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Rabat gestionó de forma "desastrosa" el 'caso Aminetu'

Aminetu Haidar, esa mujer saharaui de aspecto frágil y de voz suave, echó a finales de 2009 un pulso al Gobierno de Marruecos, que acabó ganando tras 32 días de huelga de hambre en Lanzarote. Consiguió ser autorizada a regresar a El Aaiún, la capital del Sáhara Occidental donde vivía con sus hijos hasta su expulsión por la policía por no escribir en la ficha de entrada que su nacionalidad era la marroquí.

Cuando la activista saharaui regresó a su casa, la Embajada de EE UU en Rabat señalaba, el 18 de diciembre del año pasado, que Marruecos había manejado este asunto de "manera desastrosa". "Finalmente, el Gobierno marroquí ha acabado este terrible episodio casi demasiado tarde", recalca Robert Jackson, número dos de la Embajada. "Su manejo agresivo de este asunto y su actuación diplomática patosa han hecho peligrar la relación con España y con otros aliados".

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Para hacer ceder a Marruecos, las presiones de Europa y de EE UU fueron decisivas. "Funcionarios del Gobierno de Marruecos han reconocido a regañadientes que los mensajes contundentes y sistemáticos que el ministro de Asuntos Exteriores, Taieb Fassi Fihri, escuchó durante sus recientes viajes a Europa y a EE UU fueron cruciales para provocar el brusco cambio de parecer". EE UU, Francia y España trasladaron esos recados a las autoridades marroquíes. "Ya ve, escuchamos a nuestros amigos", le comentó al consejero político estadounidense el wali (gobernador) de El Aaiún, Mohamed Guelssous.

El desenlace dejó al Gobierno marroquí "furioso" y "duramente sacudido", según la embajada. Su "enfado y sus recelos" estaban sobre todo dirigidos hacia Argelia.

La actuación de las autoridades marroquíes no suscitó la unanimidad entre las élites del país, según informó la cónsul de EE UU en Casablanca, Elisabeth Millard, cuando la activista llevaba tres semanas en huelga de hambre. La diplomática recoge las críticas contra Fassi Fihri, al que sus interlocutores marroquíes reprochan "no haber asesorado mejor al rey Mohamed VI sobre las probables consecuencias y la reacción mundial" a la expulsión.

"Ahora todo el mundo adopta la típica actitud marroquí y afirma que la decisión sobre Haidar fue tomada al más alto nivel y que por eso no puede ser puesta en tela de juicio ni criticada", se lamentaba una fuente de Millard.

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