El pudoroso Hijo Predilecto
Iker Casillas recibe con modestia la distinción de su ciudad natal, Móstoles
Iker Casillas, El Santo, San Iker, no camina sobre las aguas. Anda con sus botines morados de cuero por un pasillo de cemento, llamado a gritos por niños y niñas separados de él por una valla y un cordón de policías municipales, a la salida de unos campos de fútbol de las afueras de Móstoles.
"Con esa barba parece Jesucristo", dice una chica que hace unos segundos le ofreció su esternón, abriendo su camisa, para intentar en vano que le firmase su nombre en la piel. Luego, ella, algo herida quizás, avisa de que tampoco es su tipo, que prefiere a Cristiano Ronaldo. Y eso que el chico les firmó un papel a ella y a una amiga, y les sonrió, y lo tocaron, y lo olfatearon. "Está fuerte. Huele bien", conceden.
"Con esa barba parece Jesucristo", dice una chica que le ofrece el esternón
No camina sobre las aguas, pero consigue cosas difíciles. Por ejemplo, pronunciar la palabra "bueno" al coger un micrófono para hablar, tocarse la punta de la nariz por pudor y solo con eso, arrancar una ovación y gritos arrebatados de "¡guapo, guapo!".
Iker Casillas, el portero del Real Madrid y de la selección española, recibió ayer en los Campos Iker Casillas la distinción de Hijo Predilecto de Móstoles, su ciudad. "Los Campos Iker Casillas...", el futbolista paró un segundo su discurso improvisado. "Me suena raro mi nombre".
Hagan la prueba de decir en alto su nombre precedido por el sintagma "Los Campos..." y sentirán el ridículo, si no están afectados por el síndrome de Narciso. Casillas no lo padece y eso debió de sentir cuando hizo esta breve reflexión en el palco del homenaje. Vestido como un joven con dinero, con una americana negra de ribete marrón en las solapas, camisa blanca y pantalón vaquero ceñido en los tobillos, para lucir sus bonitos botines, el portero aguantó la posición mientras el locutor de la ceremonia y el alcalde, Esteban Parro, del PP, glosaban su existencia.
"Mostoleños, mostoleñas, aquí tenéis al campeón, al mejor portero del mundo". Casillas de pie, con los brazos cruzados, sueltos un segundo y vuelta a cruzarlos, en estado semirrígido, como cuando un rival se le planta delante y él se queda congelado, esperando a ver por dónde sale el balón, pero menos cómodo, porque las palabras le resultan más embarazosas que los pies de un delantero. "Y a continuación vamos a dar acta del historial de don Iker Casillas Fernández. Ha ganado...". Iker cruza los brazos.
Ha ganado una copa del Mundo y una Eurocopa con España y dos copas de Europa con el Real Madrid, por abreviar. Además, como explicaba el alcalde después del acto, pasado el asalto a Casillas de los periodistas con sus alcachofas (cosa que parecía darle menos respeto que estar subido a un palco ante la sencilla admiración de sus paisanos), el guardameta, con 29 años, acumula los siguientes honores municipales: "El nombre de los campos, dos veces pregonero, una medalla de oro que solo tiene el Rey, e Hijo Predilecto".
Son los galones locales de un joven con un sueldo que ronda los cinco millones de euros al año, fama internacional y una bella novia perseguida por los paparazis. Pudo ser cualquier otro chico de su quinta, cualquier otro chaval de este pueblo suburbano de 200.000 habitantes y resecos edificios de ladrillo. Pero fue él, Iker. No camina sobre el agua. Pero tiene los guantes ungidos.
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