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La misa minera termina en protesta

300 compañeros de los 33 chilenos rescatados exigen el pago del finiquito

Francisco Peregil

Todo estaba preparado para el broche perfecto. El obispo de Valparaíso, Gonzalo Duarte, llegó a la mina San José para oficiar una misa en honor de los 33 rescatados. Primero acudió el minero Juan Aguilar. Escoltados y protegidos por la policía ante la avalancha de periodistas, fueron llegando los otros: el jefe de turno, Luis Urzúa, el boliviano Carlos Mamani, Claudio Yáñez, Darío Segovia, Pablo Rojas... Ya no sumaban 33. Algunos se habían marchado a sus provincias, otros descansaban después de la fiesta que celebraron el sábado en sus casas. Otros pertenecen a la iglesia evangélica y no asistieron, a pesar de que el pastor Carlos Parra se dejó ver por allí en su último día. Pero una decena de los 33 era un número suficiente como para poner el lazo a una película de final perfecto. Hasta que se colaron otros personajes en la trama.

Iba a ser la foto del día: algunos de los 33 llegaban al mismo lugar en que durante 70 noches acamparon sus familiares. Ahí se habían prendido las primeras hogueras. Por ahí había llorado en agosto el ministro de Minería, Laurence Golborne, cuando fracasó el primer intento de rescate. Aquella primera semana, varios expertos intentaron meterse por el mismo agujero que había engullido a los 33 y subieron llorando. Entre lágrimas dijeron que la chimenea se derrumbó cuando quisieron avanzar y no tuvieron más remedio que correr hacia la superficie. En ese mismo campamento temblaron muchos familiares, compañeros y amigos cada vez que algunas de las 13 sondas que se lanzaron en busca de los 33 se quedaba corta o pasaba de largo. Ahí se abrazaron muchas familias el 22 de agosto a las 4.55 de la mañana cuando, al cabo de 17 días, una de aquellas sondas contactó con ellos y se supo que estaban vivos. Entonces no había apenas periodistas por aquí. Ahora, con gafas negras para protegerse del sol, rodeados de cámaras y caminando sin detenerse, los mineros parecían estrellas de rock. Se metieron en una tienda de campaña para asistir a la misa, y de pronto algo falló.

Unos 20 empleados de la empresa propietaria de la mina San José, compañeros de los 33, protestaban porque no se les permitía el acceso a la carpa. Reclamaban más atención por parte del Gobierno del presidente Sebastián Piñera. Decían que el finiquito que tendrían que haber cobrado solo podrán recibirlo a partir del año que viene y en cuotas de 12 meses. "Tengo una hija en la universidad, tenemos hijos a los que criar y llevamos dos meses sobreviviendo con las uñas. Necesitamos el dinero ya", explicaba el minero Javier Abarca. El resto de sus compañeros portaba pancartas donde se leía: "No somos 33, somos 300"; "Estamos atrapados en la superficie".

El minero rescatado Darío Segovia (con gorra blanca), junto a otros compañeros que protestaban por no poder acceder a la misa.
El minero rescatado Darío Segovia (con gorra blanca), junto a otros compañeros que protestaban por no poder acceder a la misa.AFP

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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