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Reportaje:Elecciones en Brasil

Ex presidente busca empleo

Lula asegura que recorrerá todo el país y mantendrá una cierta proyección internacional tras dejar el cargo

Soledad Gallego-Díaz

Muchos creen en Brasil que ni Lula sabe todavía qué hará cuando abandone la presidencia. Es un hombre de 65 años, lleno de vitalidad, y toda su vida ha estado relacionada con actividades públicas. Hasta ahora solo ha dejado claro que no dejará la política, que piensa recorrer el país y que desea mantener cierta proyección internacional. Luiz Inácio Lula da Silva, hablando solo portugués, se ha labrado un perfil internacional más importante que muchos dirigentes políglotas y su opinión es requerida en muchos foros. Ha sido en sus ocho años de mandato cuando la proyección de Brasil ha dado un salto fundamental.

El antropólogo Antonio Riseiro, del equipo de Dilma, lo explicaba ayer en un diario brasileño: "Brasil ya no necesita pedir permiso a nadie para entrar por donde quiera en el mundo". El problema, apostillan sus críticos, es que Lula se crea lo mismo con respecto a sí mismo. Más todavía si la oposición sufre un verdadero naufragio. Brasil, con Dilma, y Lula, como auténtica estrella, necesitan una oposición sólida que les obligue a calcular sus pasos.

Las miradas están centradas en su futura relación con Dilma Rousseff
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Todas las miradas estarán concentradas en su relación con Dilma Rousseff en los primeros meses tras las elecciones. Tanto si Dilma gana en primera ronda como si tiene que acudir a una segunda vuelta, la atención estará centrada en el papel que adopte Lula a la hora de que se forme el Gobierno (se anuncia que entrarán dos hombres de su núcleo duro, el economista Antonio Palocci y José Dirceu) y se negocie con los muchos grupos que les apoyarán en el fragmentado Parlamento. Especialmente si hay que negociar para una segunda vuelta con Marina Silva.

La trayectoria personal de Lula invita a pensar que seguirá teniendo una actitud política pragmática. Conseguir cosas, avanzar en aspectos concretos que mejoren la vida de la mayoría, al margen de planteamientos puramente ideológicos, ha sido siempre su obsesión. Muchos recuerdan ahora sus críticas en la conferencia sobre socialismo que convocó el PT en el año 2000. "El socialismo es un proceso, me dicen en la URSS y en Cuba cuando pregunto cuándo va a mejorar el nivel de vida de la gente. En mi opinión, ese proceso dura demasiado. Hay que ir más rápido", afirmó entonces. Lula, que se presenta públicamente como un gran admirador de Cuba, se reía en privado de la cantidad de veces que le invitaban durante sus visitas a la isla a entregar medallas de mérito a los trabajadores: seguro que preferirían una lavadora, afirmaba.

Es difícil, sin embargo, que Lula entre a formar parte del pequeño círculo ex presidencial que integran el español Felipe González, el chileno Ricardo Lagos o el también brasileño Fernando Henrique Cardoso. Primero, por la propia presencia de Cardoso, y segundo porque, aunque Lula ha mantenido políticas pragmáticas, en su vocabulario es mucho más radical que sus colegas y porque desempeña un papel mediador muy diferente, no solo con la Venezuela de Chávez sino también en Cuba o en los países emergentes.

Luiz Inácio Lula da Silva.
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