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Reportaje:GASTRONOMÍA / PERSONAJES

Vuelve la cuchara

Luz Sánchez-Mellado

Si Marcelino Gómez se acostara en su alcoba de matrimonio después de pasarse el día detrás de la barra de su taberna El Asturiano, en pleno centro de Madrid, y se despertara en el dormitorio de soltero del actor Manuel Baqueiro, en pleno centro de Madrid, pensaría que estaba en otro mundo. Hasta se caería de la cama de la impresión. Pero no habría peligro de romperse la crisma. El lecho de Manu, un futón de dos por dos, reposa a ras del parqué, mientras que el colchón de lana donde duermen Marcelino y su esposa Manolita levita a más de medio metro del suelo. Con todo, el susto gordo se lo llevaría Marce al toparse con la cocina de Manu. Una especie de laboratorio lleno de cachivaches. Nevera camuflada, placa de inducción, microondas, olla exprés y de las otras, Thermomix y una batería de artefactos extraños. Si a esas alturas siguiera en pie, Marcelino se acabaría de desnucar al ver allí a su Manolita descalza, con las uñas de los pies pintadas de rojo, vestida con unos leotardos y un jersey de ochos y preparando un potaje como si no pasara nada.

Las citas culinarias de Itziar y manu son su revancha contra las prisas y el estrés de la gran ciudad
La cocina es importante en la serie. El plato del día, escrito a tiza en una pizarra, marca el inicio del capítulo

Lo que ha pasado es medio siglo largo. Y el terremoto de cambios políticos, sociales y tecnológicos que ha sacudido el país desde entonces. Porque Manuel Baqueiro, este chavalote de 34 años que trastea en su cocina de diseño, es quien da vida a Marcelino Gómez, el tabernero y padre de familia de Amar en tiempos revueltos, la serie de TVE que recrea la vida cotidiana en la España de los años cincuenta. Y su invitada y amiga Itziar Miranda, de 32, encarna a Manolita Sanabria, su esposa, madre de sus cuatro criaturas, embarazada de la quinta, y auténtica mujer fuerte de la casa y el negocio.

Baqueiro y Miranda han quedado hoy para charlar, cocinar algo rico y darse un homenaje con sus amigos después de una dura semana de rodaje. A diario, ambos comen a destajo en el catering de los estudios y empalman jornadas de 12 horas con las funciones de teatro que interpretan. La ratonera, de Agatha Christie, él. La lección, de Ionesco, ella. Vecinos del barrio y cocinillas confesos, estas citas culinarias son su revancha contra las prisas y el estrés de la gran ciudad. "Mi planazo del sábado es ir al mercado, elegir una carne, o un pescado, o unas verduras y guisarlas sin prisas, con mi música y mi copa de vino, disfrutando del proceso tanto o más que de la comida", confiesa Itziar-Manolita. "Cada vez me apetecen menos copas y más cuchara y charla", añade Manu-Marcelino.

No son los únicos que lo piensan. Y lo practican. Cada vez más restaurantes se apuntan a la tendencia de ofrecer guisos y platos caseros. En los supermercados crece la oferta de productos a granel. Y proliferan los libros, webs y blogs de cocina de siempre. Manu e Itziar se han subido al carro.

El Asturiano, el bar de Marcelino y Manolita, es el corazón de la "novela" -así la llaman sus incondicionales- de la sobremesa de TVE. El lugar donde confluyen las tramas de este folletín que ha cumplido cinco años en antena y que se convertirá antes de fin de año en el serial más longevo de la televisión, batiendo los 1.250 episodios que alcanzó en los noventa Al salir de clase, de Telecinco. Aprovechando el tirón de la serie -hasta tres millones de espectadores- y su afición a los fogones, Manu e Itziar han escrito un libro de recetas inspiradas en sus personajes y en la cocina española de toda la vida. La cocina de Marcelino y Manolita (Plaza y Janés) reúne entrantes, guisos de cuchara, platos de carne y pescado y postres caseros que se podrían servir en las mesas de mantel a cuadros de El Asturiano.

