Ley de deberes sin derechos
El sábado día 16 de octubre, otra vez más, un nutrido grupo de ciudadanos de uniforme nos concentramos en una esquina del Ministerio de Defensa para manifestar nuestro total descontento con la nueva ley de la carrera militar. Ley que atañe directamente a nuestras vidas profesionales y personales.
Esa ley sigue cercenando nuestras legítimas aspiraciones profesionales y, lo que es peor aún, nuestros derechos constitucionales, que solo deberían ser restringidos en ocasiones muy excepcionales, no como pretende la ley, diariamente.
Los militares del siglo XXI, que nos concentramos este sábado, somos demócratas convencidos, orgullosos de nuestra Constitución, de nuestro país y de nuestro Ejército. Pero eso no hay que confundirlo con ser sumisos y serviles, como pretende la nueva ley conseguir con el sistema de calificación personal, totalmente subjetivo, según la impresión del jefe que lo realice tenga de la persona. El resultado de esa impresión subjetiva nos puede costar el ascenso durante años, especialmente a los suboficiales, que por ser el grueso del colectivo que desarrolla el trabajo diario se nos pretende perpetuar en el mismo empleo durante un mínimo de ocho años, cuando un oficial sale de la academia y en cuatro años tiene garantizado su ascenso. La tropa tiene auténticos contratos basura, que pueden llegar a resolverse y hacerles perder el puesto de trabajo por un mero informe desfavorable de su jefe.
Los ciudadanos que este día nos hemos reunido en Madrid procedentes de todos los puntos de la geografía española no reclamamos nada excepcional, solo una ley que contemple la plenitud de derechos fundamentales que todos los españoles tenemos reconocida en la Constitución por el simple hecho de ser ciudadanos españoles.
Nosotros, que somos los garantes de esa ley suprema, queremos disfrutar plenamente de ella. Queremos que se nos tenga en cuenta a la hora de elaborar los desarrollos normativos que afectan a nuestra vida profesional.
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