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Crónica:67ª Mostra de Venecia
Crónica
Texto informativo con interpretación

La felicidad de uno de Bilbao

El cineasta vasco defiende "copiar bien"

Toni García

"No he llegado a tener una relación sentimental con Quentin Tarantino a pesar de que lo he intentado. Como compensación me ha dado dos premios", soltaba un eufórico Alex de la Iglesia 10 minutos después de llevarse dos premios gordos y poner a la Mostra a sus pies. El payaso nunca había tenido una noche tan grande: Balada triste de trompeta se llevó los premios a mejor guión y dirección y a De la Iglesia se le salía el corazón por la montura de las gafas. El realizador de Bilbao abandona la Mostra con la satisfacción del deber cumplido y con una historia de amor disfrazada de fábula oscura y terrorífica conquista el Olimpo de los leones: se lleva el de plata a casa, envuelto para regalo, con una sonrisa tan grande que la barba parecía no caberle en la cara. El cineasta se lo merece, especialmente por tener los bemoles de entregar una película semejante sin que en ningún momento le haya traicionado el miedo escénico, sin arredrarse ni plegarse a más ley que la suya, la del tipo con más personalidad del moderno cine español. "En este festival se premia al mejor coctelero. El truco está en mezclar los elementos bien. Todos somos farsantes, porque todos disfrutamos de copiar de otros. Eso es la posmodernidad".

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El vasco ha guardado las formas cuando ha recogido el premio al guión ("Qué bonito es", dijo mirándolo), pero se abandonó a la fiesta cuando Guillermo Arriaga explicó: "Odiamos a los payasos pero este hombre nos ha hecho amarlos". Con su traje negro por bandera, Alex de la Iglesia gritó: "¡Por el amor de Dios, muchísimas gracias! Estos días en Venecia han sido los mejores de mi vida". Su discurso no fue muy largo, aunque sí intenso.

Otra cosa que ha quedado clara es que Quentin Tarantino manda, y mucho. Y es que el icono estadounidense ha repartido los galardones cortando él la pana: su ex novia, Sofia Coppola, se ha llevado el León de Oro; su padrino y mentor Monte Hellman se ha llevado un León especial a su contribución artística; y su amigo Vincent Gallo ha mojado por partida doble. Tarantino ha sido el hombre-orquesta de la ceremonia y, a pesar de que es dudoso que nombres como Danny Elfman o Guillermo Arriaga se hayan plegado a sus deseos, no es menos cierto que su ascendencia habrá sido inmensa.

La cuestión es que al final los pronósticos fueron buenos y de la terna que todos consideraban dignos de optar al León de Oro finalmente fue Sofia Coppola la que se llevó el gato (león en este caso) al agua. Su Somewhere, la historia de un actor venido a menos cuya vida da la voltereta y vuelve a ponerse en pie con la visita de su hija de 11 años, conquistó a algunos -que no a todos- aunque no encabezaba las quinielas. Sin embargo, su excelente película acabó sacándole varias cabezas al resto de favoritos y cruzó la línea de meta sin necesidad de mirar atrás. El suyo es un galardón merecido a una película con detalles deliciosos y sin miedo de resultar contemplativa, algo sumamente extraño pero que se agradece sobremanera. Cine raro, lento, pero auténtico e impecable. "El León de Oro ha sido unánime. Esta película nos encantó desde el primer momento y luego creció en nuestros corazones [...] cuando nos preguntábamos qué estábamos buscando en el León de Oro siempre acabábamos hablando de ella. Tengo que decir que es un tremendo honor dar este premio a Sofia Coppola", pontificaba Tarantino, echándole un poco de emoción y un mucho de teatro. Luego abrazó a la ex y aplausos.

