Viajeros del tiempo
¿Cómo se siente? -preguntó el doctor Rothenberg.
-Bien, bien. Irene es una chica formidable.
Irene no se llama Irene, respondió el doctor.
Se llamará Irene en el futuro, pero ella aún no lo sabe.
¿Por qué está usted aquí?
¿En el pasado...?
En mi consulta.
Ah, es por Irene, dice que me ve intranquilo. Dice que no vengo del futuro. Se ríe de mí. Me llama cosas.
¿Qué cosas?
Idiota.
¿Le molesta?
No, me encanta... ¡Claro que me molesta! ¿A usted no le molesta que le llamen idiota?
No estamos hablando de mí; yo no soy un viajero del tiempo.
Usted disfruta con esto, ¿verdad?
No, es mi trabajo. ¿Cómo era usted en el futuro?
Más o menos igual. Un poco más bajo. Supongo que con los años se encoge. Tenía más miedo
"¡Me está tomando el pelo! A la Luna no va cualquiera así como así"
¿Miedo a qué ?
Tenía miedo de haber malgastado mi vida; el hecho de que el universo se estuviera comprimiendo y de que el tiempo corriese para atrás, hacia la nada, tampoco ayudaba
¿Qué les dirá cuando vuelva?
Aún no sé si podré volver, se supone que he de recuperar al menos un segundo y tengo la sensación de estar perdiendo más tiempo del que recupero.
¿Tiene la sensación de estar perdiendo el tiempo, aquí, mientras habla conmigo?
Tiempo y dinero. Son ustedes endiabladamente caros.
El doctor Rothenberg sonrió y a Zacarías no le gustó nada esa sonrisa.
Me encuentra usted la mar de gracioso, debería saber que hay que trabajar muy duro para ganar el dinero con el que usted se paga estos sofás ingleses de cuero, y ese Mercedes con el que va a jugar al golf todas las tardes.
No tengo un Mercedes, estos sofás no son ingleses, no juego al golf.
Rico y roñoso, estará usted contento, señor curalocos.
Eso es, no reprima su ira, en ocasiones la ira reprimida provoca fugas emocional-temporales y fijaciones escapistas.
Estas cosas se las inventa sobre la marcha, ¿no? Si no reprimiese mi ira, le estaría estrangulando con mis propios calcetines en este mismo instante.
Bueno, entonces reprímala un poco El control de la ira también es un ejercicio saludable. Irene piensa que tal vez un severo trauma en su pasado le ha llevado emocionalmente al futuro y luego de vuelta.
Me está usted empezando a tocar las narices con esto de la ira. Y además, ¿qué narices sabe Irene, o usted para el caso, de estos viajes? Hay documentación que demuestra que al volver de la Luna muchos hombres se sienten desgraciados.
¿Ha estado usted en la Luna?
¡Me está tomando el pelo! A la Luna no va cualquiera así como así.
Pensé que tal vez en el futuro
No utilice ese tono conmigo, señor doctor majareta, no soy ningún imbécil.
No he dicho que lo sea.
Zacarías guardó silencio preparando un contraataque. El doctor Rothenberg tomaba notas en una Moleskine, mientras mordía la boquilla de su pipa apagada.
Se hizo un silencio, si no eterno, al menos incómodamente largo.
¿Qué le parece el Eagle Ten de fibra de carbono? -preguntó Zacarías de pronto.
Demasiado ligero. Prefiero el viejo Spalding de madera.
¡Lo sabía! gritó Zacarías eufórico-. Es usted un viejo loco mentiroso y seguramente un pésimo jugador de golf. El Eagle Ten es el palo del futuro. Asegura un drive suave, largo, firme y preciso. ¡Ja!
El doctor Rothenberg apuntó ese último ja, y pintó a su alrededor un círculo rojo.
¿Por qué ha venido usted desde el futuro a este tiempo, Zacarías? Piense en la razón más profunda, y por favor, sea sincero.
Le había cogido cariño a este año en concreto.
Está usted tratando de evadirse -dijo el doctor Rothenberg.
Seguramente, por eso me eligieron para este trabajo contestó Zacarías levantándose del sofá de cuero que era inglés al fin y al cabo. Al salir vio la bolsa de golf del doctor Rothenberg junto a la puerta. No tenía un solo palo decente, era una bolsa de aficionado.
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