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Reportaje:

Navidades de 'todo a cien'

Un inmigrante sin trabajo que hace de Santa Claus para volver a su país, colas para comprar juguetes a 10 euros... Sigue la crisis, felices fiestas

Pablo de Llano Neira

Papá Noel está en paro y es un inmigrante sin papeles. Pese a ello, los muñecos mecánicos instalados en la fachada de un centro comercial del centro de Madrid abren la boca con felicidad, sincronizados con un villancico estruendoso: "Nos sentamos a la mesa / qué ilusión / qué alegría". Raúl Carrillo, un mexicano sin empleo ni permiso de residencia desde que quebró su empresa de catering, en agosto, le hace carantoñas a un crío en la calle, frente a la atracción navideña; lleva un traje de Santa Claus de 15 euros -se le escurre la barba y asoma su negro mostacho-. Tiene 54 años. Gana 30 euros al día haciendo este papel por libre. Está ahorrando para comprarse un billete de avión y volver a su país.

"Si no hay para pan, no hay para figuritas", dice un artesano belenista
"Use las sobras para hacer nuevos platos", recomienda el Ayuntamiento

Las luces de Navidad se encendieron el 26 de noviembre. Al día siguiente se abrió el mercadillo de árboles y belenes de la plaza Mayor. Durante el puente de la Constitución, que acaba hoy, muchos turistas españoles pasan por la capital, abriéndose un mes de consumo hasta el día de Reyes que supone, según el Ayuntamiento, un 20% de los ingresos anuales del comercio de la ciudad. En torno a un millón de turistas cavan su cuesta de enero en Madrid en estas semanas, bajo el brillo provocador de las luces del centro.

Una estadística que le suena de leerla en los periódicos a Anthony Francis Patrick O'Connor, un mimo irlandés que hace de Charlot por la plaza Mayor. Con la mirada azul apagada y cuatro moneditas en su caja de pedir, se pregunta por dónde andarán esos números. "Dicen que hay más turistas que nunca. Yo no los veo".

Este año la capital recibe a sus huéspedes con una deuda de 7.145 millones, 220.000 parados y tres millones de bombillas menos en las calles. Se usarán diseños de iluminación de las Navidades del año pasado, tirando de fondo de armario, como ha definido el alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón. Los muñecos mecánicos siguen cantando: "Qué felicidad, / esta noche viene el niño, / qué bonita Navidad". Y Papá Noel sigue con su empleo ocasional: "Cuando hay necesidad, órale, uno agarra lo que sea". Qué bonita Navidad.

Polígono industrial de San Cristóbal (distrito de Villaverde). En una habitación presidida por una estatua de san Francisco de Asís, el maestro belenista José Luis Mayo moldea una figurita. Con una bata blanca manchada de barro y un cigarro en la boca no tiene un aspecto particularmente devoto. Pero José Luis Mayo, artesano de 69 años, es católico practicante. "Si eres anticlerical", dice, "mal vas a hacer un Cristo o un niño Jesús". Mayo es autor del belén que se expone desde el jueves pasado en el palacio de Cibeles, un conjunto de unas 200 figuras que tardó tres años en fabricar y que le compró en 2007 el Ayuntamiento. Lleva 30 años viviendo de esto. Llegó a tener 20 empleados. Ha tenido que reducir la plantilla a la mitad por falta de pedidos. "Si no hay para pan, no hay para figuritas", asume el orfebre.

Una deducción similar: "Ahora mismo hay muchas familias con alguien en paro. Si yo estuviera en una situación así me compraría un jersey, no un pastorcillo". Parece que el negocio de los belenes tampoco arranca en el mercado de la plaza Mayor, según Francisco Bárcenas, de 66 años, 54 vendiendo figuras en este lugar. Tiene uno de los 104 puestos de productos de Navidad de la plaza. Lleva pocos días con el género expuesto. Todos los años anota, día a día, lo que gana. Su libreta dice que está vendiendo un 50% menos que el año pasado. A 400 metros, en la calle de Preciados, sigue oyéndose sin piedad el villancico: "Nos sentamos a la mesa / qué ilusión / qué alegría".

