"Hay que convencer a los ricos para invertir más en educación"
¿Cómo se puede convencer al 20% más rico de la población de América Latina, que concentra entre el 40% y el 50% de los bienes de la región, de que acabar con las desigualdades es bueno para el conjunto de la sociedad y, al final, también para ellos? En una de las salas del palacio de conferencias donde se está celebrando en Buenos Aires el Congreso Iberoamericano de Educación y el primer Foro Iberoamericano de Periodismo Educativo, Martín Hopenhayn (Chile, 1995), director de la División de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de la ONU, se hacía ayer esta pregunta.
Explicaba que no es casualidad que los países con altos niveles de productividad y altos niveles de desigualdad (América Latina sigue siendo la región más desigual del planeta, a pesar de los avances de los últimos años y sus esperanzadoras tasas de crecimiento económico que se prevé para 2010 del 5%) hayan estado sustentados tradicionalmente en las materias primas. En ellas, continuó, la riqueza de los más ricos se basa en acceso privilegiado a los recursos naturales y las fuentes de financiación, y en una enorme disponibilidad de mano de obra barata.
"En América Latina hay un caldo de cultivo interno de desigualdad"
Pregunta. Entonces, más allá de las ideas de justicia y equidad, ¿es posible convencerles de que acabar con las desigualdades es bueno para todos, también para ese 20% que ya vive muy bien?
Respuesta. Una de las formas de blindarse, desde el punto de vista de clases privilegiadas, ante la tremenda volatilidad del orden financiero global es con aumentos de la productividad, con innovación, ciencia y tecnología. Y el aumento de la productividad requiere una población más educada. Asimismo, los ricos no quieren vivir en sociedades inseguras, pero la inseguridad ha aumentado enormemente en América Latina en los últimos 20 años. Y no se trata solo de las mafias internacionales, sino que hay un caldo de cultivo interno de desigualdad y marginación. También creo que se está extendiendo una ética universal a favor de los derechos humanos, la democracia. Y todo ello extiende la idea de que invertir en políticas sociales mejora la calidad de la sociedad en su conjunto.
P. ¿Qué papel juega la educación en ese camino?
R. Si pensamos en la educación como palanca para dar esos saltos productivos, como palanca para la inclusión social y la salida de la pobreza, y como espacio básico de construcción de una cultura cívica de entendimiento y convivencia, todos quieren aportar para educación. Si a las clases privilegiadas les convences de que el dinero se va a invertir en ese sentido, pueden estar dispuestos a repensar sus impuestos. Pero también tienen que ver que el gasto en educación es eficiente y eficaz.
P. ¿Y ese es el otro gran problema?
R. Así es, porque además el resultado de la inversión en educación no se ve a corto plazo. Y ahí es donde encajan las Metas Educativas 2021 [que ayer aprobaron los ministros de Educación para movilizar la próxima década los 80.000 millones de euros para dar el empujón definitivo a la educación de la región]. Las metas pueden ser fundamentales porque lo que se necesita es un soporte institucional que vincule las metas a medio plazo con un consenso aquí y ahora.
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