La comida es importante en la serie. Tanto, que el plato del día de la taberna, escrito a tiza en una pizarrilla, es la cortinilla de inicio de cada episodio. Puede ser potaje. O callos. O cocido. O albóndigas. O las famosas lentejas de "o las tomas o las dejas". Nada de carta ni menús sofisticados. Platos únicos en raciones copiosas para saciar el hambre de los trabajadores que forman la parroquia. El Asturiano es una típica tasca de mediados del siglo pasado. Un lugar donde se fuma, se bebe coñac o vino de la frasca, se juega al mus o al tute, y las mujeres no entran solas salvo causa de fuerza mayor.

Así lo reconoce Lorenzo Díaz, sociólogo y fan declarado de la serie. "Los asturianos y gallegos fueron los primeros que emigraron a Madrid después de la guerra y se hicieron aguadores, serenos y guisanderos. Pusieron casas de comidas y triunfaron con sus platos contundentes y agradecidos: fabes, carne gobernada, pepitorias, potes", explica. Una cocina de hierro alimentada con carbón, una fresquera y, todo lo más, una plancha solían ser todo el equipamiento de las cocinas de la época. La olla exprés -la mítica Magefesa- no se popularizó hasta los últimos cincuenta. Y los frigoríficos eran un espectáculo. El día que Marcelino y Manolita compraron un Westinghouse a plazos fue fiesta mayor en El Asturiano. Como los primeros cafés exprés de la máquina que les regalaron los del Moroco, el cabaret del barrio. Antes solo servían malta y achicoria. No olvidemos que hasta 1954 había cartilla de racionamiento.

Marcelino, Manolita y Pelayo -padre del primero y fundador de la casa- guisaban lo que podían con lo que tenían. "A falta de variedad, las madres hacían verdaderos milagros para dar de comer algo nutritivo y sabroso. Croquetas, albóndigas, patatas con todo. O con nada. Solo dedicación y fuego lento: el tiempo era lo único que no era problema", ilustra Rafael Ansón, presidente de la Academia Española de Gastronomía. Así, por ejemplo, las patatas viudas eran exactamente eso, patatas con una pizca de pimentón como toda compañía. Alguna vez se han visto en la pizarra de El Asturiano. Seguro que se acabaron. No había otra cosa.

"En Madrid solo había dos restaurantes así llamados, Hockey y Horcher, y el resto eran casas de comida a las que se iba en ocasiones especiales a tomar el plato de la casa", dice Ansón. "No se pedía, se comía lo que te daban. El cocido de Lhardy. La gallina de Ciriaco. Sabías a lo que ibas, y además siempre iban los mismos, como a misa, de ahí lo de parroquiano".

En casa de Manuel Baqueiro ya humean las almejas y el potaje. Las torrijas, hechas la víspera, ya han caído cortadas a cuadritos y regadas con el vino del aperitivo. Manolita pondría el grito en el cielo: el postre antes de la comida, qué disparate. Y es que, a pesar de tener su edad y su cuerpo, Itziar Miranda y Manu Baqueiro parecen los nietos de Manolita y Marcelino. La maquilladora de la serie, Elena Castaño, se encarga de que parezcan 10 años mayores. Pero no es solo eso. "La tele echa años, pero, sobre todo, te los echa la época. Con 32 años, mi abuela ya tenía cinco hijos, como Manolita", dice Itziar. La actriz, soltera e hija de padres divorciados, como su compañero de reparto, se ha inspirado en su abuela, Concha Esteban, una aragonesa de armas tomar que murió hace dos años, para abordar su papel. "Gracias a ella, nunca faltó un plato en la mesa ni una sonrisa en el rostro". De ella son también el "¡cojona!" y el "¡zanorio!" -de zanahorio- que se permite proferir como toda blasfemia Manolita cuando se enfada con Marcelino.

