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OPINIÓN
Columna
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Japón, veinte años

Joaquín Estefanía

Este año se cumplen 20 del estallido de la burbuja financiera e inmobiliaria en Japón, que ha dado lugar a una década perdida en ese país (1992-2003) y a una larga etapa de picos de sierra caracterizada por la deflación y el estancamiento. Poco queda ya del llamado "milagro japonés" de los ochenta cuando, por ejemplo, Mitsubishi compraba el emblemático Rockefeller Center de Nueva York o Sony se apoderaba de una buena parte de la industria cinematográfica de Hollywood. Por ello, estando la coyuntura española donde está, no ha sido una idea afortunada la equivalencia establecida por el presidente Zapatero en su reciente visita a Tokio entre las economías de ambos países.

A principios de los noventa se iniciaba en Japón la economía de la burbuja y se gestaba una grave crisis financiera con una dramática contracción del crédito. Ello se había ido gestando a consecuencia de la desregulación bancaria y, sobre todo, de una política monetaria muy expansiva. La especulación despegó con la apreciación del yen respecto al dólar en la primavera de 1985; el Banco de Japón tuvo que intervenir e inyectar liquidez para proteger las exportaciones, evitando que los productos del país se volvieran demasiado onerosos. El banco central bajó los tipos de interés a los niveles más reducidos desde la Segunda Guerra Mundial lo que, unido a la alta propensión nipona al ahorro, generó una oleada de compras de acciones y de inmuebles, que multiplicaron exponencialmente los precios.

En 1990 se iniciaba la larga marcha de la economía japonesa hacia la deflación. Pinchaba la burbuja inmobiliaria

A partir de los noventa, con las subidas del precio del dinero para contener la inflación, las burbujas se pincharon y las Bolsas y la construcción decayeron exponencialmente, iniciando la senda de estancamiento que ha proseguido hasta hoy. Como los bancos tenían en sus tripas muchas acciones y propiedades inmobiliarias, y una gran parte de sus préstamos estaban garantizados por esos activos, dejaron de conceder créditos para hacer frente a una morosidad creciente y mantener el coeficiente de capital. El estancamiento del PIB y la caída del consumo provocaron las tensiones deflacionistas.

La pasada semana, el Gobierno y el Banco de Japón salían por enésima vez en estas dos décadas al rescate de su economía (superada en términos absolutos por la china, con los precios cayendo ininterrumpidamente desde hace 17 meses, una deuda pública del 205% del PIB...) para poner freno a la fortaleza del yen, que está en el valor más alto respecto al dólar y al euro. Inyecciones de liquidez para reavivar el languideciente proceso de recuperación, con el fantasma de la deflación detrás. No es de extrañar la inquietud que genera Japón ante la actual crisis planetaria. Hace unos meses, el entonces subgobernador del Banco de Inglaterra se preguntaba: "¿Acaso nos enfrentamos a una depresión de 10 años como la de Japón?". Y en la reunión académica de las autoridades monetarias de buena parte del planeta en Jackson Hole (Wyoming, EE UU), la semana pasada, algunos pidieron más medidas para evitar una "deflación a la japonesa" en EE UU. La economía japonesa no es un buen ejemplo al que agarrarse.

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