La crisis desinfla el liderazgo europeo
El hundimiento potencia soluciones nacionales frente a los intereses globales
La doble crisis financiera y económica está imprimiendo un fuerte cambio en el desarrollo político de la Unión Europea. A pesar de las buenas intenciones del Tratado de Lisboa de potenciar las instituciones comunitarias, la realidad es que la crisis está reforzando más que nunca las soluciones nacionales. Alemania, Francia y Reino Unido, con distintas combinaciones bilaterales, según las circunstancias, pesan más que nunca en los designios de la Unión.
La crisis ya se llevó por delante el Gobierno laborista de Gordon Brown en Reino Unido y forzará próximamente la caída del irlandés de Brian Cowen . Ha hundido, además, la popularidad de Nicolas Sarkozy en Francia, debilitado el prestigio de la canciller alemana, Angela Merkel; complicado la vida al primer ministro socialista portugués, José Sócrates, y obligado al presidente José Luis Rodríguez Zapatero a cambiar radicalmente de política para salvar los muebles. Los intereses nacionales eclipsan los intereses europeos. El ejemplo de Alemania es paradigmático. Merkel retrasó dos meses la ayuda de la UE a Grecia, agravando la crisis del euro, para no dañar a su partido en las elecciones del pasado mayo en Renania Westfalia, aunque igualmente las perdió . Ahora la UE se ve condicionada por lo que ocurra en los comicios del 27 de marzo en Baden-Württemberg, en los que Merkel corre también grandes riesgos.
El desapego de los jóvenes alemanes hacia el proyecto de Europa es creciente
Los conservadores ostentan el poder en los grandes Estados de la Unión
"La crisis de la zona euro está cambiando la forma de funcionamiento de la Unión Europea", asegura Katinka Barysh, investigadora del Centre for European Reform. Barysh sostiene que se están reforzando unas tendencias que ya se habían observado en la última década: "Un cambio hacia una Unión en la que los Gobiernos están en el puesto de mando, los grandes países importan más que los pequeños y muchas decisiones son tomadas por subconjuntos de Estados". En su opinión, la crisis "ha debilitado también la alianza franco-alemana y revelado el crecimiento del sentimiento del euroescepticismo alemán". Junto al gran giro a la derecha de la población europea, el otro gran cambio, quizá menos perceptible, es el creciente desapego de las nuevas generaciones alemanas hacia el proyecto europeo.
Los conservadores, que ya mandan en casi todos los grandes Estados miembros de la Unión, no ocultan su inquietud. "El 70% de los europeos están preocupados", reconocía esta semana Joseph Daul, el líder del Partido Popular Europeo en la Eurocámara. Daul ponía el dedo en la llaga al abogar por "un rechazo de los argumentos populistas que envilecen el debate". El político conservador reconoce que "no hay una solución fácil o rápida a la crisis" y aboga por "soluciones basadas en la responsabilidad y el interés general". Dos objetivos que difícilmente van más allá de los buenos propósitos.
Desde la izquierda se responsabiliza a los conservadores del marasmo actual. "Hay un factor que la población europea tiene que tomar en cuenta", señala Poul Nyrup Rasmussen, presidente de los socialistas europeos. "La Unión está siendo conducida por los conservadores por el camino equivocado. Ya sea Merkel, Sarkozy, Cameron o los presidentes de las instituciones como Barroso o Van Rompuy, la orientación es la misma: hay una ciega creencia en que las mismas políticas que nos han llevado a la crisis económica pueden sacarnos de ella. Necesitamos más determinación, más solidaridad y coordinación".
El propio Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, ha experimentado directamente las maniobras de los líderes para desautorizarle. En mayo, mientras presidía en Luxemburgo el grupo de expertos para definir el Gobierno económico de la UE, descubrió por sorpresa una declaración de Sarkozy y Merkel en Deauville en la que le marcaban las reglas de juego. Antes ya había pasado por el mal trago de no poder intervenir en la ONU por la oposición de un grupo de países sorprendentemente encabezados por Jamaica, lo que es difícil de imaginar sin la mano de algún país poderoso detrás.
La crisis está agudizando esta percepción de la pérdida de peso de la UE en la escena internacional. Las expectativas económicas revelan que la Unión va a la zaga. Con un crecimiento del 1,7% este año, se sitúa muy por detrás de Estados Unidos (2,6), Japón (2,8), Brasil (7,7), India (9,7) o China (10,4). El desempleo afecta a 23,1 millones de ciudadanos. Los europeos tienen razones para estar preocupados y tampoco ven en la UE ninguna voz más inspirada que las que oyen sus países.
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