Manu Baqueiro ha tirado "de nadie en concreto y de todos" sus mayores para crear a Marcelino. El caso es que ambos, Manolita y Marcelino, convencen. Tanto, que el otro día, en la madrileña plaza de la Paja, una señora abordó a Itziar y le soltó: "Ay, Manolita, no sé si decírtelo, pero Marcelino te engaña. Lo he visto con otra en un bar". Itziar le dio las gracias y la despidió con un beso. Si la gente cree que Manu y ella son pareja, no es cuestión de llevarles la contraria. Los taberneros y los actores tienen al menos una cosa en común. El cliente y el público siempre tienen la razón.

La actriz Itziar Miranda es Manolita en la serie 'Amar en tiempos revueltos'
La actriz Itziar Miranda es Manolita en la serie 'Amar en tiempos revueltos'PEDRO WALTER
Itziar Miranda y Manu Baqueiro, caracterizados como Manolita y Marcelino, en El Asturiano, el bar que articula las tramas de la teleserie de TVE 'Amar en tiempos revueltos'
Itziar Miranda y Manu Baqueiro, caracterizados como Manolita y Marcelino, en El Asturiano, el bar que articula las tramas de la teleserie de TVE 'Amar en tiempos revueltos'PEDRO WALTER

ALMEJAS A LA MARINERA

Ingredientes: 1 kilo de almejas, una cucharada sopera de aceite de oliva, 2 cebollas, 1 diente de ajo, una cucharada de perejil, 1 hoja de laurel, 20 gramos de harina, 1 dl de vino blanco, sal al gusto, laurel, pimentón.

Elaboración. Limpiar las almejas. Poner en una olla el aceite, la cebolla bien picada y dejar dorar, con cuidado de que no se queme. Agregar el ajo y el perejil picados y dejar cocer a fuego lento. Cuando casi estén, añadir el pimentón y el laurel y dejar que se acaben de hacer. A continuación, añadir el vino blanco y la harina. Remover para que la harina no forme grumos y la salsa vaya espesando.

Agregar las almejas. Sazonar con sal y dejar hervir unos minutos, removiendo para que se vayan abriendo. Añadir un poco de agua en caso necesario para que al final la salsa tenga cuerpo, pero quede ligera y no demasiado espesa.

Sugerencia nutricional. Las almejas a la marinera son un plato ligero, equilibrado y muy sano en el que participan cantidades significativas de proteína animal y de fibra vegetal, y en el que no aparecen grasas o hidratos de carbono en cantidades importantes. Tiene, sin embargo, el mismo problema que todos los platos que incluyen salsas sabrosas, es decir, el alto riesgo de elevar el aporte calórico si se moja pan en la salsa sin moderación. Por lo demás, únicamente habrá que controlar la adición de harina (a pesar de que la cantidad por ración no resulte significativa), de aceite de oliva y de vino. Cuidando esos puntos podremos mantener las almejas a la marinera dentro de una dieta saludable y equilibrada para la inmensa mayoría de las personas.

RABO DE TORO

Ingredientes: 140 gramos de rabo, 20 g de cebolla, 16 g de puerro, 20 g de pimiento rojo, 0,75 l de vino tinto, 1 cabeza de ajos, 1 litro de fondo oscuro, 3 patatas, sal y pimienta.

Elaboración. Salpimentar el rabo y dorarlo en una sartén. Pochar la cebolla, el puerro y el pimiento rojo; añadirle el vino tinto y el fondo de carne con una rama de tomillo y una cabeza de ajos. Añadirle la carne y dejar cocer todo unas tres horas o hasta que la carne se desprenda del hueso. Una vez conseguido el punto, retirar la carne y filtrar la salsa; poner al punto tanto de sal como de textura; en caso de estar muy líquida, dejar reducir un poco más; una vez conseguido, volver a introducir la carne y preparar para presentar. Por otro lado, pelar las patatas, cortar en dados y freír; servir aparte para acompañar al rabo.

