Fernández se reinventa con vistas a un segundo mandato
El prestigio de la presidenta crece tras la muerte de Kirchner
La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, de 57 años, se prepara para aglutinar al Partido Justicialista y presentarse, para un segundo mandato, a las elecciones previstas para octubre de 2011. Las encuestas indican que, a raíz del repentino fallecimiento de su marido, el ex presidente Néstor Kirchner, ocurrido hace menos de dos semanas, su popularidad ha subido más de 10 puntos.
Según esos sondeos, si las elecciones se celebraran en este mismo momento, tendría la reelección asegurada. La duda es si podrá conservar esta sustancial mejora a lo largo de los próximos meses o si, poco a poco, regresará a los bajos niveles de aceptación anteriores a la muerte de Kirchner. Cristina Fernández prepara estos días lo que se llama su propia "mesa chica" (el grupo de colaboradores más íntimos) y algunos diarios argentinos aseguran que incorporará a ese círculo a su hijo mayor, Máximo, de 33 años.
La mandataria argentina tiene la reelección asegurada, según los sondeos
Argentina tiene una larga tradición de sagas políticas familiares y no es nada extraño que los dos miembros de un matrimonio, hijos o hermanos se dediquen al mismo tiempo a la política. Una hermana de Néstor Kirchner es ministra, el hijo de ex presidente Raúl Alfonsín, Ricardo, es un posible candidato presidencial en las filas radicales, y el Senado y el Congreso están llenos de parlamentarios que son cónyuges de gobernadores, ministros o autoridades provinciales.
La eventual presencia de Máximo Kirchner en el círculo político de Los Olivos (residencia presidencial, a las afueras de la ciudad de Buenos Aires) sería, sin embargo, llamativa porque el joven ha estado dedicado fundamentalmente a los negocios familiares, en la provincia sureña de Santa Cruz. Carente de estudios superiores, la única experiencia política de Máximo fue dentro de una agrupación peronista juvenil llamada La Cámpora, creada por el justicialismo cuando pretendió movilizar a amplias capas de jóvenes durante el enfrentamiento con el campo en 2007. Máximo se convirtió en su principal dirigente, pero pronto regresó a los negocios inmobiliarios en El Calafate, donde mantuvo un perfil bajo.
La reaparición pública del hijo de los Kirchner ocurrió durante los funerales de su padre, cuando permaneció durante 11 horas al lado de la presidenta, enfocado por las cámaras y organizando, junto con otros colaboradores, la entrada y salida de personalidades.
Cristina Fernández de Kirchner, que retomó la actividad presidencial pocos días después del entierro de su marido, ha asegurado que mantendrá su línea política y aunque no ha aclarado formalmente si será de nuevo candidata, la mayoría de los dirigentes justicialistas han proclamado ya su deseo de que así sea. La atención se centra especialmente en la creación de esa "mesa chica", en la que solo se está seguro, por el momento, de la presencia de Carlos Zannini, secretario técnico y legal, de 55 años, la sombra permanente del matrimonio Kirchner, en los últimos siete años.
En esa "mesa chica" deberán estar también sentados quienes se encarguen de la brega diaria con el Partido Justicialista (que preside el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, pero que implica un tira y afloja personal con decenas de intendentes) y la poderosa central sindical CGT. Su principal dirigente, el ex camionero Hugo Moyano, aseguró que Cristina Fernández era "la jefa" del movimiento peronista, y el jefe del Gabinete, Aníbal Fernández, mantuvo que la CGT era la "columna vertebral" del Gobierno, pero son muchos dentro del Partido Justicialista quienes creen que no será fácil lidiar con las exigencias de Moyano. La Nación resaltaba ayer la presencia en Buenos Aires del embajador argentino en Madrid, Carlos Bettini, amigo personal de la presidenta, al que se le ha pedido que prorrogue su estancia en la capital.
A favor de Cristina Fernández cuenta la imagen de una oposición desconcertada por la desaparición de su verdadero contrincante, Néstor Kirchner, y aparentemente incapaz de retomar la iniciativa política. Los peronistas disidentes, además, parecen impresionados por las movilizaciones juveniles que acompañaron el entierro de Kirchner. En su contra, que faltan muchos meses para las elecciones de octubre de 2011 (salvo que decida adelantarlas a mayo, como le sugieren miembros del Gobierno) y que deberá hacer un complicado ejercicio para mantener el apoyo de los viejos kirchneristas y jóvenes militantes excitados con la política de mitificación de Kirchner (puesta en marcha inmediatamente, dentro de la mejor tradición peronista), y el apoyo de quienes se han vuelto acercar a ella en estos días, pero no comparten la línea de acoso incansable y feroz a los críticos que impuso Kirchner.
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