Estrés posvacacional
Cada año que pasa la misma historia, las mismas tonterías. Es llegar el mes de septiembre y todos los telediarios parecen ponerse de acuerdo para hablarnos del tema de marras, que no es otro que el estrés posvacacional que nos espera irremediablemente a todos, queramos o no, cuando volvamos al trabajo.
Quiero aprovechar estas líneas para denunciar esta falacia, esta impostura a la que nos vemos sometidos y que a muchos nos llena de indignación. Jamás en mi infancia escuché ni a mis padres ni a mis abuelos ponerse tristes ni deprimidos por tener que volver a la faena; como mucho podías oírles la típica frase "ay qué pronto se acaba lo bueno", pero todo ello dicho de forma medio en broma, con una ligera resignación pero sin drama alguno, con entereza y apechugando. Sin embargo, lo que veo hoy en día me produce vergüenza ajena, con mayor motivo aún en una época de crisis económica con más de cuatro millones de parados. Me da igual lo que me reprochen los psicólogos (comprendo que ellos también tienen que comer), pero yo digo aquí y en voz alta que el estrés posvacacional es una enfermedad de nuevos ricos, algo propio de sociedades como la española que solo piensan en la juerga, en la fiesta y en tumbarse a la bartola.
Y sobre todo, yo que tengo trabajo he decidido no deprimirme como muestra de respeto hacia todos los que sufren el desempleo. Parafraseando el famoso sketch de Martes y Trece... "Menos samba, menos estrés posvacacional y más trabajar".
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