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Columna
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La ayuda de Vero

Juan Cruz

En las escalinatas pobladísimas de la Casa de América había ayer a mediodía una joven tímida que hizo periodismo en Lima y en Madrid y que ha sido fundamental en la investigación que Mario Vargas Llosa hizo para reconstruir la historia de Roger Casement, el héroe de El sueño del celta. Es Verónica Ramírez Muro, tiene 36 años, y trabaja con Vargas Llosa en Madrid, donde ella vive desde hace 13 años. Ahora escribe un libro sobre la capital de España, que será publicado por una editorial francesa. Conoció a Morgana Vargas Llosa, la hija fotógrafa de Mario, que trabajó con nosotros en EL PAÍS, y fue factor principal de la investigación que Mario hizo en el Congo, en el Amazonas y en Irlanda para reconstruir las complicadas piezas del puzle que era Casement hasta que él lo convirtió en el personaje que ahora es, una criatura principal en la estela narrativa del autor de La ciudad y los perros. Verónica, tímida como Morgana (la hija de Vargas Llosa se tuvo que tomar tres copas de champán antes de atender a los periodistas que rodeaban su casa en Lima, el día en que fue anunciado el Nobel), explicaba ayer su trabajo de documentación. "En realidad", decía, "Mario me fue guiando, y yo fui buscando material para su novela; no hice tanto. Y lo que más me sorprendió de todo lo que hizo con lo que supo fue su intuición para elegir aquello que le venía mejor para la construcción de la novela que finalmente hizo". Lectora desde adolescente de las novelas de Mario, en una estantería pondría El sueño del celta al lado de Conversación en La Catedral y La fiesta del Chivo. En la lista de los agradecimientos que hizo el Nobel, Vero figura, naturalmente. Ella se hubiera conformado con el privilegio de ayudarle.

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El "terror feliz" de un premio Nobel

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