Sugerencia nutricional. No es fácil encontrar rabo de toro en el mercado, pero este plato se puede preparar también con rabo de buey o de vaca, similares aunque de carne menos recia y sabor más suave. Nos encontramos ante un plato calórico, elaborado además con carne roja y para el que proponemos una guarnición de patatas fritas. Se trata, por tanto, de una preparación muy nutritiva, pero en la que se encuentran cantidades importantes de grasas saturadas y de otros elementos cuyo consumo conviene moderar. Recomendamos incluirla en la dieta solo de manera ocasional. "Esta es una receta que se nos da muy bien tanto a Itzi como a mí. En invierno nos da por prepararla para los amigos. O son todos unos mentirosos cojonudos, o los resultados suelen ser bastante positivos", dice Manu.

POTAJE DE VIGILIA

Ingredientes: 200 g de garbanzos remojados en agua caliente la noche anterior, 120 g de bacalao desalado, 1 hoja de laurel, 40 g de espinacas frescas lavadas, 6 hebras de azafrán molido, ? dl de aceite de oliva, 2 dientes de ajo pelados y enteros, 1 cebolla, ? de pimiento rojo, 1 chorizo, una cucharada sopera de perejil picado, 1 huevo.

Elaboración. Poner dos litros de agua a hervir. Introducir los garbanzos escurridos y el laurel. Hervir tapado y a fuego lento unas dos horas. Aparte, freír los ajos, rehogar la cebolla y el pimiento, ambos picados; añadir el chorizo, sofreír bien y mojar con caldo de pescado. A continuación, hervir todos los ingredientes anteriores. Juntar el guiso obtenido con los garbanzos y con el bacalao. Cocer todo hasta que el bacalao este al punto y reservar. Lavar las espinacas y hervir aparte; cuando estén tiernas, incorporar al potaje. Cocer un huevo en agua hirviendo ocho minutos, pelar, cortar en ocho trozos e incorporar al potaje. Espolvorear perejil picado y servir. Colocar en un plato sopero unos garbanzos, un trozo de bacalao, unas espinacas crudas y una nube de huevo.

Sugerencia nutricional. Es importante desalar bien el bacalao, tanto porque los resultados serán mejores como porque el exceso de sal es un problema dietético tan grave como fácil de solucionar. Para rebajar las grasas y el aporte calórico, podemos prescindir del chorizo. Si no, podemos ir desgrasando el caldo de cocción mientras se va cocinando.

TORRIJAS JOSETE

Ingredientes: 12 rebanadas de pan del día anterior (a nosotros nos gustan de pan candeal o pan de miga), 1 l de leche, 3 huevos, 125 g de azúcar blanca, 1 rama de canela, 2 clavos, 1 rama de vainilla, 1 hoja de laurel, la peladura de una naranja y la de un limón, aceite de oliva, 3 cucharadas soperas de miel (preferimos la de romero), un chorrito de licor (ron, Cointreau, Pedro Ximénez…).

Elaboración. Calentar la leche (a fuego lento) con el azúcar, las especias (canela, clavo y laurel) y la mitad de las peladuras 10 minutos, y dejar enfriar. Mientras se templa la leche, preparar el almíbar calentando la miel diluida en agua con el resto de las peladuras de naranja y limón cortadas en tiras finas y un chorrito de licor. Cortar el pan en diagonal y mojar con la leche en una bandeja con fondo. Cuando estén empapadas (habrá que darles varias vueltas), rebozarlas en los huevos bien batidos y freírlas en una sartén con bastante aceite. Poner las torrijas (escurridas) en una fuente y emborracharlas con el almíbar.

Sugerencia nutricional. La receta está dedicada a Josete Salorio, parroquiano habitual de El Asturiano. Las torrijas son un postre completo, pero muy calórico. Hoy se elaboran variedades vegetarianas que sustituyen la leche por soja y los huevos por harina de garbanzo, soja u otras leguminosas. Julia, la madre de Manu, hace unas para chuparse los dedos.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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