Los dilemas del filántropo Bono
Tantos años observando y todavía me asombra la capacidad de algunos artistas para despertar odios. Sospecho que en el top de acumuladores de antipatías está Paul Hewson, alias Bono. Me pasma el regocijo con que, a principios de año, unos internautas le otorgaron el título de "peor inversor en América".
América, ya saben, equivale a Estados Unidos. Y sí, hay gente que se dedica a escudriñar los movimientos de Elevation Partners, el fondo de private equity identificado con Bono. Son los que denuncian ásperamente que hubiera dinero suyo en una empresa que desarrolla videojuegos violentos (pero ¿hay de otro tipo?). Notas deleite cuando calculan que Bono pudo perder 140 millones de dólares (unos 108 millones de euros) de su inversión en Palm Inc., fabricante de móviles, ahora devorado por el gigante Hewlett-Packard.
El último patinazo es Edun, la marca de moda que pretendía crear empleo en África
Me repatea que adquieran posiciones de superioridad moral los que jamás se rascan el bolsillo
Los fundadores de Elevation seguramente pensaron que quedaría chachi bautizarse con el título de una potente canción de U2; no advirtieron que eso sería un trapo rojo para el ejército anti-Bono. Que no dejó de señalar la incongruencia de que el cantante irlandés sea hoy copropietario de la revista financiera Forbes. Más benévolamente, se podría defender esa adquisición como entrismo, una oportunidad para abocar por un capitalismo más sensato.
Pero, cuando estás en la situación de Bono, todo se vuelve contra ti. La gente de Elevation donó un millón de dólares a la Wikipedia Foundation. ¿Traducción? "Bono y sus amigos planean apoderarse de una de las grandes iniciativas de la era digital".
Como avisaba San Bernardo, el infierno está empedrado de buenas intenciones. El último patinazo de Bono corresponde a Edun, la marca de moda que pretendía crear empleo en el África subsahariana. Con su última colección, hemos sabido que Edun ha desplazado la fabricación de la mayoría de sus productos a China.
Dicen que los motivos son esencialmente técnicos. Las empresas africanas no cumplían con las fechas de entrega y, peor, entregaban prendas defectuosas. Y no estamos hablando de trapos de baratillo: los PVP de Edun oscilan entre los 60 dólares de las camisetas y los 800 de las chaquetas.
Leyendo un jugoso reportaje del periódico The Wall Street Journal, descubro que Edun nunca fue rentable. Habituado a que los artistas patrocinen líneas de ropas, uno creía que se trataba de un negocio imbatible, con sus altos márgenes. Resulta que Bono y su esposa han metido 20 millones de dólares en Edun. Cansados de hacer frente en solitario a la sangría monetaria, el pasado año vendieron el 49% de Edun a LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton. Recibieron a cambio menos de 8 millones de dólares (más de 6 millones de euros), lo que significa asumir pérdidas, con la lejana esperanza de que el conglomerado del lujo sea capaz de rentabilizar la idea.
Con este catálogo de desastres, uno percibe otra posibilidad en el mayor desliz reciente de U2: el traslado de U2 Ltd. de Irlanda a Holanda, donde la presión fiscal es menor. Hubo disensión interna en el grupo y cabe imaginar a su representante, Paul McGuinness, convenciendo a los renuentes: "No es por vosotros, se trata de evitar que Bono termine en números rojos".
A estas alturas, cuesta sentir pena por los apuros económicos de multimillonarios como Bono. Pero no conozco a nadie, incluyendo a los que alardean de solidaridad, que no haga lo posible por recortar la factura de sus impuestos. También me repatea que adquieran posiciones de superioridad moral los que jamás se rascan el bolsillo a la hora de aliviar miserias ajenas. Y no me vengan con "complejos mesiánicos" o "ansias de publicidad": visto lo visto, nadie afirmará que la imagen de Bono se beneficia de empeñarse en una lucha contra la pobreza y la deuda del Tercer Mundo.
Babelia
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