Las intendencias de Sergi Pàmies
'La biclicleta estàtica' reúne nuevos relatos del escritor sobre la cotidianidad
Los temas son los habituales en Sergi Pàmies: el desamor, la decepción, la memoria, la casualidad, la muerte, todo aderezado con las habituales dosis de ironía. Es el tono el que cambia en los 19 cuentos breves que componen La bicicleta estàtica (Quaderns Crema) con respecto a Si menges una llimona sense fer ganyotes, la anterior y multipremiada entrega de hace cuatro años. Él lo atribuye a la "intendencia" que impone la edad madura: ocuparse de los hijos y de los padres, trabajar para pagar facturas, esas cosas. La responsabilidad, vamos. "¿Y si lo que nos parecía más horroroso en esta vida resulta que es lo que le da sentido?", se pregunta. "Lo que hacemos es más importante que lo que deseamos", se contesta rápido. "En el fondo, ser feliz o no da igual. Lo que cuenta es el día a día. Llegar a esta conclusión es triste, pero no amargo".
Hay un cuento explícito sobre este asunto. Trata de un señor que acude al Clínic por malestares difusos y acaba en el quirófano, donde el cirujano le extirpa la nostalgia y la esperanza, los dos grandes tumores de la cotidianidad. "Si existiera ese servicio hospitalario, yo me operaría. Ahora bien, a mis hijos no les dejaría hacerlo", reflexiona. Y la bicicleta estática del título, ¿qué tiene que ver? "Entre los 40 y los 50 años es la edad en que empiezas a tener problemas de colesterol y el médico te recomienda que pedalees en los ratos perdidos, como si no pedalearas ya bastante en los otros ratos. Naturalmente la bicicleta estática, que es un objeto absurdo porque no te lleva a ningún lado, pronto pasa a ser un colgador de camisas y luego un trasto arrinconado en el cuarto de la plancha". Otro de los relatos trata de una pareja que se encuentra en la sala de espera de un centro de dietética. El título es un homenaje en clave irónica a Pla: El que no hem menjat.
Pero lo que ha ganado decididamente terreno en La bicicleta estàtica es la literatura autobiográfica. Entre esta publicación y la anterior Pàmies ha perdido a su padre, el histórico dirigente del PSUC Gregorio López Raimundo. En Si menges una llimona... ya había una referencia a esa muerte, anunciada por la enfermedad. Ahora uno de los cuentos trata de la corbata que hay que ponerle al cadáver. "Es un clásico cuento de duelo, como El extranjero, de Camus. La diferencia entre el relato de hace cuatro años y el de ahora es que el temor a la muerte se ha convertido en un hecho consumado". Tan consumado que hay que desmontar la casa paterna -¡la intendencia!-, pues la madre, Teresa Pàmies, reside ahora en Granada: de eso trata otra de las narraciones. Entre los objetos que los hermanos deben decidir si conservar o tirar se encuentran una litografía de Tàpies o un disco con Les cançons que agradaven a Lenin (así se titula el cuento). Disco y cuadro fueron a parar a la basura, naturalmente.
En dos de los relatos Pàmies se acerca al aventi de Juan Marsé. En uno describe su regreso de París, a los 11 años. "Eran como dos exilios cruzados. Mis padres volvían, yo iba hacia el exilio, pues no puedes exiliarte del lugar donde has nacido, por más que tus padres te repitan que aquel no es tu país y que un día volverás al que realmente lo es". En otro de los cuentos, quizá el más intensamente poético, explica que fue concebido la noche en que sus padres fueron a ver Las noches de Cabiria, de Fellini. "Yo tengo un añadido, y es que mis padres son conocidos. Pero lo que escribo es un cuento, aunque no me invente un personaje, sino que me ponga yo mismo. Nos guste o no, somos hijos de nuestros padres. Aceptarlo también forma parte de la intendencia".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.