en los comicios municipales. "Aquí nadie se atreve a criticar a los alcaldes: pesa más la rivalidad entre ambas ciudades", señala. Lo mismo vale para ciudadanos, cámaras de Comercio y asociaciones comerciales, unidos en la misma exigencia: que su respectivo alcalde de batalla hasta el final por quitarle Ikea a la ciudad rival.

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