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Premios Príncipe de Asturias

Monarquía contra la crisis

Don Felipe de Borbón pide en su discurso confianza y valentía al país para superar el bache financiero

Jesús Ruiz Mantilla

No había ayer dos entrenadores sobre el escenario del teatro Campoamor. Había tres. A Vicente del Bosque y Luis Aragonés -que recogieron el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes junto a 10 miembros de la Roja- se unió don Felipe. El Príncipe se puso el chándal y bajó al vestuario de una nación desmoralizada, desconcertada y confusa para pedir ánimos. "España se ha demostrado a sí misma en muchas ocasiones que sabe superar los momentos críticos. Ahora debe volver a hacerlo", aseguró.

Fue al final de una ceremonia medida y cálida. Una ceremonia de relevo. De bienvenida para la nueva directora de la Fundación, Teresa Sanjurjo, y de despedida para Graciano García, quien hace 30 años puso los cimientos de los hoy prestigiosos premios en marcha.

En su alocución reclamó "una sociedad solidaria, ética e inclusiva"
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Goleada en el Teatro Campoamor

Un acontecimiento teñido de rojo por el impulso y la pasión que desató la selección. Pero donde no pasaron desapercibidos los demás: el discreto Richard Serra (Artes), los sabios del entendimiento, la comunicación y el diálogo entre culturas, como Alain Touraine y Zygmunt Bauman (Comunicación y Humanidades) o Amin Maalouf (Letras). Los tres hablaron de concordia, diversidad y encuentro. "Cómo convertir nuestras diferencias en provecho y no calamidad", dijo Maalouf. El escritor francolibanés abogó por convertir la cultura en algo crucial para épocas descarriadas: "Y la nuestra lo es", avisó.

Pero ahí estaban otros ejemplares premiados para demostrar que no tanto: las representantes de Manos Unidas (Concordia), los héroes de esa resurrección médica que permiten los trasplantes, como los representantes de la Transplantation Society y la Organización nacional española (premio de Cooperación Internacional). Así como David Julius, Linda Watkins y Baruch Minke (Investigación Científico Técnica) y los representantes del equipo arqueológico de los guerreros de Xi'an (Ciencias Sociales).

Labores ejemplarizantes, héroes contemporáneos que nos pueden ayudar a traspasar esta edad líquida, que diría Bauman, por el pasadizo de uno de esos laberintos robustos de metal que esculpe Richard Serra hacia la salvación.

Podemos. Eso parecía querer decir el Príncipe. El heredero se empeñó en insuflar ánimos en su discurso. "Logremos construir con ilusión una economía más competitiva y eficiente, que no rehúya el riesgo de emprender e innovar, ágil para adaptarse a los acelerados cambios que vivimos, capaz de generar empleo", aseguraba. "Una sociedad solidaria e inclusiva en la que tantas personas sin trabajo sepan que su situación es tan solo transitoria, nunca una desesperanza sin final".

Pero no lo hizo sin dar capones. Sin reconocer que en el camino se han dejado girones éticos: "Debemos buscar la moderación donde haya habido excesos: ética donde haya habido abusos". Para ello pidió ambición. "Decía Ortega y Gasset que solo es posible avanzar cuando se mira lejos y solo cabe progresar cuando se piensa en grande". Ya habíamos pasado por circunstancias peores antes: "Ellos lo consiguieron. Estoy convencido de que nosotros podemos volver a conseguirlo. No tengáis duda. Yo no la tengo". Y saltó al campo.

Richard Serra, tras recoger su diploma de manos del Príncipe Felipe.
Richard Serra, tras recoger su diploma de manos del Príncipe Felipe.AFP

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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