El BCE y el FMI calientan la guerra de las divisas
El dólar está en mínimos de 15 meses frente al yen y de 8 meses con el euro
Riesgos y más riesgos. La frágil recuperación mundial iba capeando hasta ahora el fenomenal aumento de la deuda pública, la enfermedad del paro convertida en pandemia y un sector financiero que no es capaz de activarse tras más de mil días desde el inicio de la crisis. Pero hay nuevos problemas. El Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) calentaron ayer un poco más la incipiente guerra de divisas en los mercados. "Guerra o batalla tal vez sean palabras demasiado belicistas, pero lo cierto es que muchos países han empezado a usar las divisas como un arma", declaró ayer el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, señalando directamente a las economías asiáticas, y en particular al habitual sospechoso: China. El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, hizo asimismo un llamamiento a una "apreciación gradual" del yuan, pero apuntó directamente a la otra cara del problema: "Estados Unidos necesita un dólar fuerte", dijo en Francfort a modo de mantra.
Ese es el quid de la cuestión. La debilidad creciente del dólar -en mínimos de 15 años frente al yen japonés y de ocho meses frente al euro- ha puesto a los países asiáticos y a algunos latinoamericanos muy nerviosos. Un dólar bajo dificulta las exportaciones de esos países, en un momento en el que, además, deben enfrentarse a grandes entradas de capitales que auguran la formación de nuevas burbujas, y que a su vez tiran hacia arriba de los tipos de cambio de sus monedas. En esos países, donde la crisis ya es agua pasada, algunos Gobiernos están tratando de limitar los futuros daños con controles de capital. Brasil es un ejemplo de esa política.
La carrera de intervenciones en el mercado de divisas lleva ya varias semanas en marcha. Japón, Brasil, Corea del Sur, Suiza, Reino Unido y EE UU han actuado -directamente o de forma más sibilina, inundando sus economías de liquidez a través de grandes compras de deuda pública- para devaluar sus monedas. En paralelo, varios bancos centrales del sureste asiático están muy activos comprando y vendiendo divisas para controlar sus tipos de cambio. Corea del Sur, Tailandia, Malasia y Filipinas han intensificado esa operativa en los últimos días. Y a la vez, resurgen los ecos de una guerra comercial: EE UU, por ejemplo, acaba de aprobar medidas proteccionistas contra las importaciones chinas.
El parte de daños aumenta cada día. Además de los movimientos del dólar, el rublo y el dólar australiano subieron con rapidez, y la volatilidad se ha adueñado del mercado de divisas. "Algunos países están interviniendo para depreciar sus monedas y respaldar así sus exportaciones", resumió el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick.
"Una de las sorpresas positivas de esta crisis ha sido la colaboración internacional. Ese impulso no ha desaparecido, pero sí ha disminuido", avisó un Strauss-Kahn visiblemente preocupado por la emergencia de nuevos desórdenes. Strauss-Kahn postuló al FMI como la institución que puede conseguir que las aguas bajen más tranquilas en los próximos días. El Fondo podría usar el reparto de las cuotas -los emergentes quieren más poder en detrimento de los países ricos- para persuadir a algunos países de que dejen de intervenir en el mercado.
Viñals también pide un 'plan B' español
El FMI quiere que España tenga un plan B para el caso de que se incumplan las metas de reducción del déficit. José Viñals, responsable financiero del Fondo, recomienda al Ejecutivo que tenga listas medidas de ajustes adicionales si se desvía del objetivo de déficit (el 6% del PIB en 2011). "Puede llamarlo plan B o puede llamarlo de otra manera", dijo en un encuentro con periodistas españoles. Viñals dejó claro que la alternativa puede ser desastrosa: "Los mercados tienen tolerancia cero en todo lo relativo al déficit. España se ha comprometido a un objetivo de rebaja. Si se registra cualquier desviación, deben arbitrarse las medidas de corrección necesarias en el menor tiempo posible".
Irlanda se ha visto obligada a estudiar una segunda ronda de medidas de austeridad tras los problemas causados por su banca, que van a disparar el déficit y han desatado el nerviosismo de los mercados. Y pese a que España se ha distanciado de los países con mayores problemas, tanto el FMI como el Banco de España quieren evitar dificultades si el déficit no baja a la velocidad prevista. El Gobierno ha rechazado la necesidad de un plan B. "Se están cumpliendo nuestras previsiones", según Carlos Ocaña, secretario de Estado de Hacienda.
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