Confianza
Alguien muy cínico o convencido de su lucidez aseguraba que lo único malo del poder, esa cosa que nos inspira tanto miedo a los que solo la conocemos de oídas y que nuestro retórico y adolescente sentido moral asocia con corrupción y abuso, consiste en no poseerlo o haberlo perdido. Y presupones que para mantenerlo se precisa no solo falta de escrúpulos, sino también fortaleza, astucia y capacidad de resistencia.
Ese talentoso y hábil señor llamado Rubalcaba, que debe de saberlo todo del poder, ya que siempre flota y brilla no ya en el triunfo de los suyos sino en medio de naufragios previsibles o consumados de ese partido al que ha dedicado su alma, podrá alardear en su glorioso currículo de haber logrado la extinción del ogro con Rh negativo que lleva 50 años acojonándonos a casi todos y también de otros notables logros políticos, pero es sospechoso de hablar en estado de embriaguez o de que algo grave le ha ocurrido a su cerebro al declarar en su toma de posesión de cargos fastuosos: "Este es un Gobierno creado para transmitir confianza".
Hasta un morador del limbo deduce de esa sabia certidumbre que los anteriores fueron creados con la sagrada misión de transmitir desconfianza, de sembrar el escepticismo, el mosqueo y el terror en los gobernados. También que el prócer que les hizo directivos era un sádico o un demente.
O que estaba convencido de que el bien común solo era posible si los electores no se creían nada de lo que afirmara, propusiera o hiciera el Gobierno. ¿Es posible que Zapatero oculte a un anarquista enloquecido que aspiraba a la destrucción del Estado a base de crear la permanente desconfianza del pueblo hacia sus gobernantes? No sé, todo es muy inquietante en la trascendente revelación del nuevo vicepresidente.
Observo que entre los ministros que van a devolverme la confianza permanecen Blanco y Pajín, de gestualidades y discursos que me provocan alergia. Me asiste el mismo derecho que a los que les produce grima mi expresividad y mi jeta. Pero no imagino nada mirando la boca de Pajín. Mi rechazo de su personalidad está relacionado con la ética. Tampoco me gusta su estética.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.