Obama llama a la tolerancia religiosa
El presidente de EE UU confiesa su frustración por las dificultades para cumplir con el cambio prometido - "Estamos en guerra con los terroristas, no con el islam"
Incluso en su más bajo momento político, Barack Obama fue capaz ayer de hacer un convincente llamamiento a la tolerancia religiosa y a la convivencia entre diferentes credos con la advertencia de que todas las tensiones actuales, todos los miedos y rechazos comprensibles en una época de crisis económica y de flujo incontrolado de información incendiara no deben llegar a provocar que "nos volvamos los unos contra los otros" en una peligrosa espiral de odios y revanchismos.
"Somos una nación bajo Dios", manifestó el presidente norteamericano en una conferencia de prensa en Washington, "y aunque le demos distintos nombres a ese Dios, seguimos siendo una nación".
El encuentro con los periodistas estaba diseñado para que Obama pudiera relanzar su proyecto cuando este parece encallado, rechazado por el público y, probablemente, condenado a un duro castigo en las elecciones legislativas del próximo noviembre. El presidente confesó que se siente "frustrado" por las dificultades encontradas para cumplir con el cambio que había prometido en su campaña y, aunque destacó los progresos obtenidos en sus primeros 18 meses de gestión, lamentó que el obstruccionismo deliberado de la oposición republicana haya impedido lograr una transformación más profunda y crear un clima político más constructivo.
El mandatario critica el continuo obstruccionismo de los republicanos
Obama manifestó que, desde ahora hasta la fecha electoral, explicará con mayor insistencia al electorado esas circunstancias, así como sus propuestas para revitalizar la economía, con la esperanza de que los norteamericanos entiendan que se trata de elegir entre una política, la suya, que procura llevar al país hacia delante y otra, la de la oposición, que "solo pretende volver a las recetas que provocaron la crisis actual".
La frustración manifestada por Obama recorrió prácticamente todos los temas abordados en la conferencia de prensa. El presidente no solo transmitió su desaliento por la falta de colaboración encontrada entre la clase política, sino por la incomprensión a su propuesta para juzgar en tribunales civiles a los presos de Guantánamo -lo que le ha impedido cerrar esa prisión en el plazo prometido- o la propagación irresponsable por parte de los medios de comunicación de iniciativas provocadoras como la del famoso pastor de Florida.
Obama expresó particular preocupación por la reacción hostil encontrada por el proyecto de construir un centro islámico con una mezquita a tres manzanas de la Zona Cero de Nueva York. "Comprendo las sensibilidades vinculadas a los atentados del 11-S", dijo, "pero es necesario insistir en que no estamos en guerra contra el islam, que estamos en guerra con organizaciones terroristas que utilizan falsamente el islam para justificar sus actos".
"Vivimos en un país", añadió, "en el que todos los hombres y mujeres son iguales ante la ley y tienen los mismos derechos. Eso incluye el derecho a construir una iglesia, una sinagoga o una mezquita. Al demonizar al islam demonizamos a una inmensa mayoría de musulmanes cuyo objetivo es vivir en paz y que rechazan masivamente las doctrinas totalitarias. Más aún, demonizamos a millones de musulmanes que viven entre nosotros y cuyos hijos van a los mismos colegios que los nuestros".
Obama ha sido criticado estas últimas semanas por respaldar el proyecto de la mezquita de Nueva York, a la que se oponen, según las encuestas, más del 60% de los norteamericanos, y asume, por tanto, un alto riesgo al insistir en defender ese derecho de la comunidad musulmana en vísperas del 11-S y a mes y medio de las elecciones.
Pero la asunción de riesgos es, según dijo, su obligación como presidente, y está dispuesto a hacerlo, tanto para apoyar las causas que cree justas como para promover la agenda económica que considera conveniente. "Estimular la economía es lo que quiero hacer y lo seguiré haciendo", declaró como respuesta a una pregunta sobre la impopularidad del plan de estímulo económico puesto en marcha al comienzo de su presidencia y al que ahora pretende añadir una inversión pública de 50.000 millones de dólares para la modernización de infraestructuras.
Obama defendió también sus propuestas en materia de impuestos. Aunque abrió una pequeña puerta a la negociación, insistió en que no está dispuesto a extender con carácter universal las ventajas fiscales concedidas por la Administración anterior y que vencen el próximo 1 de enero. Obama quiere extender esos beneficios para la clase media, pero no para los ingresos por encima de los 250.000 dólares anuales.
Este va a ser un campo de batalla principal en la campaña electoral. Si no se llega a un acuerdo, esa exención fiscal vencerá y aumentarán los impuestos para todo el país. La oposición se niega a negociar una extensión que no incluya a todos los contribuyentes, independientemente de su nivel de ingresos. Obama dijo que, con esa posición, "los republicanos han convertido a la clase media en rehén de su política para ayudar a los millonarios".
Se vio ayer, indudablemente, a un Obama más a la defensiva que en otras etapas -con un índice de aceptación del 45%, y bajando, no puede ser de otra manera-. Pero se vio también a un presidente consciente de la difícil situación política y dispuesto a dar la pelea.
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