Las Cortes, barrio digital
Empresas punteras de Internet se agrupan en torno al Congreso para aprovechar la "buena vida" del centro
"Si tirases una bomba aquí, derrocarías al Gobierno y acabarías con Internet en España". El orden político español se agitaría si un avión soltase un artefacto explosivo de gran poder destructivo sobre la plaza de Las Cortes, es cierto, dado que ahí está la sede del Congreso de los Diputados. Pero, ¿por qué diablos habría de resentirse Internet?
La hipótesis de la bomba, con su punto de vanidad, es una broma interna en la pequeña comunidad de empresas digitales que se han establecido en torno a este lugar de Madrid en la última década. En un perímetro pequeño se agrupan seis compañías españolas que hacen negocio con la Red. Y tienen sus razones para estar ahí.
Edificio número 2 de la plaza de Las Cortes. Planta cuatro. Rupert y Rags, sentados en un sofá, trabajan con un ordenador en una sala de Tuenti, la mayor red social española para jóvenes. Un inglés y un indio, responsables de sendas áreas de la compañía, que tiene ocho millones de usuarios en España. Más de un tercio de los 150 trabajadores de Tuenti son extranjeros. La media de edad de la plantilla: 26 años.
"La localización es clave si quieres atraer talento", dice Fernando Encinar
Las compañías digitales tienen que salvar el escollo de la falta de cableado
Para captar gente joven y con buenas ofertas de trabajo, como los informáticos de calidad, parece mejor estar en el nervio central de la ciudad que en un polígono de extrarradio: "No es solo lo que cobran, sino dónde trabajan, cómo y con quién", dice su director de comunicación, Ícaro Moyano, de 32 años.
Encima de Tuenti, en la planta cinco, habita Idealista, la página web líder en oferta e información inmobiliaria, con 250 empleados (edad media: 32 años) entre sus oficinas de Madrid, Barcelona, Málaga y Milán. Nació en el 2000 y se asentó en un edificio antiguo junto al Retiro. "Era un piso señorial, de planta italiana: una habitación conecta a otra y esta otra conecta a otra...", recuerda su cofundador, Fernando Encinar. "Era muy bonito, pero lo sufrimos durante cinco años. Tenía poco cableado eléctrico, faltaban enchufes, se iba la luz...".
Al final se tuvieron que ir porque no tenían licencia de oficina. Les ofrecieron un sitio más allá de la M-30 y lo rechazaron. Querían estar en el centro y acabaron desembarcando en Las Cortes. "La localización es clave si quieres atraer talento", argumenta Encinar.
Edificio número 1 de la calle del Príncipe, a 300 metros del Congreso. Wenceslao Sanz, director de Domestika, que diseña páginas web para empresas (tienen 10.000 clientes), explica una pega del barrio para la industria digital, la historia: "No podemos ni poner un letrero en la puerta de la oficina porque este edificio está protegido por Patrimonio".
Otra batalla es la distribución del espacio. Las empresas puntocom quieren oficinas diáfanas para agrupar a sus empleados, con pocos tabiques, cosa que no todas encuentran en el centro. Toprural, el principal buscador digital de casas rurales en España, hace lo que puede por crecer sin tener que dejar su sede, en el número 31 de Gran Vía, un edificio con un número de oficinas laberíntico. No hay modo de unir espacios. "Vamos cogiendo despachos a medida que metemos gente en la empresa", dice Joseba Cortázar, su director de comunicación. Separados en distinas habitaciones, sus trabajadores han optado por comunicarse por chat (mensajes de texto a través del ordenador).
El número 21 de la calle de Zorrilla es el vetusto hogar de una empresa dedicada a vender vino seleccionado por catadores a través de Internet, Todovino. Ocupan la primera planta y el sótano del decimonónico edificio donde murió el escritor Azorín (1873-1967), a 100 metros de la calle de Cedaderos, donde está 11870, otra compañía digital cuyo negocio es recomendar otros negocios, con las opiniones de los usuarios como método de valoración de sus servicios. Los clientes de 11870 no siempre salen bien parados. "Se han presentado aquí desde pizzeros manchados de harina a gente que nos quería denunciar", cuenta Nacho Puell, cofundador de la empresa.
La permanencia de estas compañías en el centro dependerá de su crecimiento; cuantos más empleados tengan, más complicado será que haya oficinas con tanto espacio como para contenerlas. El éxito puede cortar "la buena vida" digital.
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