Antes se había entregado la Copa Volpi al mejor actor. El galardón fue una auténtica sorpresa y es que lo de Vincent Gallo casi parece una broma; cierto es que el actor lo daba todo en su talibán a la fuga de Essential killing, pero Stephen Dorff o Paul Giamatti le daban mil vueltas. Por supuesto, el actor no subió a recoger el premio ni cuando el director del filme, Jerzy Skolimowski, y le desafió desde el escenario a dar la cara, y es que Gallo y el circo siempre van de la mano. Eso sí, al menos el jurado tuvo el buen gusto de premiarlo por esta película y no por su otra aportación al séptimo arte, Promises writen in water, que aparecía como la peor valorada en todos los listados de los críticos de la Mostra: menos mal que en eso estamos todos de acuerdo.

Essential killing también se alzó con el premio especial del jurado y Skolimowski volvió a subir al escenario para ponerse metafísico: "Dios me avisó de que mantuviera mi discurso al mínimo, pero el diablo me dijo que nombrara a toda la gente que ha colaborado conmigo en esta película". A continuación recitó el listado de todos los que le habían llevado por el buen camino y solucionado.

Mientras Tarantino seguía pegando gritos y sonriendo a carcajadas, un pelín pasado de vueltas, se anunciaba la Copa Volpi a mejor actriz. Este premio fue probablemente el más inesperado de la noche, y se lo llevó la francogriega Ariane Labed por la película griega Attenberg, en su papel de lunática introvertida obsesionada con los documentales de Richard Attenborough. La chica en cuestión vive de las clases de sexo que le imparte su mejor amiga hasta que un día un extraño irrumpe en su vida y todo se va al garete, como acostumbra a suceder. Labed se deshizo por el camino de Natalie Portman y hasta de la mismísima Catherine Deneuve. No es que la chica lo hiciera mal, ni mucho menos, pero Portman se la comía con patatas.

Faltaba un premio gordo y ese fue para Monte Hellman, el padrino de Tarantino, el hombre que en 1992 le produjo Reservoir dogs y que se presentaba en Venecia con el aura de rebelde que le ha acompañado desde sus tiempos tortuosos con Jack Nicholson. Hellman subió al escenario, se fundió en un abrazo con su hijastro Tarantino y empuñó el premio: "Todo lo que puedo decir es que habiendo sido el más viejo en competición debo entender con este premio que estáis tratando de matarme. Esta película es mi primera película. Todo lo que hecho hasta ahora solo ha sido una preparación para esto". La verdad es que Tarantino se lo había puesto difícil, al describirle como "gran artista y poeta minimalista".

Esto es lo que dio de sí la noche más española de Venecia en años, donde por una vez lo de "vencedor moral" es una verdad como un templo. El vencedor moral, que quede claro, ha sido un tipo con zapatones, nariz roja y del mismo Bilbao.

Alex de la Iglesia juega durante la ceremonia de premios de la Mostra con su León de Plata a la mejor dirección, ganado por <i>Balada triste de trompeta. </i>
Alex de la Iglesia juega durante la ceremonia de premios de la Mostra con su León de Plata a la mejor dirección, ganado por Balada triste de trompeta. AP
Sofia Coppola recibe el León de Oro de manos de Quentin Tarantino, el presidente del jurado.
Sofia Coppola recibe el León de Oro de manos de Quentin Tarantino, el presidente del jurado.GETTY

Palmarés

- León de Oro.

Somewhere de Sofia Coppola.

- Gran premio del Jurado.

Essential killing, de Jerzy Skolimowski.

- León de Oro especial. Monte Hellman.

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León de Plata a la mejor dirección. Alex de la Iglesia, por Balada triste de trompeta.

- Copa Volpi al mejor actor. Vincent Gallo, por Essential killing.

- Copa Volpi a la mejor actriz. Ariane Labed, por Attenberg.

- Mejor guión. Alex de la Iglesia, por Balada triste de trompeta.

- Mejor contribución técnica. A Mijail Krichman, por la fotografía de Silent souls.

- Premio Marcello Mastroianni a la revelación. Mila Kunis, por Black swan.

- Mejor

opera prima. Conguluk, de Seren Yüce.

- Premio FIPRESCI a la mejor película de la sección oficial.

Silent souls, de Aleksei Fedorchenko.

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