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LOS PAPELES DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO | La promesa incumplida de Obama

EE UU propuso 85.000 dólares por cada recluso acogido en España

Aprovechó la necesidad del Gobierno de mejorar la relación

Mónica Ceberio Belaza

El Gobierno español aprovechó el cierre del penal de Guantánamo para mejorar sus relaciones con Estados Unidos y para ganarse la confianza del presidente Obama, pero no todos los ministros veían clara la operación. Ante las dilaciones para recibir a los cinco presos que España se había comprometido a acoger, EE UU ofreció 85.000 dólares por cada uno de ellos, insistió en que sería importante para España colaborar en aras de lograr un mayor liderazgo dentro de la UE y puso a distintos países europeos a competir por los presos menos peligrosos, según consta en los telegramas emitidos por la Embajada en Madrid durante los dos últimos años. Al final, tras un año de negociación, los estadounidenses se impacientaron. El embajador Alan D. Solomont acabó diciendo al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que iba a ser "claro y contundente" con su mensaje: EE UU esperaba de España que cumpliera su promesa.

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El Ejecutivo de Zapatero reorientó su política sobre el acogimiento de presos de Guantánamo en cuanto Barack Obama llegó al poder. Todavía con George Bush en la Casa Blanca, el director general para América del Norte y Europa del Ministerio de Asuntos Exteriores, José María Pons, se reunió en abril de 2007 en Madrid con el segundo de la Embajada de EE UU, Hugo Llorens. Le dijo que era "casi imposible" que recibieran presos, según el telegrama confidencial enviado ese mismo día, "por la situación política en España y el riesgo de que la opinión pública se pusiera en contra".

Cuando Obama ganó las elecciones, todo cambió. Su primera orden ejecutiva fue el cierre del penal, el 22 de enero de 2009. El ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, modificó rápidamente el discurso: "Si podemos hacer algo, lo haremos", dijo entonces. España confirmó oficialmente a EE UU que recibiría detenidos de Guantánamo un mes después, el 24 de febrero, en la reunión celebrada en Washington entre Moratinos, y la secretaria de Estado, Hillary Clinton.

La primera reunión para tratar el tema seriamente se celebró el 23 de marzo. El director de la Oficina para Crímenes de Guerra, el embajador Clint Williamson, se reunió con cuatro directores generales de tres ministerios (Exteriores, Justicia e Interior) que plantearon varios problemas. EE UU dijo a los representantes del Gobierno que había ya "negociaciones muy avanzadas" con algunos países europeos y, en el comentario final del telegrama, clasificado como secreto, se recomienda al Departamento de Estado "tomar ventaja" de la posible preocupación del Ejecutivo español por quedar por detrás de otros que sí se estaban comprometiendo con EE UU.

El enviado especial para el cierre del penal Daniel Fried, conocido como el zar de Guantánamo, presentó los primeros expedientes a los españoles el 17 de junio de 2009: cuatro tunecinos y un yemení. "No son santos pero tampoco terroristas duros", defendió ante dos directores generales (de Exteriores e Interior), según un despacho secreto de la embajada de fecha 24 de junio. España mostró su preocupación por que pudieran convertirse en "iconos" dentro de las comunidades islámicas más radicales e insistió en que, "más que la rapidez", lo importante era elegir bien el perfil de los presos. Los representantes españoles aprovecharon la reunión para preguntar por la cuestión económica. Williamson respondió que, teniendo en cuenta que España no era un país pobre, 85.000 dólares por preso era una cantidad razonable "para sufragar los gastos".

España también puso trabas a algunas nacionalidades. Hizo notar que Túnez era importante para España y dejó claro que no aceptarían a los presos chinos uigures para no perturbar las relaciones con el gigante asiático.

Rubalcaba confirmó en Washington el 23 de junio de 2009 que España aceptaría hasta cinco presos. Pero, para la Embajada, lo más importante era que se decidieran pronto. Zapatero dio su palabra y Exteriores pidió reservar cuatro presos: un sirio, dos palestinos y un yemení. Habían rechazado a los tunecinos. EE UU aceptó las reservas, pero dejó claro que no eran para siempre. Si otro Estado se interesaba por ellos, tendrían que decidir si se los quedaban o los dejaban marchar. Otros países pidieron al yemení y al sirio. España bloqueó al primero, pero dejó marchar al segundo, según consta en un telegrama secreto de fecha 22 de julio de 2009.

España tardaba en hacer efectivos los acogimientos, y EE UU comenzó a impacientarse. Moratinos aseguró a Hillary Clinton el 14 de diciembre en Washington, de forma "resignada y apagada", según un telegrama, que el presidente cumpliría su compromiso. Tras las declaraciones contradictorias de distintos miembros del Gobierno, el embajador Alan D. Solomont se reunió en enero de 2010, en distintos encuentros, con el secretario general de la Presidencia del Gobierno, Bernardino León, con Moratinos y con Rubalcaba. A este último le dijo que quería ser "claro y contundente": EE UU esperaba que España cumpliera sus compromisos con los presos. Añadió que era una "importante oportunidad" para mostrar que era un país con liderazgo dentro de la UE, según consta en un cable confidencial del 19 de enero. El siguiente encuentro del embajador fue con el presidente Zapatero, el día 22, quien le aseguró que hablaría con Rubalcaba para que el Gobierno se expresara con una sola voz.

Los presos, finalmente, empezaron a llegar después de detallados estudios de los expedientes y entrevistas en la base militar. El palestino Walid Hijazi aterrizó en Torrejón el 24 de febrero; el yemení Yasim Basardah lo hizo en mayo. Un afgano que no habían barajado en las primeras negociaciones viajó a España en julio. Dentro de los telegramas filtrados no aparecen los relacionados con esta última fase, pero el proceso de acogimiento no ha sido fácil por el estado mental en el que han llegado algunos. Aún quedan, en principio, otros dos prisioneros por venir.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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