Las fiestas más familiares, entrañables y manirrotas llegan con el país aplastado por el paro, encadenado a una serie de reformas económicas severas, con pronósticos pesimistas. Quizás se puedan encontrar soluciones en la Guía práctica del consumidor en Navidad, recientemente publicada por el Ayuntamiento. Dos consejos domésticos: "no haga la compra con hambre ni en bajo estado de ánimo" y "aproveche las sobras para hacer nuevos platos". Uno ecológico: "Elija plantas autóctonas, como el madroño, que tienen más posibilidades de sobrevivir, ya que están adaptadas a nuestro clima y adornados pueden resultar tan decorativos como el abeto".

Picea abies. Abies nordmanniana. Abies pinsapo. Los alumnos de la Escuela de Montes de la Universidad Politécnica (Ciudad Universitaria) venden tres tipos de abeto. Siguiendo una tradición que empezó en 1959, compran estos árboles y los venden para pagarse un viaje de fin de curso a Cuba. Los traen de un vivero de Cataluña que los cultiva a propósito para el mercado navideño; no se arrancan de un idílico bosque de los Pirineos ni se hace daño al medio, según explica una alumna, María Sosa, de 26 años, con un símil gorrino: "Son como un cerdo, primero lo cebas, luego te lo comes". Tienen 855 árboles, baratos (uno pequeñito: 21 euros) y caros (uno de cuatro metros: 230). Tienen miedo por el resultado de su empresa. "Los del año pasado se tuvieron que comer un montón de abetos por culpa de la crisis", recuerda Sosa.

Corredera Alta de San Pablo, barrio de Malasaña, una tienda con dos pasillos claustrofóbicos, estrechos y llenos de objetos (bombillas, niñosjesuses, musgo artificial, grandes cabezas de budas), ofrece alternativas económicas al derroche navideño. La encargada es una mujer china expeditiva, que suelta los precios de las cosas como balas Parabellum. "Eso 17,90 euros": un arbolito de plástico adornado con nieve de mentira. "Eso 8,90": un jarrón chino con el vientre abierto y un portal de Belén integrado en el hueco.

La Navidad a bajo coste. En la calle de Alberto Aguilera, Maby Esparza, de 41 años, tres hijos, ama de casa, con un marido que coloca mamparas por 1.300 euros al mes, hace cola en una tienda de juguetes de saldo. "Con 800 euros, tendré regalos para Nochebuena y Reyes", dice. Son las dos y media de la tarde. La tienda abre por la tarde a las cuatro y media. Por la mañana fue a hacer cola a las nueve, pero el stock se acabó rápido. Su amiga Susana, que la acompaña en la cola, anuncia que no se rendirá hasta conseguir lo que quiere: "Si hoy se agota la pizarra magnética de Pocoyó, vuelvo mañana".

"Juguetes. Todos a 10 euros la unidad". La tienda de la calle de Alberto Aguilera es un bajo alquilado solo para este mes por José Melero, un comercial madrileño de 56 años. Su trabajo siempre ha sido colocar sus juguetes a otros empresarios que luego los vendían al público. Este año ha decidido saltarse ese paso y aliarse directamente con los pelados bolsillos de la gente. "Con 10 euros por pieza hay poca ganancia", explica, "pero el volumen de venta es muy grande, y cobro al contado. ¿No te parece buen negocio?". Melero, la barba recortada, un brillante en la oreja, sonríe y sigue atendiendo. "No señora, no tenemos bolsas, se tiene que llevar las cosas como pueda".

En la Puerta del Sol, un indigente agita las monedas de una lata delante de una cadena americana de pollo frito. Debajo de la tienda de dulces La Mallorquina, doña Francisquita, una lotera, canta sus boletos con regularidad, marcando el ritmo con los pies: "Llevo el Gordo, que llevo Navidades. Llevo el Gordo, que llevo Navidades". Un peatón se para a hablar con ella: "Oiga, tan mal como están las cosas, igual este año no sueltan el Gordo...". Doña Francisquita: "Sí hombre, es lo que nos faltaba, que se quedara el Gordo el Estao, no te jode". Cerca de allí, continúa sonando el villancico del centro comercial. "Qué felicidad, / está noche viene el niño, / qué bonita Navidad".

José Luis Mayo en su taller.
José Luis Mayo en su taller.CARLOS ROSILLO

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