Silencio... Se pegan
¿Alguien se acuerda de Esperanza Aguirre? ¿Alguien la ha visto por ahí, perdida en un hoyo de sus campos de golf, entregada al veraneo norteño? ¿Alguien la ha oído decir esta boca es mía? Silencio y sonrisas de monja es lo que ha elegido la presidenta de la Comunidad este verano. Karma y relax ante su próximo curso con exámenes finales en las urnas.
Tan solo alguna entrevista en medios nacionales próximos a su corralillo para las que ha elegido dar respuestas de perfil bajo. Nada que haga sangre, nada más allá que calificar la escabechina del PSOE en Madrid ante las primarias con un despectivo: "Ambos son los candidatos de Zapatero". Aunque la realidad no responda a sus ilusiones, en cierta forma, lo ha clavado. Porque en lo que respecta a estrategia, tanto Trinidad Jiménez como Tomás Gómez, son tal para cual.
Tomás Gómez se ha convertido sin remisión en todo un pedazo de tonto útil para la derecha
Uno no puede evitar estos días que le venga a la mente La vida de Brian. En esa genialidad blasfema de Monty Phyton hay una escena que resume la situación de los candidatos a primarias. Mientras contemplan una sesión en el circo con gladiadores, los miembros del Frente Popular de Judea tratan de situar a su enemigo. Uno de ellos, el más clarividente, resuelve el enigma y el bucle en que andan metidos sus camaradas, obsesionados con las luchas intestinas que no les dejan ver más allá de sus narices. Los enemigos no son sus oponentes del Frente Popular de Judea, ni la ristra que cada uno van soltando con los nombres de otras células judías. ¡Son los romanos!
Dentro de la lucha cutre y paupérrima de lo que deberían ser unas saludables primarias, lo único que ha quedado claro entre ambos es un preocupante desenfoque en cuanto al enemigo a batir. Más vale que lo recuerden ambos: son los romanos. También deberían saberlo bien los responsables del partido a escala nacional. Establecer el juego limpio, no decantarse por uno o por otro ya que se ha llegado a las últimas, sería todo un detalle.
Por ahora el precio de una foto es lo que ha primado. Colarse en la imagen, reventar gestos. Hoy uno de ellos pasea con un militante de predicamento y mañana el otro con un líder sindical. Gómez se alía con la UGT en plena cocina del otoño caliente y Trini logra que Rubalcaba le arree al otro un capón en público.
Un desplante, un arañazo, un mamporro o el apoyo de tal o cual ministro valen más que cualquier análisis racional. Por no hablar del descaro de episodios como el de la agrupación de Móstoles -suspendidos como facción pero con derecho individual a voto- que puede alentar sospechas de ventajas a favor de Jiménez. Es algo que los apoyos explícitos de Zapatero a la ministra de Sanidad no hacen más que avivar.
Así quedan también a las claras las vergüenzas y las carencias de su propio partido a escala global. De lo local a lo universal, solo hay un paso. Y en el caso del PSOE, con la que está cayendo, conduce al abismo. Digo yo: ¿es que será tan difícil para un oponente político sacar los colores al desastre del aguirrismo? ¿Desenmascarar las falacias, el peligro de desmantelamiento de lo público para fines privados, el estado de inanición en la sanidad, en la educación, en los servicios básicos de los madrileños? ¿Es que costará tanto denunciar el atropello a la decencia, la corrupción institucionalizada en gürtels y redes de espías para descuajeringarse entre sí? ¿Será tan difícil, Dios del cielo?
Más cuando ahora por fin han conseguido todo el foco. En los años de oposición que ha vivido Tomás Gómez -eso sí, con la desventaja de no contar con escaño en la Asamblea de Madrid- no se le ha visto más obsesión por salir en la foto que estos días. Pero no dando un paso al frente o atacando a la yugular de su enemigo máximo, sino para organizar un motín en su propio partido que los más zorros están aprovechando para apuntalar al líder. Se ha convertido sin remisión en todo un pedazo de tonto útil para la derecha.
¿Y Esperanza? Callada. ¿Y Gallardón? También. Ni les han quedado ganas de sacarse los ojos entre sí en las últimas semanas. Silencio calculado y cómplice entre ambos. Han elegido no estorbar el ruido que sus adversarios causan. En Madrid, mejor que en ninguna parte, se ha demostrado que no resulta vital un partido unido para conseguir mayorías absolutas. Pero en el caso del PSOE son demasiados años, demasiada inquina, muchas derrotas. Tantas como para que se imponga un poco de cordura y un horizonte claro en cuanto el enemigo de enfrente: son los romanos, idiotas, los romanos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.