Constituyentes peripatéticos

Madrid ofreció a los constituyentes espacios reservados en los restaurantes de la Villa o en los despachos particulares de los políticos, para negociar con confidencialidad los puntos más polémicos de la Constitución. Se convirtieron así en personajes peripatéticos que pactaban en secreto en diversos lugares de la capital lo que luego se aprobaba en el Parlamento.

El secretismo con el que los siete ponentes elaboraron el anteproyecto de Constitución durante tres meses, saltó por los aires cuando el 22 de noviembre de 1977, tras obtenerlo la revista Cuadernos para el Diálogo, comenzaron a publicarlo EL PAÍS y La Vanguardia. A partir del 5 de mayo de 1978 se inició el debate de ese texto con luz, taquígrafos... y prensa, en la Comisión Constitucional del Congreso, integrada por 36 comisionados: 17 de UCD, 13 del PSOE, dos de AP, dos del PCE, uno de la Minoría Catalana y uno del PNV.

Las primeras sesiones públicas consolidaron la llamada mayoría mecánica, integrada por UCD y Alianza Popular (19 votos), con la que se rechazó que los españoles fueran mayores de edad a los 18 años y la abolición de la pena de muerte, entre otras cuestiones básicas para la izquierda y los nacionalistas.

El presidente Adolfo Suárez, que deseaba una Constitución consensuada con la oposición, promovió un giro de timón mediante el regreso a la negociación confidencial, con el vicepresidente Fernando Abril y el número dos del PSOE Alfonso Guerra como interlocutores básicos, rodeados de diputados juristas. Así se produjo el lunes, 22 de mayo, la cena en el restaurante José Luis. Se negociaron hasta la madrugada 25 artículos, empezando por el derecho a la educación, que correspondía debatir al día siguiente en la Comisión, de la que se ausentó AP, contraria al acuerdo.

Las semanas siguientes menudearon otras reuniones en los despachos, diseminados por Madrid, de Gregorio Peces-Barba, José Pedro Pérez Llorca, José Luis Meilán y Óscar Alzaga, entre otros. La Comisión avanzaba sospechosamente bien y los negociadores negaban que se reunieran al margen de ella. Hasta que un chivatazo certero situó a un grupo de periodistas la noche del 9 al 10 de junio frente al despacho de Peces-Barba, hasta que salieron los primeros parlamentarios.